Los Problemas de la Inflación Baja

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El día 12 de noviembre, el diario Gestión publicó un reportaje titulado “Riesgosa Baja Inflación”, elaborado por la revista The Economist. El reportaje hace notar una serie de efectos indeseados de una inflación baja: impide la desvalorización de las deudas de las familias, empresas y gobiernos; induce una disminución del gasto de los consumidores, por sus expectativas de precios decrecientes; y entorpece el ajuste a la baja de los salarios reales, en caso que este sea necesario.

Pero el efecto al cual el reportaje da más importancia se refiere a que una inflación baja también socava la capacidad de los bancos centrales para combatir las recesiones mediante la disminución de las tasas de interés, pues al estar estas cercanas a cero –como lo están actualmente– la única manera de disminuir la tasa de interés real es haciéndola negativa vía un aumento en el nivel de precios.

Luego reconoce que no es que no se haya hecho nada, pues desde el 2008 los balances de los bancos centrales (la base monetaria) de los países ricos han explotado, pero advierte que el resultado no ha sido un aumento en los precios de los bienes y servicios, sino más bien de los activos financieros, en lo que puede ser el inicio de una nueva burbuja. A pesar de eso, se limita a sugerir como solución que los bancos centrales continúen administrando sus tasas de interés, pero aumentando sus metas de inflación y reduciendo sus metas de desempleo.

Pues bien, un primer comentario que podemos hacer al artículo de The Economist es que reconoce abiertamente que las políticas de expansión monetaria de los países ricos no apuntan tanto a aumentar el nivel de actividad (la producción), sino más bien el nivel de precios.

Por otro lado, el artículo no discute las causas de la inflación baja, la cual viene de muy atrás, y que es solo parcialmente explicada por políticas monetarias restrictivas, tipo “inflation targetting”, siendo otro factor el impacto de las manufacturas asiáticas baratas, y la acumulación de reservas por China y otros países que impidió la devaluación del dólar. De la misma manera, un efecto de la baja inflación que no se reconoce –probablemente porque no se le considera un problema– es la financialización de la economía global, al prevenirse la devaluación de los activos financieros con niveles de precios estables.

Puesto que las políticas monetarias no pueden inducir directamente un aumento de la producción, sino solo a través de un aumento en el gasto agregado, una cuestión central es explicar la inefectividad de las políticas monetarias expansivas para inducir un aumento del gasto de hogares, empresas y extranjeros. En el caso del gasto de las familias, a los dos factores considerados por The Economist – la carga de la deuda y expectativas de precios a la baja– debemos agregar el “efecto riqueza” negativo que resultó de la caída en los precios de los activos, particularmente en el sector inmobiliario, así como también el estancamiento de los salarios reales. Una opción en este caso sería seguir la sugerencia de Milton Friedman de utilizar el “helicopter money”, esto es, que la Reserva Federal imprima dinero no para prestarlo, sino para regalarlo (se supone que desde un helicóptero).

En el caso del gasto de las empresas (la inversión), la única explicación plausible es la baja rentabilidad del capital productivo como resultado de un rezago tecnológico y de la pérdida de competitividad frente a los “Tigres Asiáticos” y la China. En este caso no existen soluciones de corto plazo, y la competitividad deberá ser recuperada mediante una combinación de avances tecnológicos, una reducción de los salarios en Estados Unidos y un aumento de los salarios en las economías emergentes.

En el caso del gasto de los extranjeros (las exportaciones), los problemas pueden ser aún más complicados, puesto que Estados Unidos necesita devaluar el dólar en términos reales, y para eso requiere –dado el nivel de precios del resto del mundo– que su tasa de devaluación sea mayor que su tasa de inflación. El problema es que los países del resto de mundo no solo pueden ver las políticas expansivas de la Reserva Federal como un medio de Estados Unidos para “exportar su inflación”, sino también recurrir a devaluaciones competitivas. En este caso, la solución necesariamente pasa por un aumento del gasto corriente de la China y de otras economías con elevados montos de reservas internacionales y grandes superávits en sus balanzas comerciales (como Alemania).

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