Democracia, respeto y diversidad

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Ya vamos tres semanas y no tenemos presidente electo. Virtualmente sabemos que ganó Pedro Castillo; sin embargo, gracias a la pataleta de Keiko Fujimori y sus ahora defensores (es realmente vergonzoso ver a Vargas Llosa, Flores Nano, Urviola Hani, etc., declarados “antifujimoristas” prestarse al juego del partido naranja), no se puede oficializar a Castillo como presidente, ya que aún quedan pendientes apelaciones ante el Jurado Nacional de Elecciones. Estamos ante una nueva crisis de la democracia.

En realidad, en nuestro país vivimos en permanente crisis de democracia desde hace muchísimos años. Sería injusto decir que todo es culpa del fujimorismo. La democracia no es, como equivocadamente se quiere hacer ver ahora, una forma de elección, en la cual se hace lo que la mayoría quiere, sin cuestionamientos y sin oposición. Eso no es democracia, eso es una “dictadura de la mayoría”: no importan razones, lo que importa es el peso de los votos. La democracia es una forma de gobierno que se basa, principalmente, en el respeto a las minorías. Históricamente hablando las minorías discriminadas por esta forma de gobierno han sido muchas en nuestro país: las comunidades indígenas, los afrodescendientes, las mujeres, los niños, las personas con capacidades diferentes, los ancianos, y más recientemente los miembros de la comunidad LGBTIQ+. Cada 28 de junio se celebra el día del orgullo LGBTIQ+, en conmemoración de los disturbios de Stonewall (EE. UU.) de 1969, para reafirmar el sentimiento de orgullo sobre las identidades y orientaciones sexuales y de género tradicionalmente marginadas y reprimidas, y para visibilizar su presencia en la sociedad y sus reclamos por igualdad de reconocimiento de derechos. Este Estado que basa su democracia solo en resultados electorales, ha descuidado el real reconocimiento de todos y todas, sin distinción de su orientación sexual, como ciudadanos: con los mismos derechos y deberes. Este Estado nos exige a todos los mismos deberes: ir a votar, pagar nuestros impuestos, cumplir las leyes, etc.; sin embargo, no todos tenemos los mismos derechos: contraer matrimonio, heredar bienes, tener una familia, etc.

La esencia de la ciudadanía en un país democrático implica el sentido de pertenencia, el tener los mismos deberes y derechos y participar en las decisiones de nuestra nación. Muchos tenemos menos que eso, muchos no somos ciudadanos para nuestro país, ¿cómo entonces sentirse parte de un país que te discrimina? Que esta fecha sirva para reflexionar sobre nuestro rol como integrantes de la comunidad y como miembros de una sociedad tan desigual y segregadora que, a doscientos años de la famosa “independencia”, sigue manteniendo viejos mecanismos de desigualdad social.

Publicado el 26 de junio del 2021, en Diario Viral

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