para no olvidar (I)

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Según la ONU, doscientos cincuenta millones de personas viven en situación de esclavitud: servidumbre por deudas, explotación sexual, salarios ínfimos, reclutamiento forzoso, niños trabajadores o soldados, matrimonios forzados, e incluso esclavitud como antaño. De ellas, ciento cincuenta millones son niños.
Las víctimas son las mismas que hace siglos.
El objetivo que se persigue no ha variado: sigue siendo el poder y el dinero. Uno de los tantos casos de esclavitud moderna se dan en Isla de Gorée (Senegal). Este lugar fue elegido por George W. Bush en el año 2003 para iniciar su gira por varios países africanos, hacerse la foto paseando cogido de la mano de su mujer y lamentar que allí “la vida y la libertad fuesen robadas” a millones de africanos. Hecho por el que además de no pedir perdón, sí utiliza para señalar que la historia de EEUU cuenta con un gran número de negros ilustres, cuestión por la que se sienten orgullosos. Además quiere recordar al mundo que desde el otro lado del charco hubo muchos norteamericanos que lucharon para abolir la esclavitud. Hasta aquí suponemos que tiene lugar el lavado de conciencia, pero las razones de este viaje no tenían nada que ver con la memoria histórica. Hoy, la historia se repite y el pueblo africano vuelve a quedar sometido y esclavizado en pleno siglo XXI.
Como decíamos, las razones de esta gira eran diversas. Primero, EEUU necesitaba aumentar la extracción de crudo en esta región ya que Oriente Medio es un polvorín. Segundo, Africa sigue siendo -al igual que en aquel tiempo- un importante enclave geoestratégico que a EEUU le interesa tener bajo control. Y tercero, unos meses más tarde, Bush se enfrentaba a su reelección y necesitaba conquistar el voto negro, tradicionalmente demócrata. Como contrapartida los responsables de estos cinco países objeto de la gira -Senegal, Sudáfrica, Botswana, Uganda y Nigeria- recibían con cara de orgullo y sonrisas, las promesas de la Administración Bush sin valorar lo que a cambio estaban entregando: el ejercicio de su soberanía efectiva y la renuncia a su derecho de disponer libremente de sus recursos energéticos en detrimento del pueblo africano.
Aquellos primeros esclavos fueron arrancados de su tierra, encadenados con grilletes y sometidos, pero nunca dejaron de entonar sus cantos y gritos de libertad que consiguieron mantener viva la esperanza generación tras generación. Hoy, los grilletes son dorados. La falta de libertad y la ausencia de derechos parece no ser importante para seguir caminando. El dinero lo compra todo y las víctimas vuelven a ser las mismas: los pobres, los débiles o los que están enfrentados a los grupos de poder.

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