Desde hace bastante tiempo un grupo de personas se hacen pasar por políticos y/o funcionarios públicos, los llamo los falsos políticos. En nuestro país tenemos varios ejemplos, tal vez el más recordado fue el cardenal Juan Luis Cipriani (íntimo amigo del dictador Fujimori) y en nuestra ciudad blanca tenemos al arzobispo Javier del Río. Estos falsos políticos usan nuestros impuestos, las libertades tributarias que les otorga el Estado y los recursos de todos nosotros y se atreven a emitir opiniones y amenazas sobre temas de carácter político y público.
En muchas ocasiones aprovechan capillas católicas para emitir sus juicios ante una multitud que no tiene otra opción que escuchar un monólogo político en un recinto religioso. Engañan a sus fieles porque no les dicen que tienen intereses subalternos y que no son políticos ni funcionarios del Estado; es decir, aquella institución que, según nuestra Constitución, es laica y cuya cabeza es el presidente de la República. Hay personas que recurren a ellos ya que les gusta vivir atemorizados con la promesa de las llamas eternas, porque les resulta más fácil seguir “órdenes divinas”, que tener un criterio propio y una conducta ciudadana sin prejuicios ni presiones. Sin embargo, deben darse cuenta de que lo único que hacen es caer en el engaño de estos falsos políticos y que de nada sirve simular ser ciudadanos libres, cuando en verdad se vive preso de la opinión de estos “pastores”. Estos falsos políticos ganan dinero (y demasiado) por esta simulación, pero lo que dicen y hacen no debería tener ningún valor político y, por supuesto, sus peroratas domingueras no pueden ser oídas ni acogidas por el Estado ni por los ciudadanos. El lugar apropiado para que los ciudadanos hagan sentir su voz de protesta, hagan valer sus derechos y pidan lo que las leyes les garantizan son las verdaderas instituciones públicas y sus legítimos representantes y líderes. A los verdaderos políticos hay que escucharlos, elegirlos sabiamente el próximo 11 de abril y fiscalizarlos imparcialmente, pero nunca recurrir a falsos políticos.
Los verdaderos políticos no juegan con la moral, las creencias ni el temor de los ciudadanos; los verdaderos políticos saben diferenciar el mundo privado de la esfera pública; los verdaderos políticos saben diferenciar escenarios: la plaza pública de la iglesia; los verdaderos políticos son expertos en su materia y han sido preparados para gobernar; los verdaderos políticos cuentan con la autoridad legal que solo el pueblo es capaz de otorgar a través de un voto informado y consciente.
Publicado el 03 de abril del 2021, en Diario Viral.