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Resiliencia

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Entendemos por resiliencia como la habilidad que nos permite regularnos ante situaciones difíciles, adaptarnos, sobreponernos y salir fortalecidos de ellas.

OJO, ser resiliente no quiere decir soportar lo difícil sin padecer por ello, TODOS sentimos pesar por el mal momento; sin embargo, ser resiliente implica también tener la capacidad para buscar el apoyo de otras personas ante los momentos complicados.

Un aspecto importante a tener en cuenta es que la resiliencia es un factor que nos protege  ante las afecciones de salud mental, como la ansiedad y depresión.

Ahora, la resiliencia se puede desarrollar a lo largo de la vida, sobre todo cuando conseguimos aprender de nosotros mismos.

Recomendaciones para desarrollar la resiliencia: 

  • Socializar y fomentar relaciones satisfactorias con las personas de nuestro entorno.
  • Potenciar y cuidar las relaciones con la familia, en la medida que sean saludables y seguras.
  • Disfrutar de experiencias y aprovechar actividades agradables.
  • Hablar de emociones, es importante conocerlas y reconocerlas y así poder “manejarlas”.
  • Dar y recibir muestras de cariño y cuidado hacia nuestras personas importantes.
  • Establecer compromisos y retos, que nos llevan a la motivación y sensación de capacidad.
  • Ayudar a otros y dejarnos ayudar.
  • Que cada día tenga sentido, eso hace que podamos establecer metas claras y realistas.
  • Aprender de las experiencias, de las satisfactorias y de las otras.
  • Mantener la esperanza, siempre desde la realidad.
  • Cuidar y atender a nuestras necesidades y sentimientos.

Ahora, es importante aclarar que la resiliencia no sólo puede ser aprendida por adultos, sino también por adolescentes y niños. Recordemos siempre que la vida sigue… siempre sigue.

En todo caso, si quieres aprender a ser más resiliente y consideras que no estás progresando o no sabes por dónde empezar, no dudes en consultarnos.

¡Que siempre busquemos estar bien!

Si necesitas ayuda, estamos para escucharte, para servirte.
¿Hablamos?

Psic. Katherinne Roncal Soto
C.Ps.P.: 15026
Cel.: +51 998 810 240

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Resiliencia por Lic. Katherinne Roncal S. C.PS.P.: 15026 se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.

¿Cómo puedo resolver los conflictos?

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Todas las personas, todos los días, nos enfrentamos a situaciones que nos generan conflictos, sea con otros o, ¡incluso con nosotros mismos! y, cuando eso ocurre, muchas veces no tomamos las mejores decisiones, si nuestra intención es resolverlo de la mejor manera.

Bueno, aquí les dejamos algunas sugerencias -¡que sirven de verdad! para resolver esos conflictos que, muchas veces, nos quitan la paz.

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Diferencias entre tristeza y depresión

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Diría que todos, en algún momento de nuestras vidas, nos hemos sentido abatidos, sin saber qué hacer, con la tristeza y malestar emocional que no nos permite pensar, decidir y, muchas veces, hacer. Ante esos casos, la mayoría de nosotros, cuando tenemos la oportunidad de comentarlo a alguien más, solemos decir: “Es que estoy depre”.

Nos ha pasado, ¿cierto?

Bueno, ante esos casos, podemos decir que ¿en verdad estamos con la “depre”?

Ok, es necesario aclarar qué es cada una y, sobre todo, la diferencia entre ambas.

La tristeza es una emoción humana que TODOS hemos experimentado en algún momento de nuestra vida, sea porque perdimos el trabajo, tenemos un familiar enfermo, pasamos por problemas en casa, etcétera. Es decir, la tristeza afecta nuestro estado de ánimo de manera negativa.
Entonces, cuando estamos tristes, nos puede ayudar a sentirnos mejor desahogarnos con una persona de nuestra confianza, quizá llorar un poco o, incluso, hacer una maratón de nuestras películas favoritas. La tristeza suele pasar con el tiempo y con mediano esfuerzo.

En cambio, la depresión es un trastorno del estado de ánimo (trastorno mental), que impacta de manera tremenda en muchas áreas de nuestra vida; es decir, la persona experimenta sentimientos de vacío emocional y tristeza tan intensos que se muestran a través de síntomas físicos, que la convierten en una de las enfermedades más graves del mundo, por cómo afecta nuestras vidas día a día.
La depresión va mucho más allá de “estar triste”, o “estar depre”, no es una respuesta emocional hacia un evento, es una patología mental que puede, incluso, derivar en pensamientos de suicidio que, por desgracia, en algunos casos llegan a materializarse.

Es importante señalar que, las causas exactas detrás de la depresión no siempre son claras; pero si sabemos que están íntimamente relacionados con factores psicológicos, bioquímicos, neurológicos, genéticos, hormonales, personales, sociales y del estilo de vida.  Es decir, podemos tener claro el motivo de nuestra tristeza, pero no siempre lo sabemos con la misma exactitud con la depresión.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que la tristeza es un síntoma más de la depresión y suele pasar con el tiempo; pero si no es así, o si nos cuesta muchísimo reanudar la función normal, nuestro día a día, tenemos que ponerle mayor atención pues podría ser una señal de depresión.

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Comunicación

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Imaginemos un mundo en el cual, las personas tengamos verdadera capacidad de escucha, donde realmente se haga el esfuerzo de entender (y entendernos), antes de juzgar, hacer, hablar. Sería lindo, ¿no?

Si bien, la impulsividad que a veces no podemos controlar, hace que las situaciones se disparen hasta la estratósfera, hay que ser conscientes que daña personas y relaciones y, a veces, eso es para siempre.

Tengamos eso siempre en cuenta.

 

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Conducta de los adultos que revela trauma infantil

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Todos los adultos hemos pasado por muchos momentos durante nuestra niñez, vivencias de todo tipo, de las que nos sacan sonrisas al recordar, como también las que aún nos dejan un mal sabor de boca; quizá porque fueron tiempos complicados para nuestra familia y … bueno, eso nos afectó.

En ocasiones, esos malos recuerdos, experiencias dolorosas seguramente, dejan huella en nuestro ser. Cuando esto pasa, a veces ese malestar que está dentro de nosotros desde mucho, ya de adultos lo plasmamos en conductas que no son las mejores, que no nos permiten desenvolvernos de la manera que esperamos o, en su defecto, afectan a las personas que se encuentran a nuestro alrededor.

De ser este el caso, la solución no está en retroceder en el tiempo y “arreglar” desde ahí, NO; ayudaría mucho ser consciente de lo que nos ocurre y, desde nuestro día a día, buscar hacer los cambios que sean necesarios, incluso ayuda pertinente. 

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¿Cómo podemos manejar nuestro enojo?

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¿Cuántas veces nos hemos enojado?

Seguramente si hacemos la cuenta de esos momentos de cólera en nuestra vida, nos remontaremos, incluso, a recuerdos lejanos de cuando éramos pequeños.

Ahora, si bien la mayoría de nuestros momentos del pasado están ligados a una emoción en particular (o varias quizá), debemos reconocer que los recuerdos en los que la cólera, molestia y/o enojo estuvieron presentes, seguramente no son los más placenteros.

Entonces, nuevamente yendo hacia el pasado y siendo honestos con nosotros, cuánto bien nos hubiese hecho que, por aquel tiempo, alguien nos hubiese enseñado a gestionar nuestras emociones; en este caso, a manejar el enojo.

Bueno pues,  estas pautas funcionan muy bien con niños desde los 6 años; es decir, sirven para nuestros chicos de tenerlos o, también, para nosotros, en nuestra versión del pasado, del presente y, por supuesto, del futuro.

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¡No creas todo lo que piensas!

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Caso de la vida real:

Un día, llegando al trabajo, saludamos a todos como es de costumbre, pero nuestro jefe no nos responde, es más, ni nos mira.

¿Qué ideas llegan a nuestra cabeza?

¿No le gustó mi informe de la semana pasada? ¿Me va a despedir? ¿Me odia? Y un largo, y preocupante, etc.

Entramos en una espiral de ideas en donde no paramos de buscar posibles razones de la conducta de nuestro jefe y, seguramente, todas las razones que nos lleguen a la mente, lo único que haga sea preocuparnos, molestarnos, entristecernos o ponernos nerviosos.
La pregunta del millón sería si la “chuntamos” con esas posibles razones o, quizá, es que ese día nuestro jefe no nos respondió porque estaba preocupado, o concentrado en su trabajo y/o  de repente ni siquiera haya escuchado el saludo.

Entonces, qué es lo que genera malestar , ¿Las situaciones o la interpretación que tenemos de ellas?

Pasa muchas veces que le damos más importancia a esas ideas que, la verdad, no tenemos certeza que sean reales, sólo son suposiciones, lecturas que damos de la realidad hechas en base a nuestras creencias.

Regresando a nuestro caso, esas ideas que se nos ocurrieron sobre lo que hizo nuestro jefe, que nos preocupó/asustó/enojó, etcétera, son sólo ideas, no realidades.  

¿Cuánto influyen nuestros pensamientos en nuestro malestar?
¿Nos molestamos/entristecemos/preocupamos por la interpretación que le damos a las situaciones?

¿Nuestros pensamientos siempre se ajustan a la realidad?

Las personas estamos acostumbradas a buscar respuestas a todo, aunque eso carezca de sentido común, además nadie nos ha enseñado a dudar de nuestras creencias. Entonces, si aprendemos a cuestionarnos el diálogo interno que tenemos con nosotros mismos, conseguiremos regular nuestras emociones de forma más eficiente. 

Es cierto que esta tarea no es nada fácil, en lo más mínimo, pero con trabajo, constancia y certeza que no siempre nuestras ideas están ajustadas a la realidad, podemos lograrlo. Para ello es indispensable comprender e interiorizar la influencia de los pensamientos en nuestro malestar, y así entender la importancia de cuestionarnos y de cambiar aquellos pensamientos que no sabemos que se ajusten a la realidad.

Toca trabajar por nuestro bienestar.

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Sanar emocionalmente

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En algún momento, TODOS hemos necesitado “sanar” algo, sentirnos mejor, “curar”  nuestras tristezas, preocupaciones, ansiedad y/o demás angustias emocionales que llegan a la vida. Es probable también que ya hayamos conseguido esa mejora que tanto buscábamos, o que estemos en proceso de conseguirla o, también, aún no.

Si lo logramos, o estamos en franca mejoría ¡Enhorabuena! y si aun no, toca seguir trabajando en ello.
Sin embargo, es importante saber que es perfectamente normal y esperable que, en algún momento, creamos que lo ganado se perdió, que regresó nuestro malestar. Si esto ocurre, calmalo que aprendimos y nos ayudó a estar mejor, “reaparecerá”  y conseguiremos, nuevamente, estar bien.

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Poniendo límites

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Es muy probable que hayamos escuchado lo saludable que es poner límites y, además, comunicarlos de manera adecuada, para que estos no sean mal entendidos y tomados como antojadizas restricciones.

Los límites permiten crear y fortalecer la autonomía, autocuidado y valor personal, nos ayuda a socializar de manera saludable, nos permite ser espontáneos, refuerza la creatividad; es decir, nos trae bienestar personal.

Por el contario, cuando no establecemos límites saludables los demás nos ven de la manera en que ellos nos quieren ver, no como somos realmente. Es totalmente agotador, desgasta tremendamente vivir para complacer a los demás, sin complacernos nosotros. Cuando esto ocurre, nuestra estima personal se daña, empezamos a no tener seguridad de quienes somos, dañando nuestra integridad y, lógicamente, nuestras prioridades desaparecen. Si el otro nos pierde el respeto, nosotros también nos lo perdemos.

Establecer límites es lo más certero que tenemos para protegernos.

Poniéndolos no hace que los demás no nos quieran, el respetarnos hace que los demás nos respeten.

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Dato psicológico

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En muchas ocasiones, todos nos hemos visto abatidos emocionalmente por un hecho que nos dejó muchos días sumidos en la pena, el dolor, la vergüenza y demás sentimientos desagradables.

A veces, este malestar nos acompaña días enteros, semanas, donde  no sabemos qué hacer con eso desagradable que sentimos, que nos invade y no nos permite seguir con nuestras vida.

Bueno pues, es necesario tener claro que, en realidad, eso que nos afecta tanto, esa emoción que desajusta nuestro bienestar se queda en nosotros por poco, muy poco tiempo. Entonces, aquello que nos tortura son nuestros pensamientos que desisten en alejarse de ese dolor emocional, llevándonos a pensar e imaginar mil escenarios, en los cuales en todos seguimos siendo desdichados.

Así es, ese malestar es prácticamente causado por nosotros y nuestro maravilloso cerebro, y no tanto por el dolor causado por un hecho o situación en particular.

¿Ya sabias esto? ¿Te resulta útil esta información? Ojalá que sí.  

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