Una de las cuestiones centrales en el ámbito político doméstico durante los últimos meses ha sido el conflicto de Tía María. Y una de las anécdotas políticas que más ha llamado la atención fue el exabrupto del nuevo Presidente del Congreso, Pedro Olaechea, diciéndole al Presidente Vizcarra que “no tenga miedo de gobernar”. Al parecer en los medios nadie ha asociado ambos eventos; sin embargo, el vínculo parece claro: lo que Olaechea en realidad quiso decirle al Presidente es que mande la tropa a Tía María a poner en orden al “populacho”.
Por otro lado, una pregunta que nadie –y mucho menos Pedro Olaechea– parece considerar en el caso de Tía María es la que está como título de este artículo. En realidad, esta omisión no nos extraña mucho en el caso de Pedro Olaechea o de los medios en general, pero sí nos llama un poco la atención cuando no se la plantean observadores de cierta solvencia cuando expresan su opinión al respecto. Podríamos aludir aquí a muchos de tales casos, pero vamos a referirnos muy someramente a solo uno de ellos. Y conste que la única razón por la cual lo tomamos en cuenta en particular es por nuestra consideración por su calidad profesional. Se trata de una entrevista a Carlos Amat y León, Profesor Emérito de la Universidad del Pacífico, sobre el conflicto de Tía María, realizada por Joaquín Rey y publicada por Perú 21.
Debemos empezar señalando que la pregunta de por qué nadie quiere a las mineras nos viene a la mente cuando notamos que conflictos como el de Tía María tienen precedentes y se han venido observando por mucho tiempo y por todo lado en el territorio nacional, donde pequeños productores agrícolas buscan la manera de manifestar su contrariedad con el desarrollo de grandes proyectos mineros en sus tierras. De hecho, estos conflictos son los “problemas recurrentes en torno a la minería” a los que se refiere el entrevistador de Carlos Amat.
Resulta pues claro que deberíamos hacer esta pregunta a todo aquel que quiera dar su opinión sobre el asunto. Obviamente, habrá quienes (incluyendo Amat) la rechacen de plano diciendo que la pregunta es capciosa y que, en realidad, mucha gente quiere a las empresas mineras, y que los conflictos que estamos observando en realidad son obra de “agentes anti-mineros” que engañan a la gente. Pero aún en ese caso nuestra pregunta resulta pertinente, porque ahora la preguntar pertinente sería por qué es tan fácil para tales “agentes anti-mineros” engañar a la población. En efecto, como veremos, ambas preguntas nos llevan a una misma y sencilla respuesta, cual es que nadie quiere a las mineras (o es muy fácil para los “agentes anti-mineros” engañar a la gente) porque existe una desconfianza generalizada por parte de la población, desconfianza que es el producto de una larga historia de argucias y despojos que se inicia con la ocupación europea de los Andes hace quinientos años.
Esta desconfianza que los empresarios, señores, patrones y extraños en general inspiran en la población tiene pues una larga historia y no se va a desvanecer tan fácilmente. Y algo que nuestros capitalistas deben entender es que ahora ellos se van a ver obligados a pagar por lo menos parte del costo de quinientos años de usurpación y despojo europeo de los recursos andinos. Y para ello no va a ser suficiente que las empresas y el gobierno hagan promesas y firmen compromisos.
Pero la posición de las mineras va más allá de simplemente limitarse a hacer promesas y firmar compromisos. En realidad, buscan también la manera de sacar algún beneficio de la circunstancia en la cual están envueltas: Amat, por su parte, propone “reorganizar el estado en el ámbito regional” creando nuevas “corporaciones de desarrollo” que serían financiadas con el canon minero y en el manejo de las cuales participarían las empresas mineras. O sea, lo que buscan las mineras es reasignar el canon minero de tal manera de obtener el control por lo menos indirecto de sus fondos, y no dejar todo en manos de los gobiernos regionales y locales.
Que las empresas mineras no se limiten a hacer promesas y firmar compromisos, sino que pasen a construir infraestructura, servicios públicos, colegios y hospitales sería una manera de empezar a pagar la deuda a que aludimos y así ganar la confianza de la población. Tal como los gremios empresariales y sus voceros insisten en la importancia de que obtengamos la confianza del inversionista, ellos también podrían mostrar algún interés por ganar la confianza de la población. Pero no lo quieren hacer.
Y no quieren ceder en este conflicto porque ello crearía un precedente para futuros proyectos de inversión, O sea, no quieren que la gente aumente sus expectativas y empiece a creer que merece más de lo que ya tiene o le están dando. Pero lo terrible en realidad no es que ni siquiera quieren reconocer la deuda que tienen con la población, sino que no dudarían en abrirse camino de manera violenta. De hecho, el conflicto de Tía María ya tiene algunos años y ha costado la vida a varios pobladores. Es obvio que de esa manera no van a ganar la confianza de la gente, y este tipo de conflictos se va a repetir en el futuro.
Es mucho dinero el que está en juego en Tía María (según Amat, 500,000 millones de PBI en los próximos 20 años). Obviamente, ello implica que el negocio seguiría siendo muy rentable si la empresa invierte algunos millones más. Pero, ¿por qué no lo hacen? La empresa (Southern) sabía que esto iba a pasar, ¿por qué no vieron de invertir algún tiempo y un poco de dinero en ganarse la simpatía de la gente. ¿Por qué prefiere Southern invertir millones en propaganda proclamándose defensora del medio ambiente en vez de invertirlos infraestructura y servicios públicos en Tía María? Como repetimos, se trata de no crear expectativas, que la gente no empiece a creer que merece más de lo que ya tiene. Y en eso tienen el respaldo de los gremios empresariales.
Un último hecho ilustrativo de la desconfianza de la gente en las empresas mineras es la remodelación reciente del local que la Sociedad Nacional de Minería, Petróleo y Energía tiene en la esquina de las calles Francisco Graña y Rocca de Vergallo en el distrito de Magdalena del Mar en Lima, la cual ha llevado a la SNMPE a cubrir con cemento el área verde de la berma frente a su nuevo local para facilitar el estacionamiento de los vehículos de sus empleados y visitantes. No muestra, pues, algún respeto por la propiedad pública, por el bien común. Así no es fácil confiar en ellos.