¿Cómo acercarnos a nuestros hijos?

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Caso de la vida real: 

Llegamos a la casa, después de un día difícil en el trabajo. En casa, nos espera la familia, los hijos, con todo su ímpetu, ganas de compartir y, seamos honestos… muchas veces por más que los amemos con locura, lo que más esperamos al llegar a casa es un momento de tranquilidad, de paz, para que ese agobio de la vida se disipe. Entonces, ese desborde natural de nuestros hijos (sean niños o adolescentes),  hace que perdamos la paciencia y reaccionemos, a veces, de maneras que jamás hubiésemos querido de haber estado calmados y… cometemos excesos con ellos y … se nos “pasa la mano” con la disciplina.

Después de esto, ya calmados por supuesto, no siempre buscamos acercarnos,  pretendemos que ya pasó el problema y seguimos con la vida en casa. En otro ambiente, nuestros chicos, es probable que se hayan quedado con un gran signo de interrogación en la cabeza, frustración y, quizá tristeza, por ese momento que quisieron compartir con nosotros y no se pudo, se les negó.

¿Les ha ocurrido alguna vez? 

Ojalá que no, pero si esa historia les parece cotidiana, es importante tener en cuenta que SIEMPRE dependerá de nosotros, los adultos, propiciar buenas y satisfactorias relaciones con nuestros hijos. Nosotros en gran medida, les enseñamos a vincularse de manera adecuada con los demás, con el mundo.

¡Así de importante somos para ellos!

También coincido con que eso es bastante complicado, sobre todo en los días que corren; sin embargo, es VITAL hacer el esfuerzo, no sólo por el bienestar de nuestros chicos, sino por el nuestro, ¡Qué bonito se siente tener la certeza que hacemos felices a nuestros hijos!

¡Que siempre estemos bien!

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¿Qué pasa cuando padres e hijos juegan?

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Existen personas que entienden al juego como una actividad orientada únicamente a la distracción, satisfacción y ocio de las personas, específicamente de los niños. Si bien esto es parcialmente correcto, no es la definición exacta de juego, ni tampoco es su verdadera y enriquecedora función.

El juego es fundamental en el desarrollo psicológico de niños, los niños no juegan sólo para “matar el tiempo”, esta necesidad de jugar surge en ellos de manera prácticamente innata, llevándolos a involucrar a otros niños, a los padres y demás personas que el niño considere cercanas; es así que si un niño te invita a su juego, eres importante para él. 

Los beneficios que representa el juego en los pequeños son muchísimos, van desde el  desarrollo cognitivo, entrenamiento en habilidades sociales, reforzamiento de la autoestima, control emocional y un largo etcétera, si sólo mencionamos el factor emocional, pues hay una serie de destrezas que también se ven potenciadas al desarrollar esta actividad.

Es de esta manera que, cuando el niño o niña tiene la posibilidad de jugar con los padres, el vínculo emocional se enriquece, se torna saludable, llevándolo a compartir momentos de mucho amor entre ellos, relacionando ese bienestar que sienten del compartir con papá y mamá, con emociones de satisfacción y felicidad. Al ser así, los niños relacionarán de manera automática lo satisfactorio que es compartir con sus padres.

¿Ahora queda un poco más claro de lo VITAL  que es jugar con nuestros chicos?

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¿Realmente existen las madres y padres tóxicos?

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El término “tóxico” lo escuchamos a menudo. Cuando lo usamos, nos referimos a las personas y/o relaciones desagradables, que nos desgastan y hacen daño.

Siempre lo usamos para quejarnos y mostrar a los demás que, al estar cerca de personas “tóxicas” la pasamos mal y, la recomendación siempre será “dejar” a esa persona tóxica. En definitiva, es alguien que no queremos tener cerca nuestro.

Me pregunto si, teniendo claro lo que significa ser “tóxico”, podrían existir padres (mamá o papá) que lo sean con sus propios hijos. Bueno, la respuesta es, Sí.

Los padres tóxicos (referido a padre o madre de manera indistinta) son personas que, debido a las características de su personalidad y vivencias pasadas, dañan la vida de los demás y, en este caso, educan a sus hijos de manera poco o nada aconsejable.

Es así que denominamos como tóxico en los padres cuando hacen sentir mal a sus hijos, sin razón y, la mayoría de veces, de forma sutil. Esto es lo más peligroso, pues se hace aparentemente sin ninguna intención y claro, esto lleva a los hijos a sentir confusión y demás sentimientos encontrados: Cuando sabes que alguien pretende dañarte, lo normal es defenderse; pero cuando esa persona es cercana, no esperas el “golpe”, convirtiéndose todo en doblemente doloroso. En este caso, es más complejo porque se trata de los padres, quienes se supone quieren a sus hijos sobre todas las cosas, haciéndolos sentir así de mal.

 ¿Qué pasa entonces?

La mayoría de niños no se dan cuenta de ese maltrato, crecen pensando que es así, normalizando los sentimientos displacenteros; pero cuando llegan a la adolescencia, es decir, cuando comienzan a sentir ese pesar de forma consciente, reaccionan indiscutiblemente, algunos de manera fuerte, otros simplemente se alejan, sea de manera emocional o física. Debe quedar claro que el maltrato, a la edad que sea y venga de quien venga, anula y, como medida adaptativa, se busca estar lejos de quien hace sentir que tu vida carece de importancia. De tal manera que un día, de repente, los hijos se dan cuenta que pueden vivir sin esa o esas personas que dañan, y que, ya como adultos, son libres de tomar la decisión que más convenga.

Aunque si la personalidad del progenitor es lo suficientemente dominante para mantener anulado a su hijo, también se da el caso contrario: no abandonar jamás el nido por haberse “perdido”, pues habría trastocado su autoestima desde los primeros años de vida.

Es cierto también que muchos padres no son conscientes del daño que le hacen a sus hijos al ser tóxicos con ellos, evidentemente tampoco saben lo que se ocasionan a sí mismos.

Tipos de madres y padres tóxicos.

Absorbentes
Es normal que los niños, en la medida que van creciendo van ganando libertad y, lógicamente, descubriendo el mundo. Cuando llegan a la adolescencia aparecen los amigos, parejas y actividades en grupo fuera de casa que, muchas veces, a este tipo de padres les genera rechazo. Cuando los hijos llegan a la adultez, es esperable que busquen hacer su vida, pero esto, los padres tóxicos no lo entienden. Suelen querer que sus hijos siempre estén muy cerca a ellos y, para eso, truncan su independencia, haciéndoles sentir culpables simplemente por querer hacer su vida fuera de la casa paterna.

Perfectos
“Nadie te va a querer como yo” es la frase que puede resumir este punto, que esconde una autoestima inexistente en el padre o la madre, que pretende llenar su propia vida siendo el eje principal de la vida del hijo. “Nadie te amará, cocinará, cuidará, vestirá como yo. Nadie te conoce igual ni te entiende ni sabe lo que necesitas, sólo yo”. Y si no hay una persona cerca que neutralice esto (sea el otro padre o una figura significativa), ese niño o niña crecerá aislado de la gente porque, según su progenitor, el resto del mundo en su totalidad no le querrá bien. Cuando los niños crecen con estas ideas dentro del seno familiar, no se consigue más que adultos inmaduros, dependientes, irresponsables e incapaces de vincularse de manera saludable con los demás. Lamentable.

Competitivos
Sí, es una pena pero he visto muchos casos donde los padres compiten con sus hijos, aunque nos parezca un absoluto sinsentido. Hay madres que ven a sus hijas como rivales, así como hay padres que ridiculizan a sus hijos por sobresalir. Esta descarga de frustración puede darse por diversos motivos, en algunos casos porque se niegan a asumir el rol de la paternidad (puede ser de manera consciente o no), también ha ocurrido que algunos padres o madres sienten celos de la cercanía que tiene la pareja hacia su hijo o hija, etc. Cuando los padres caen en esto, se niegan automáticamente a brindarles cariño, comprensión y soporte emocional a los hijos. Los chicos crecen sintiendo que conviven con el enemigo y, aprendiendo que el mundo es así también. Terrible.

Indiferentes
La postura tóxica de los padres no sólo puede venir, también, del control excesivo, sino de la falta absoluta de él, sea por desgano, desinterés o “cansancio”, se termina dejando que los niños, y posteriores adolescentes, hagan y decidan su vida, sin estar capacitados del todo para ello. Esto convierte a los hijos en personas con poca noción de responsabilidad, o ninguna tolerancia a la frustración, caprichosas y egoístas.

Manipuladores
Existen padres que manipulan la realidad a su conveniencia; estos padres son realmente dañinos pues les “venden” a sus hijos una realidad que no existe más que en su cabeza o para su propio beneficio, sin importar el de sus hijos. Terminan minando la  vida de sus propios hijos y, además, enseñándoles manera de manipular a los demás. Es bastante probable que estas hijos se conviertan en adultos también manipuladores. De temer.

Distantes
Se refieren a los padres que no brindan afecto ni valoran el que reciben de sus hijos. Es probable que así hayan crecido y repiten ese triste comportamiento con sus hijos, cual si fuese un patrón. Éstos crecen sin recibir amor y acaban por tampoco darlo, ya que son rechazados. Cualquier muestra de atención que tengan hacia sus padres, puede ser recibida sin la emoción esperada, sino con un “es lo que debes hacer, es tu obligación”. Este vacío emocional es perjudicial para los niños, los convierte en adultos con dificultades para relacionarse, poco capaces de experimentar real felicidad, pues fueron criados haciéndoles pensar que no tienen derecho a serlo.

“Limitantes”
Estos padres tienen un estilo de crianza que va más allá de lo “tradicional”, perpetúan los roles de género hasta el extremo, educando niñas sumisas, delicadas, femeninas e híper responsables (lo cual no quiere decir que esté mal si responde a una característica natural de la niña, pero esto cambia cuando es impuesto por los padres), así como niños que no deben mostrar sus sentimientos, agresivos y despreocupados. El problema aquí reside en que los padres no les permiten a los niños que se desenvuelvan de manera natural y sienten las bases para que desarrollen una personalidad sana, en función a sus necesidades y gustos.

Víctimas
En este caso, el afán que tienen algunos padres por llamar la atención los lleva a manipular, con el fin de que sus deseos (y no de los hijos) sea satisfecho, siempre. He podido ver casos donde muchos padres llegan a “enfermarse” si se les lleva la contraria. Tienden a usar el chantaje emocional de manera deliberada, siendo peligrosísimo, pues la culpa que les hacen sentir a los hijos, anula su carácter y voluntad, convirtiéndolos en personas sin decisión.

Así como hemos podido ver, por desgracia, existen diversos tipos de padres tóxicos. Sería ideal que todos podamos entender que tener la oportunidad de criar hijos, si bien es sumamente demandante y preocupante; también es la oportunidad que tenemos de brindarnos un poco, de plasmar nuestro amor, compromiso y debilidades de humanos también. Siempre hay que tener en cuenta que nuestra función como padres es ayudarlos a construirse, no destruirse; en este caso, a lo más preciado en nuestras vidas, nuestros propios hijos.

La influencia que tenemos en ellos es gigantesca en su desarrollo como personas, y si notamos que esa responsabilidad nos lleva a la total preocupación o nos desborda, debemos pedir ayuda profesional.

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Lo que depende de ti

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¿Qué nos define como personas? 
¿Qué nos hace únicos y particulares?

La respuesta a estas preguntas existenciales pueden ser variadas, y podemos quedarnos horas discutiendo sobre qué es lo más exacto para cada uno. Sin embargo, hay que tener en claro que nuestros pensamientos, que pasan a generar sentimientos,  sumados a nuestras experiencias pasadas  (las que fueron vivenciadas, recordadas e interpretadas en función a nuestros procesos internos), así como el entorno en el cual nos desenvolvemos, nos llevan a interpretar el mundo, a tomar decisiones, es decir, pasar a la acción.

Si nuestras acciones están definidas por todo esto, y notamos que necesitamos hacer cambios sustanciales en la vida (con el único objetivo de sentirnos cómodos con ella), pues el mejor camino a seguir sería decidir exactamente qué cambios queremos hacer e ir por ellos, por nuestra cuenta o, de ser necesario, de la mano de un profesional.

Aquí algunas cosillas que, en la medida que esté a nuestro alcance, podemos pensar, sentir y hacer mejor.

La bola está en tu cancha.

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Responsabilidad emocional

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Cuando empezamos a compartir con alguien y establecemos vínculos basados en el cariño y cuidado (ojo que no necesariamente tiene que ser con una pareja), es esperable que, mientras nos damos a conocer, salgan a la luz nuestros aspectos personales que nos siempre son tan armónicos (o los de la otra persona), dando a lugar muchas veces a posibles discrepancias, problemas y, claro, aparezcan las discusiones, sobre todo si sentimos confianza y cercanía emocional.

En medio de este intercambio intenso, y en honor a dicha confianza, podríamos cometer excesos y llegar a herir a esa persona importante (a la cual guardamos mucha estima), teniendo como aval la idea de que tenemos pleno derecho a plasmar nuestra molestia o manera particular de ser, lo cual es cierto; pero partiendo siempre desde la responsabilidad emocional. 

Entonces entendemos por responsabilidad emocional o afectiva  tener plena consciencia que el efecto que nuestros actos, comentarios y decisiones generan en los demás, en este caso, esa persona querida, cuyo vínculo no queremos dañar. Asumir esta responsabilidad con el otro, nos convierte en personas empáticas y lo suficientemente madura como para demostrar afecto real, es decir, con los aspectos positivos y negativos que siempre existen en todo tipo de relación.

Es necesario aclarar, que esto no tiene que ver con sentir culpa, pues que alguien sea responsable de la manera en que plasma sus afectos no lo hace el culpable o causante necesariamente del malestar emocional del otro, pues también es tarea justamente del otro, tener el mismo grado de responsabilidad afectiva que le permita ser indulgente y comprensivo. Definitivamente, es una tarea de dos.

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Cosas que necesitas para estar bien

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Ya vimos en otras entradas que lo importante en la vida va más allá de lo que podemos ver, tocar o lo que tiene un valor monetario, hay muchas otras cosas que son vitales para sentirnos felices con nosotros mismos, plenos y creernos capaces de ir por las metas que anhelamos. Esto está relacionado con la percepción que tenemos de nosotros, del cuidado y cariño que nos prodigamos y, como podemos mantenerlo a lo largo del tiempo; es decir,  amor y respeto propio.

Justamente cuando conseguimos amarnos y respetarnos, nuestra manera de percibir y relacionarnos con el mundo cambia (para bien), llevándonos a experimentar eso que, a veces, parece una fantasía, felicidad y tranquilidad.

¿Qué hacemos? ¿Lo intentamos?

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También eres valiente cuando …

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Estamos mal acostumbrados a pensar que la valentía está íntegramente relacionada a la fortaleza física o a la superación de situaciones complejas que impliquen desgaste, también físico. Cuando hablamos de una persona valiente, pues nos referimos a alguien que es determinado, con fortaleza suficiente para responder con éxito las situaciones complicadas o que representen peligro, incluso por encima del temor.

Bueno, si es así, también es de valientes hacer aquello que no siempre hacemos, aceptar nuestra propia humanidad; es decir, aceptar quienes somos, cómo sentimos, qué nos cuesta y, en tal medida, reconocer cuándo necesitamos ayuda ¡y pedirla también!

Tengamos en cuenta que hay muchas cosas que, si bien no se ven, son importantísimas para nuestro bienestar en general, y todo ello debemos atenderlo.

¡Dale!   ¡Tu puedes! 

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Lo que nos pasa a todos

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Se suele pensar, y decir, que no hay mejor maestra que la vida, que ella nos pone en situaciones que nos llevarán a aprender grandes lecciones.
Bueno, en realidad, son nuestras decisiones las que nos ponen en situaciones diversas (entre buenas y positivas); en tal  medida, somos nosotros los que decidimos aprender de esas lecciones o no.

Recordemos que todo aprendizaje implica cambio, hace que adquiramos nuevas habilidades, conocimientos, destrezas, conductas y valores que nos llevan hacia el bienestar.

Por lo tanto, cuando aprendemos de nuestros propios errores y tenemos la oportunidad de hacer las cosas mejor que la vez anterior, no sólo conseguimos aquello que buscamos; también hacemos que eso aprendido se convierte en altamente significativo, grabándose en nosotros para toda la vida. Sin embargo, si por por algún motivo no logramos entender lo ocurrido, el grado de responsabilidad que tuvimos en esa situación, pues lo más probable es que busquemos en otro lado a los “culpables” de nuestro infortunio; desaprovechando la oportunidad de aprender, lo cual hará, lastimosamente, que la mala decisión/error vuelva a pasar … hasta que ¡al fin! aprendamos.

La idea es que “tocar fondo” y “tropezar con la misma piedra” sean sólo opcionales y necesarios sólo por un tiempo, y no se conviertan en absolutamente necesarios (y perpetuos) para ser felices con las decisiones que tomemos.

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¿Proyectando ando …?

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¿Cuán cierto puede ser esto?

Bueno, en la vida no existen las recetas mágicas, los absolutos no tienen cabida en la variada vida de las personas; sin embargo, hay situaciones donde si podemos ver enormes coincidencias, en la medida que refleje las tendencias naturales de los seres humanos.
En este es el caso nos referimos a los mecanismos de defensa, específicamente hablamos de la Proyección. 

Nos dice la psicología que proyectamos cuando atribuimos a otras personas aquellas emociones displacenteras, conflictos o estados de ánimo convulsos que nos afectan, causan dolor y que, justamente no podemos procesar, entender ni enfrentar.
Es así que, cuando se proyecta usualmente se hace a través de la crítica, reclamos y otras dinámicas dañinas para las relaciones saludables y armoniosas.

En otras palabras, vemos en el otro eso que tanto nos cuesta de nosotros y es tan complicado aceptar; así que nos resulta mejor “ubicar” eso tan desagradable fuera de nosotros, en el otro, para que así no nos “pegue tan duro”.

Si bien la proyección pareciera que nos ayuda a sentirnos más tranquilos, en realidad es todo lo contrario, pues hace que nos resulte muy difícil resolver conflictos reales al encubrir y postergar las confrontaciones, manteniendo una conducta defensiva que no ayuda en lo más mínimo.
Evidentemente, así nunca alcanzaremos el bienestar que perseguimos, pues todos queremos estar bien, ¿cierto?

Y para ser más exactos, ¿Qué solemos proyectar en otros?

Muchas cosas, entre lo más común suele ser:

  • Rasgos de nuestra personalidad que no nos gustan.
  • Deseos que no vemos como moralmente correctos pero en realidad si tenemos,.
  • Necesidades insatisfechas, etcétera.

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¿Cuándo es necesario ir al psicólogo?

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En algún momento, todos hemos pasado por momentos complicados en la vida y, seguramente, hemos ido buscando maneras para manejar eso difícil y/o doloroso, o en su defecto, dejarlo en el “olvido”; pero quizá no todos conseguimos sentirnos mejor.

Cuando esto ocurre, cuando nos suceden cosas que nos van dejando huella, notamos que nos vamos transformando, muchas veces sentimos que no sólo nuestro estado de ánimo cambia, sino también nuestra salud se afecta y, poco a poco vamos perdiendo nuestra esencia, la sonrisa,  eso hace que, día a día, nos identifica. Entonces, de manera progresiva decaemos, incluso dejamos de ser nosotros mismos, llevándonos a intentar muchas cosas con el fin de recobrar nuestro bienestar.

Entre las cosas que intentamos por estar mejor

¿Hemos contemplado la psicoterapia como opción?
¿Sabemos el valor que tiene iniciar un proceso psicológico?
¿En nombre de esa búsqueda de sentirnos mejor, estaríamos dispuestos a hablar de eso que tanto nos perturba?

Bueno, si no lo tenemos claro aún, aquí hay situaciones que muestran cuando la mejor opción, es buscar ayuda profesional. 

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