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La Comida Chatarra

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La Sociedad Nacional de Industrias (SIN) ha manifestado que restringir la venta de comida chatarra en los colegios inducirá a los niños y jóvenes a consumir productos informales, con el riesgo que eso significaría para su salud. Pues bien, lo que están haciendo es conceder que la comida que venden es mala y perniciosa, pero que deberíamos consolarnos porque podría ser peor. No nos ofrecen mejorar la calidad de la comida que venden, quieren que nos resignemos a ella.

La reacción de los gremios empresariales es comprensible. Ellos solo están defendiendo su derecho a ganar dinero, aunque al hacerlo puedan poner en riesgo la salud de los demás. Después de todo, ellos no están obligando a nadie a comer su comida chatarra.

Y la reacción frente a la ley por parte de algunos medios en realidad tampoco nos debe ya sorprender. Una ley como ésta, afirman, afrenta nuestro derecho a la libre elección, y puede ser solo un primer paso a restringir nuestra libertad de pensar. Pero esta gente que pretende representar el pensamiento liberal, en realidad solo está defendiendo los intereses de grandes empresas.

Pues, si en realidad defienden la libertad de elegir, y quieren jugar al libre mercado, el interés propio, la propiedad privada y el laissez-faire, ¿por qué, de la misma manera, no se oponen a la prohibición del consumo de drogas? ¿O a las restricciones al consumo del tabaco? ¿O del alcohol? ¿O al control de las armas de fuego? ¿O a la obligación de los trabajadores a depositar sus ahorros en una AFP?

En estos momentos hay 5 millones de trabajadores peruanos obligados a depositar sus ahorros en cuatro AFP, las cuales de esta manera se benefician no solo de las comisiones que cobran, sino también de las ventajas que da el poder manejar 100,000 millones de soles que pertenecen a esos 5 millones de trabajadores. Y el gobierno pretende ahora obligar también a los trabajadores independientes a afiliarse a una AFP. Ese atentado contra la libertad de los trabajadores de elegir cuánto y cómo ahorrar no preocupa a los pretendidos defensores del libre mercado y la libertad de elegir.

Es fácil, pues, llenarse la boca con proclamas de la misma calidad de la comida que defienden, y dársela de muy liberal, pero es un poco más difícil mostrar cierta consecuencia. Todo lo que están mostrando es un fariseísmo vergonzoso y vulgar.

 

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