Estamos a poco menos de 24 horas de conocer los resultados de esta reñida segunda vuelta electoral que ha polarizado como nunca antes al electorado peruano. Las más recientes cifras (por cierto no publicadas en Perú ya que la ley electoral lo prohíbe) nos muestran un panorama diferente, pero no radicalmente, al presentado hasta hace una semana: PPK se encuentra en el primer lugar con una diferencia tan mínima que al parecer la elección se decidirá “voto a voto”.
Estas elecciones se han mostrado tan polarizadas por la otra candidata, la señora Keiko Fujimori, quien con propuestas populistas se ha ganado a un electorado para el cual ha estado trabajando estos últimos cinco años; valgan verdades que es mérito de ella y su partido que han logrado copar el congreso con 73 representantes y que ahora se disputa la presidencia de la república. Sin embargo los más recientes escándalos de personas muy allegadas a ella, como el secretario general de su partido (investigado por la DEA), su único vicepresidente (acusado de entregar información falsa) y sus electos congresistas (muchos de ellos con denuncias muy serias) le han ido bajando la llanta a su candidatura. Sin embargo, no se puede negar la gran maquinaria organizativa de Fuerza Popular y su capacidad de repunte en las tendencias, por ahora, en contra. Las serias denuncias de su entorno más cercano podrían generar un débil gobierno fujimorista y el gran rechazo de la población, que (a diferencia de los años 1990), no se quedará tranquila viendo cómo saquean al Estado y violan sus derechos; las marchas contra Keiko Fujimori nos adelantan que en un posible gobierno, la calle estará más inquieta y atenta que nunca. Finalmente, la gran mayoría congresal que obtuvo puede ser una arma de doble filo: por un lado podrían darse las reformas que el partido requiere, sin ninguna oposición, y, por el otro lado, se podría entender como un nuevo tipo de autoritarismo, en el que la dictadura de las mayorías se imponga. Dados los antecedentes autoritarios de la señora Fujimori, las debilidades institucionales de nuestro país y nuestra frágil democracia, creo que este segundo panorama es el más probable.
En la otra esquina, PPK salió victorioso de el segundo debate, en el cual le recordó pasajes de su pasado en el poder a la señora Fujimori, la misma que respondió con sendas mentiras y con justificaciones realmente ridículas (por ejemplo sus 500 días de licencia por maternidad). Sumado a ello, esta última semana se han logrado muchas e importantes alianzas (aunque no se haya usado esa palabra precisamente) a favor de la candidatura de PPK: Mendoza, Guzmán, Toledo, los jóvenes apristas, Acción Popular, entre otros, han manifestado públicamente su intención de votar este domingo por el candidato de Peruanos Por el Kambio. Veremos hasta qué punto estos apoyos ayudaron realmente. Lo cierto es que. de ganar, se podría contar con un gobierno de amplia base que que ayude en la gestión gubernamental a favor de algunos cambios importantes (no debemos de pecar de ingenuos al creer que un gobierno de PPK realice las grandes transformaciones que el país necesita). Otro aspecto importante, en caso de ganar PPK, es el apoyo que la bancada fujimorista pueda dar a sus propuestas; veremos en este juego político legislativo el real rostro del fujimorismo: apoyar al reformas u obstaculizar todo intento de buena gestión; es decir, sabremos si son una oposición responsable o se mantendrán en la misma línea de siempre. Finalmente, creo que un gobierno de PPK tendría mayor fiscalización del congreso, lo que alejaría cualquier temor de hacer algo en contra del pueblo.
Para quienes no pasaron a la segunda vuelta, el reto es mayor: en algunos casos deben organizar un buen partido político (Guzmán, Barnechea), en otros casos deben fundar uno nuevo (creo que a Mendoza le resulta muy molesto tener a ciertas personas del Frente Amplio en su agrupación, por lo que sería ideal que se sacuda de tanto radical que la rodea), otros deben de resolver sus problemas judiciales (Acuña, García, Toledo, etc.), el resto, a sus actividades privadas.
¿Y a la ciudadanía? ¿Qué nos queda? Estar vigilantes, gane quien gane; aprender de lo que esta campaña electoral nos ha dejado y evitar volver a ponernos nosotros mismos en la terrible encrucijada de elegir “entre el mal menor”.