Comenzamos el Triduo en honor a Nuestra Señora de Fátima el día 11 de Mayo y lo terminamos el día 13 de Mayo, día de su Fiesta.
El Triduo en honor a Nuestra Señora de Fátima puede rezarse en cualquier día y mes del año.
TRIDUO EN HONOR A NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro
Señor mio, Jesucristo,
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío,
por ser Vos quién sois
y porque os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón haberos ofendido;
propongo firmemente nunca más pecar,
apartarme de todas las ocasiones de pecado,
confesarme y, cumplir la penitencia que me fuera impuesta.
Te ofrezco, Señor, mi vida, obras y trabajos,
en satisfacción de todos mis pecados,
y, así como lo suplico,
así confío en vuestra bondad y misericordia infinita,
que los perdonareis,
por los méritos de vuestra preciosísima sangre, pasión y muerte,
y me daréis Gracia para enmendarme,
y perseverar en vuestro santo amor y servicio,
hasta el fin de mi vida. Amén.
ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS
Altísimo Dios de todo lo creado,
en quien creo, espero,
y amo sobre todas las cosas,
y a quien me pesa con gran dolor de haber ofendido.
Te ofrezco Señor, por medio del Corazón Inmaculado de María
todas las obras y sufrimientos de este día y de todos los días de mi vida, para reparar por mis propios pecados
y por la conversión de los pecadores.
Te ruego Virgen Santísima de Fátima,
me ayudes en los momentos difíciles de la tentación
y en la hora de mi muerte,
para que goce contigo las delicias del Cielo. Amén.
ORACIÓN DEL PRIMER DÍA
Virgen del Rosario, que aparecisteis en Fátima en 1917 a tres inocentes niños: Lucía, Francisco y Jacinta. Bajasteis del cielo para anunciar a los hombres que Dios está muy ofendido. Tú como Madre Amorosa, nos avisas del grande castigo que merecemos si no dejamos de pecar.
¡Virgen Santísima de Fátima! Ayúdanos a llevar una vida santa, y si tenemos la desgracia de pecar, vayamos con decisión al Sacramento de la Confesión.
Rezar un Avemaría, un Gloria y la oración final de todos los días.
ORACIÓN DEL SEGUNDO DÍA
¡Dulce Madre! Virgen Blanca e Inmaculada, que enseñaste en Fátima a tres niños el infierno, no para asustarles sino para avisar de que el infierno existe y que no es un mito, y se dispongan los hombres a enmendar sus vidas haciendo oración y penitencia. El demonio vomita veneno por el mundo con la corrupción de costumbres para que las almas se pierdan por una eternidad. ¡Virgen Poderosa! Enciérranos en tu Corazón de Madre y condúcenos por el camino de la salvación. Amén.
Rezar un Avemaría, un Gloria y la oración final de todos los días.
ORACIÓN DEL TERCER DÍA
¡Virgen de Fátima! Mensajera de amor y paz. Blanca como tu pureza. Perpetua virginidad.
Como hijos que te amamos, queremos reparar las ofensas que hieren tu Inmaculado Corazón con una Salve…
Nos comprometemos a rezar todos los días el Santo Rosario, porque sabemos Madre Bendita que es tu deseo. Confiamos Madre de Dios y Madre nuestra, en tu poderosa intercesión.
Rezar un Avemaría, un Gloria y la oración final de todos los días.
ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
¡Virgen de Fátima! Si es la voluntad de tu Divino Hijo,
concédeme la gracia que te pido en este Triduo…
(mencionar la Gracia que se desea conseguir)
¡Ayúdanos Madre! a vivir siempre en la fe, esperanza y caridad.
Amén.
Deseo que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.
Karla Rouillon Gallangos
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LOS SUCESOS MÁS EXTRAORDINARIOS EN LAS APARICIONES DE FÁTIMA Y AKITA FUERON UN 13 DE OCTUBRE
El 13 de octubre es una fecha mariana muy especial para las apariciones de la Virgen María. En 1917 se produce la última aparición de Fátima donde los presentes pueden ver la danza del sol.
Y en 1973 se produce la última aparición en Akita Japón, en que María habla de la hermana Agnes de los castigos sobre la humanidad y la infiltración del maligno en la Iglesia.
Estas son los hechos marianos mas importantes que se produjeron un 13 de octubre, pero se han dado muchos mas.
ULTIMA APARICIÓN DE LA VIRGEN DE FÁTIMA
El 13 de octubre es una fecha clave en la aparición de la Virgen, que en Cava da Iría, Portugal, se les había aparecido a 3 niños pastorcitos, analfabetos, en mayo de 1917 por primera vez.
El 13 de octubre de 1917 se les aparece la Virgen por última vez y los 70.000 concurrentes ven la “danza del sol”.
El 13 de octubre de 1921 se permite por primera vez celebrar la Santa Misa en el lugar. Y el 13 de octubre de 1930 el obispo de Leira declara dignas de fe las apariciones y autoriza el culto de Nuestra Señora de Fátima.
Un mes antes, el 13 de septiembre, en la 5ª aparición, la Virgen María les pidió a los videntes que regresaran el 13 de octubre y les prometió que iba a hacer un milagro para que “todos crean”.
El 13 de septiembre se llegaron a reunir unas 25.000 personas. Rezaron los pastorcitos el rosario, tras lo cual se repitió el relámpago y tras él la aparición de la Virgen que comenzó a dialogar con Lucía:
– Quiero que vengáis aquí el día 13 de octubre y que continuéis rezando el rosario todos los días para alcanzar el fin de la guerra. El último día vendrá también San José con el Niño Jesús para dar la paz al mundo y Nuestro Señor para bendecir al pueblo.
Lucía le transmite los pedidos de curación de algunos enfermos, que Ella recibe satisfactoriamente. Y prosigue la conversación: – ¡Haga un milagro para que toda la gente crea que Ud. se nos aparece!. – Sí, en octubre haré un milagro para que todos crean.
Y la Virgen añadió: – Dios está contento con vuestros sacrificios, pero no quiere que durmáis con la cuerda; llevadla sólo durante el día.
LA 6ª Y ULTIMA APARICIÓN
Durante la noche del 12 al 13 de octubre había llovido toda la noche, empapando el suelo y a los miles de peregrinos que viajaban a Fátima de todas partes. A pie, por carro y carrozas venían, entrando a la zona de Cova por el camino de Fátima – Leiria, que hoy en día todavía pasa frente a la gran plaza de la Basílica. De ahí bajaban hacia el lugar de las apariciones.
Hoy en día en el sitio está la capillita moderna de vidrio, encerrando la primera que se construyó y la estatua de Nuestra Señora del Rosario de Fátima donde estaba el encino.
En cuanto a lo niños, lograron llegar a Cova entre las adulaciones y el escepticismo que los había perseguido desde mayo. Cuando llegaron encontraron críticos que los cuestionaban su veracidad y la puntualidad de la Señora, quien había prometido llegar al medio día. Ya habían pasado las doce según la hora oficial del país. Sin embargo cuando el sol había llegado a su apogeo la Señora se apareció como había dicho.
– ¿Qué quieres de mi? – Quiero que se construya una capilla aquí en mi honor. Quiero que continúen diciendo el Rosario todos los días. La guerra pronto terminará, y los soldados regresarán a sus hogares. – Si, Si – ¿Me dirás tu nombre? – Yo soy la Señora del Rosario – Tengo muchas peticiones de muchas personas. ¿Se las concederás? – Algunas serán concedidas, y otras las debo negar. Las personas deben rehacer sus vidas y pedir perdón por sus pecados. ¡No deben de ofender más a nuestro Señor, ya es ofendido demasiado! – ¿Y eso es todo lo que tienes que pedir? – No hay nada más
Mientras la Señora del Rosario se eleva hacia el este ella tornó las palmas de sus manos hacia el cielo oscuro. Aunque la lluvia había cedido, nubes oscuras continuaban a oscurecer el sol, que de repente se escapa entre ellos y se ve como un suave disco de plata.
“¡Miren el sol!”
En este momento dos distintas apariciones pudieron ser vistas, el fenómeno del sol presenciado por los 70,000 espectadores y aquella que fue vista sólo por los niños. Lucía describe esta aparición en su diario.
LO QUE VIERON LOS VIDENTES
“Después que la Virgen se desapareció en la inmensa distancia del firmamento, vimos San José y al Niño Jesús que parecían estar bendiciendo el mundo, ya que hacían la señal de la cruz con sus manos. Un poco después cuando esta aparición terminó vi a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, me parece que era lo Dolorosa. Nuestro Señor parecía bendecir al mundo al igual que lo había hecho San José. Esta aparición también desapareció y vi a Nuestra Señora una vez más, parecida a nuestra Señora del Carmen”. (Sólo Lucia vio la última aparición, anticipando su entrada al Carmelo unos años después).
Estas serían las últimas apariciones en Fátima para Jacinta y Francisco. Sin embargo a Lucía nuestra Señora se la apareció una séptima vez en 1920, como lo había prometido la Señora el mes de mayo. Esta vez Lucía estaba en oración en la Cova antes de dejar Fátima para ir a un internado de niñas. La Señora vino para alentarla a que se dedicara enteramente a Dios.
Mientras los niños veían las diversas apariciones de Jesús, María y San José, la multitud presenció un prodigio diferente, el ahora conocido como el famoso milagro del sol.
Desde el camino, donde estaban estacionados los vehículos donde cientos de personas se habían quedado ya que no querían vencer el lodo, uno podía ver la gran multitud volverse hacia el sol, que parecía sin nubes y estaba en su apogeo.
Parecía una placa de pura plata y se podía mirar fijamente sin incomodar. Pudo haber sido un eclipse que sucedía en ese momento. Pero en ese mismo momento se produjo un gran grito, y uno podía escuchar a los espectadores más cercanos gritas: ¡un milagro! ¡un milagro!
Ante el asombro reflejado en los ojos de los espectadores, cuya semblanza era bíblica ya que todos tenían la cabeza descubierta, y que buscaban ansiosamente algo en el cielo, el sol temblaba, hizo ciertos movimientos repentinos fuera de las leyes cósmicas, el sol “danzaba” de acuerdo a las expresiones típicas de la gente.
Había un viejecito parado en las escaleras de un ómnibus con su rostro volteado hacía el sol que recitaba el credo en alta voz. Pregunté quien era y me dijeron que era el señor Joao da Cunha Vasconcelos. Lo vi después dirigiéndose a los que estaban a su alrededor con sus sombreros puestos y les imploró vehementemente que se descubrieran sus cabezas ante tan extraordinario milagro.
La gente se preguntaban los unos a los otros lo que habían visto. La gran mayoría admitió ver el sol danzando y temblando, otros afirmaban que habían visto el rostro de la Virgen Santísima. Otros juraron que vieron el sol girar como una rueda que se acercaba a la tierra como si fuera a quemarla con sus rayos. Algunos dijeron haber visto cambios de colores sucesivamente.
A la una en punto de la tarde, mediodía solar, la lluvia cesó, el cielo de color gris nacarado iluminaba la vasta región árida con una extraña luz. El sol tenía como un velo de gasa transparente que hacía fácil el mirarlo fijamente. El tono grisáceo madre perla que se tornó en una lámina de plata que se rompió cuando las nubes se abrían y el sol de plata envuelto en el mismo velo de luz gris, se vio girar y moverse en el circulo de las nubes abiertas. De todas las bocas se escuchó un gemido y las personas cayeron de rodillas sobre el suelo fangoso.
La luz se tornó en un azul precioso, como si atravesara el vitral de una catedral y esparció sus rayos sobre las personas que estaban de rodillas con los brazos extendidos. El azul desapareció lentamente y luego la luz pareció traspasar un cristal amarillo. La luz amarilla tiñó los pañuelos blancos, las faldas oscuras de las mujeres. Lo mismo sucedió en los árboles, las piedras y en la sierra. La gente lloraba y oraba con la cabeza descubierta ante la presencia del milagro que habían esperado. Los segundos parecían como horas, así de intensos eran.
RELATO DE MANUEL MARTO (PADRE DE JACINTA Y FRANCISCO)
Podíamos mirar con facilidad el sol, que por alguna razón no nos cegaba. Parecía titilar primero en un sentido y luego en otro. Sus rayos se esparcían en muchas direcciones y pintaban todas las cosas en diferentes colores, los árboles, la gente el aire y la tierra. Pero lo más extraordinario para mí era que el sol no lastimaba nuestros ojos.
Todo estaba tranquilo y en silencio y todos miraban hacia arriba. De pronto pareció que el sol dejó de girar. Luego comenzó a moverse y a danzar en el cielo, hasta que parecía desprenderse de su lugar y caer sobre nosotros. Fue un momento terrible.
RELATO DE MARÍA CAPELINHA (UNA DE LAS PRIMERAS CREYENTES)
Se transformó todo de diferentes colores, amarillo, azul y blanco, entonces se sacudió y tembló, parecía una rueda de fuego que caía sobre la gente. Empezaron a gritar “¡nos va ha matar a todos!”, otros clamaron a nuestro Señor para que los salvara, ellos recitaban el acto de contrición. Una mujer comenzó a confesar sus pecados en voz alta, diciendo que había hecho esto y aquello.
Cuando al fin el sol dejó de saltar y de moverse todos respiramos aliviados. Aun estabamos vivos y el milagro predicho por los niños fue visto por todos.
RELATO DE UN PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD DE COIMBRA
Relación de los hechos que ofreció el doctor José Pröença de Almeida Garret, profesor de la Universidad de Coimbra y testigo ocular del prodigio solar de Fátima.
Estaba a un poco más de cien metros de unos postes levantados que sostenían una cruz rústica. Veía perfectamente, alrededor de este arco, el ancho círculo de la multitud, que con sus paraguas abiertos parecía un vasto campo de corazas. Poco después de la una llegaron a este lugar los niños, a quienes (según ellos aseguran) la Virgen les indicó el lugar, el día y la hora de la aparición.
Sería la una y media cuando se levantó, en el preciso lugar que ocupaban los niños, una columna de humo fino, tenue y azulado, que subió recto hasta unos dos metros, tal vez, por encima de las cabezas y se desvaneció a esta altura. Este fenómeno, perfectamente visible a simple vista, duró algunos segundos (…). El humo se disipó bruscamente, y, al cabo de cierto tiempo, volvió a producirse por segunda y por tercera vez.
…el sol había traspasado la densa capa de nubes que le tenían oculto para brillar clara e intensamente. Me volví hacia este imán que atraía todas las miradas y le pude ver parecido a un disco de bordes nítidos y vivo en el centro, luminoso y brillante, pero sin que dañase a la vista (…). No se parecía en nada a la luna en una noche transparente y clara, pues se le veía y se le sentía como a un astro vivo. No era esférico, como la luna; tampoco tenía su tonalidad ni sus claroscuros. Parecía un disco plano y pulimentado, tallado en el nácar de una concha. Esto no es una comparación trivial de poesía barata. Mis ojos así lo vieron.
La bóveda celeste estaba teñida de tenues cirrus, con anchos espacios azules aquí y acullá; pero el sol se destaco muchas veces en el cielo despejado. Las nubes, que se deslizaban tranquilas de este a oeste no amortiguaban la luz del sol (la cual no dañaba a la vista)…
Es maravilloso que durante un tan largo espacio de tiempo se haya podido contemplar aquel astro, foco de luz y centro de calor, sin que perjudicase la vista y sin un deslumbramiento que cegase la retina.
Este disco nacarado tenía el vértigo del movimiento, el cual no consistía solamente en el centelleo de un astro en plena vida, sino que giraba realmente sobre sí mismo a una velocidad impetuosa. De nuevo se oyó un clamoreo, como un potente grito de angustia de todo ese pueblo. Conservando la velocidad de su rotación, el sol se desprende del firmamento y, rojo como la sangre, avanza sobre la tierra, amenazando aplastarnos bajo el peso de su inmensa masa ígnea. Fueron unos segundos de terrorífica impresión.
Durante el fenómeno solar que acabo de describir detalladamente, hubo en la atmósfera coloraciones impresionantes (…). Temiendo una afección en la retina -hipótesis poco probable, pues en tal caso no hubiera visto las cosas de color violeta-, cerré los párpados y los mantuve tapados con mis manos para interceptar la luz. Me volví y, abriendo de nuevo los ojos, observé que, como antes, el paisaje y la atmósfera seguían siempre con el mismo color violeta. La impresión que se tenia no era la de un eclipse. Yo he visto un eclipse total de sol en Viseu (…). Todas las personas parecían estar enfermas, afectadas de ictericia. Me sonreía al verlas tan feas y con tan mala cara. Oí que otros también se reían. Mi mano tenía el mismo color amarillo.
Observé todos estos fenómenos que acabo de citar y describir tranquila y serenamente, sin ninguna emoción ni sobresalto. A otros incumbe explicarlos o interpretarlos.
OTROS TESTIMONIOS
Yo estaba mirando hacia el lugar de las apariciones, esperando serena y fríamente que algo sucediera, y con una curiosidad en descenso por que había pasado mucho tiempo sin que sucediera nada que me llamara la atención, entonces escuche miles de voces gritar y vi que la multitud de pronto se volteó hacia el lado contrario, sus espaldas en contra del sitio donde yo tenía dirigida mi atención y miré al cielo del lado opuesto.
La hora legal era cerca de las 2 de la tarde, alrededor del medio día solar. EL sol unos momentos antes había aparecido entre unas nubes, las cuales lo ocultaban y brillaba clara e intensamente. Yo me volví hacia el magneto que parecía atraer todas las miradas y lo vi como un disco con un aro claramente marcado, luminoso y resplandeciente, pero que no hacía daño a los ojos.
No estoy de acuerdo con la comparación que escuchado han hecho en Fátima y la de un pesado disco plateado. Era un color más claro rico y resplandeciente que tenía algo del brillo de una perla. No se parecía en nada a la luna en una noche clara porque al uno verlo y sentirlo parecía un cuerpo vivo. No era una esfera como la luna ni tenía el mismo color o matiz. Perecía como una rueda de cristal hecha de la madre de todas las perlas. No se podía confundir con el sol visto a través de la neblina (por que no había neblina en ese momento), porque no era opaco, difuso ni cubieroa con un velo. En Fátima daba luz y calor y aparentaba un claro cofre con un arco bien difundido.
La danza del sol duró unos 15 minutos y mientras tanto, unos lloraban, otros gritaban de admiración o terror, muchos se arrodillaban y pedían perdón a Dios y a la Virgen. Al finalizar el milagro, la gente pudo comprobar que sus ropas estaban completamente secas. Aquel día se produjeron maravillosos milagros de sanaciones y conversiones.
ULTIMA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE AKITA
El 6 de julio de 1973 la hermana Agnes Sasagawa recibió el primer mensaje de la Santísisma Virgen María en el convento donde vivía, es la ciudad de Akita, Japón. Previamente había tenido visiones de resplandores en una estatua de Nuestra Señora de Todos los Pueblos en junio anterior.
El 3 de agosto de 1973 recibió el segundo mensajes y el 13 de octubre de 1973 recibió el último. Entre estos mensajes, y luego hasta 1981, la estatua tuvo lacrimaciones por largos períodos y llagas con sangre.
El 13 de Octubre de 1974 (otra vez la misma fecha), mientras oraba ante el Santísimo, la Hermana Agnes se curó instantáneamente de su sordera. Ella misma telefoneó a Monseñor Ito y le habló como si nunca hubiera estado sorda. Al día siguiente el médico diagnosticó: “Facultad de oír normal”. La curación duró seis meses, luego volvió a estar sorda. Dios le pidió que hiciera el ofrecimiento de ese sacrificio. El día de Pentecostés, último domingo de Mayo de 1982, sanaría definitivamente durante la bendición con el Santísimo Sacramento.
El 22 de Abril de 1984, Monseñor John Shojiro Ito, Obispo de Nigata, declaró que, las apariciones de Akita son de origen sobrenatural y autorizó en toda la Diócesis la veneración de la Santa Madre de Akita.
En Junio de 1988, el Cardenal Joseph Ratzinger, (Benedicto XVI), prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, dio un juicio definitivo en favor de la aparición de Akita y sus mensajes, considerándolos auténticos y dignos de ser creídos. También dijo: “El mensaje de Akita es el mensaje de Fátima”. Por eso se le llama popularmente la Fátima de Oriente, y no solo por lo que dijo SS Benedicto XVI sino también por la coincidencia de las fechas del 13 de octubre.
EL MENSAJE DEL 13 DE OCTUBRE DE 1973
“Mi querida hija, escucha bien lo que tengo que decirte. Tu informarás a tu superior.”
Después de un corto silencio:
“Como te dije, si los hombres no se arrepienten y se mejoran, el Padre infligirá un terrible castigo a toda la humanidad. Será un castigo mayor que el diluvio, tal como nunca se ha visto antes. Fuego caerá del cielo y eliminará a gran parte de la humanidad, tanto a los buenos como a los malos, sin hacer excepción de sacerdotes ni fieles. Los sobrevivientes se encontrarán tan desolados que envidiarán a los muertos. Las únicas armas que les quedarán serán el rosario y la señal dejada por mi Hijo. Cada día recita las oraciones del rosario. Con el rosario, reza por el Papa, los obispos y los sacerdotes”.
“La obra del demonio infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que se verán cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me veneran serán despreciados y encontrarán oposición de sus compañeros…iglesias y altares saqueados; la Iglesia estará llena de aquellos que aceptan componendas y el demonio presionará a muchos sacerdotes y almas consagradas a dejar el servicio del Señor.”
“El demonio será especialmente implacable contra las almas consagradas a Dios. Pensar en la pérdida de tantas almas es la causa de mi tristeza. Si los pecados aumentan en número y gravedad, no habrá ya perdón para ellos.”
“Con valentía, habla con tu superior. Él sabrá como dar a cada uno valor para rezar y lograr obras de reparación”
“Es el obispo Ito quien dirige vuestra comunidad.”
Y Ella se rió y entonces dijo:
“¿Todavía tienes algo que preguntar? Hoy es la última vez que yo te hablaré con voz viva. Desde ahora en adelante obedecerás al que se te envía y a tu superior.”
“Reza mucho las oraciones del Rosario. Solo yo puedo todavía salvarles de las calamidades que se acercan. Aquellos que ponen su confianza en mi se salvarán.”
Fuente: Foros de la Virgen
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SANTIDAD: LA VERDADERA GLORIA DE FRANCISCO Y JACINTA
El 13 de Mayo del 2000, los pastorcitos fueron beatificados por Juan Pablo II, en el mismo lugar que en 1917 vieron a la Santísima Virgen por primera vez. Habiendo sido confidentes de la Madre de Dios y alcanzado la virtud heroica, no obstante su tierna edad, han merecido un renombre auténtico y universal, sin paralelo en la historia de la Iglesia.
En la primavera de 1916 la vida de tres alegres y despreocupados pastorcitos, Lucía dos Santos y sus primos Francisco y Jacinta Marto, de apenas nueve, ocho y seis años de edad iría a sufrir un cambio brusco: “Los Corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia”, les dijo el Ángel de la Paz.
“Ofreced constantemente al Altísimo oraciones y sacrificios… De todo lo que podáis, ofreced a Dios un sacrificio de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. (…) Sobre todo, aceptad y soportad con resignación el sufrimiento que Nuestro Señor os envíe”.
Así, aproximadamente un año después de las apariciones del Ángel, los niños ya estaban preparados para recibir la visita de la Reina del Cielo.
Y la Virgen vino, no con agrados ni con dulzuras, sino con seriedad, repitiendo desde el primer encuentro la invitación a la oración y al sufrimiento hecho por el Ángel: “Vais pues a tener mucho que sufrir, pero la gracia de Dios será vuestro consuelo”.
Francisco: consolador de Dios
Aunque inocente y desapegado, Francisco debió tener algunas flaquezas o pequeñas faltas de generosidad de las que necesitaba corregirse. Si ellas no le impidieron ver al Ángel y a la Santísima Virgen, sin embargo, no escuchaba nada de lo que decían.
Con todo, cuando Nuestra Señora afirmó que necesitaba “rezar muchos rosarios” para llevárselo al Cielo, él exclamó: “¡Oh Señora mía, rezaré cuantos rosarios quisierais!”
Es curioso que después de la visión del infierno, según Lucía, fue Francisco el que quedó menos impresionado con aquel horror. Pues lo que más lo atrajo y absorbió de aquella visión fue Dios, la Santísima Trinidad “aquella luz inmensa que nos penetraba en lo más íntimo del alma”.
Lucía comenta que, “mientras Jacinta parecía preocupada con el único pensamiento de convertir pecadores y de librar almas del infierno, él [Francisco] parecía pensar únicamente en consolar a Nuestro Señor y a Nuestra Señora, que le habían parecido tan tristes”. Cuando la prima le preguntó qué gustaba más, si consolar a Nuestro Señor o convertir pecadores, él no titubeó: “Me gusta más consolar a Nuestro Señor. ¿No reparaste cómo Nuestra Señora, el último mes, se puso tan triste cuando dijo que no ofendiesen más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido? Yo quisiera consolar a Nuestro Señor y después convertir a los pecadores, para que no lo ofendan más”.
Siguiendo ese llamado a la contemplación, se tornó común que se apartarse de las dos niñas para rezar solo. Cuando le preguntaban qué estaba haciendo, les mostraba el rosario. Si insistían para que fuese a jugar con ellas, alegaba: “¿No recordáis que Nuestra Señora dijo que debo rezar muchos rosarios?”
Y si preguntaban por qué no rezaba con ellas, respondía: — “Más me gusta rezar solo, para pensar y consolar a Nuestro Señor, que está tan triste por causa de tantos pecados… ”.
Cuando las niñas lo descubrían absorto detrás de alguna tapia y le preguntaban qué estaba haciendo, respondía: — Estoy pensando en Dios, que está tan triste a causa de tantos pecados… ¡Si yo fuese capaz de darle alegría!…
¡Consolar a Dios, darle alegría! ¡Qué altísima meta! ¡Qué programa de vida!
Pequeños, pero con gran espíritu de sacrificio
Para mortificarse, los tres pastorcitos inventaban mil cosas: dar su refrigerio a los pobres y comer raíces o bellotas, escogiendo las más amargas; abstenerse de beber, a veces todo el día, cuando tenían mucha sed; frotarse el cuerpo con ortigas para mortificarlo; rezar horas seguidas, prosternados, las oraciones que el Ángel les enseñara… eran algunas de ellas.
El día 23 de diciembre de 1918 los dos hermanitos enfermaron, víctimas de una epidemia de bronco-neumonía que atormentaba a Europa. Incluso durante la enfermedad, continuaron rezando y sacrificándose por los pecadores.
Era costumbre que Francisco se alejase de las niñas para rezar solo y consolar a Jesucristo, a quien veía triste debido a las ofensas de los hombres
Sobre Francisco, escribe Lucía: “Sufría con una paciencia heroica, sin dejar escapar nunca un gemido ni la más leve queja. Tomaba todo lo que le daba su madre, y no llegué a saber si alguna cosa le repugnaba.
“Le pregunté un día poco antes de morir: — ¿Francisco, sufres mucho? — Sí, sufro. Pero todo lo sufro por amor a Nuestro Señor y a Nuestra Señora. “Un día me dio la cuerda (que usaba en la cintura por penitencia) y me dijo: — Tómala y llévatela, antes que mi madre la vea. Ahora ya no soy capaz de llevarla puesta. “Esta cuerda tenía tres nudos y estaba manchada de sangre”.1
El día 4 de abril de 1919, sin un gemido ni contracción del rostro, con una sonrisa angelical en los labios, Francisco fue al encuentro a la Santísima Virgen, que lo esperaba con los brazos abiertos.
Jacinta: víctima reparadora, seriedad y generosidad
La madurez y precocidad en la virtud de esta humilde pastorcita impresionaba. Lucía testimonia: “Tenía un porte siempre serio, modesto y amable, que parecía traducir la presencia de Dios en todos sus actos, propio de personas de edad avanzada y de gran virtud”.
“Si en su presencia algún niño, o incluso personas mayores, decían alguna cosa, o hacían cualquier acción menos conveniente, las reprendía diciendo: — ¡No hagan eso que ofenden a Dios Nuestro Señor, y Él ya está tan ofendido! 2
Lucía recuerda: “Dios me dio la gracia de ser su confidente más íntima; conservo de ella los mayores recuerdos, estima, respeto, por la alta idea que tengo de su santidad”.
Su dolorosa enfermedad fue ocasión de ofrecer muchos sacrificios a Dios. Un día le preguntó a Lucía: —“¿Ya hiciste hoy muchos sacrificios? Yo hice muchos. Mi madre se fue y yo quise ir muchas veces a visitar a Francisco, pero no fui.
Otro día: —“Cada vez me cuesta más tomar la leche y los caldos; pero no digo nada y todo lo tomo por amor a Nuestro Señor y al Inmaculado Corazón de María”.
Alto grado de santidad
La misión reparadora de Jacinta está íntimamente ligada al Corazón Inmaculado de María. Cuando Nuestra Señora mostró el infierno a los tres pastorcitos, les dijo: “Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”. Jacinta fue, a su manera, misionera de esa devoción.
Al despedirse de Lucía antes de partir para Lisboa, le recomienda vehementemente: “Tú te quedas aquí para decir que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María. Cuando haya que decir eso, no te escondas”. Y añade: “Dí a toda la gente que Dios nos concede las gracias por medio del Corazón Inmaculado de María. Que se pida a Ella. Que el Corazón de Jesús quiere que a su lado se venere el Inmaculado Corazón de María. Que pidan la paz al Inmaculado Corazón de María, que Dios se la entregó a Ella. ¡Si pudiera meter en el corazón de todo el mundo la lumbre que tengo aquí dentro del pecho quemándome y haciéndome gustar tanto del Corazón de Jesús y del Corazón de María!”
Jacinta sufrió una penosa agonía que soportaba valientemente ofreciéndolo por la conversión de los pecadores.
¿Cómo puede Jacinta, tan pequeñita, asumir y comprender tan profundamente el espíritu de mortificación y de penitencia? Lucía responde: “Primero, por una gracia especial de Dios que, por medio del Inmaculado Corazón de María, le quiso conceder; segundo, viendo el infierno y la desgracia de las almas que ahí caen”.
Nuestra Señora le preguntará a Jacinta si quería quedarse un poco más en la Tierra para sufrir por la conversión de los pecadores. La generosa niña respondió que sí. Terminó muriendo en Lisboa, alejada de sus parientes. Pero Nuestra Señora nunca la dejó sola. Se le aparecía frecuentemente, instruyéndola, aconsejándola… alertando sobre la situación del mundo y la inminencia de los castigos.
La Madre María de la Purificación Godinho, a quien Jacinta hacía sus confidencias, anotó muchas de las comunicaciones celestiales y meditaciones de la pequeña pastorcita, que muestran el grado de madurez espiritual a que llegó. 3
Comprensión profunda y seria de la eternidad
Viendo a personas inmodestamente vestidas visitando a los enfermos, o a enfermeras excesivamente maquilladas, le decía a la Madre Godinho: “¿De qué sirve todo esto? ¡Si ellas pensasen que tienen que morir y supiesen qué es la eternidad! … Sobre unos médicos ateos comentó: “¡Pobres! con toda su ciencia, mal saben lo que los espera”.
Jacinta fue operada en febrero de 1920 por segunda vez. Debido a su estado de debilidad, sólo pudieron utilizar cloroformo y anestesia local. Al verse sin sus ropas, en manos de los médicos, lloró mucho. Le extrajeron dos costillas, dejando un orificio tan grande que por él podía pasar una mano. Sufrió todo calladita, gimiendo apenas de vez en cuando : “Ay, Virgencita mía”. Pero para consolar a los que la veían sufrir decía: “¡Paciencia! Todos tenemos que sufrir para llegar al Cielo”.
El viernes 20 de febrero, Nuestra Señora vino a buscar a Jacinta, que a pesar de no haber cumplido los 10 años, murió en olor de santidad.
Notas.-
1. P. Luis Gonzaga Ayres Da Fonseca, Nossa Senhora de Fátima, Editora Vozes, Petrópolis, 5ª edición, 1954, pp. 148-149.
2. P. João De Marchi I.M.C., Era uma Senhora mais brilhante que o Sol…, Seminário das Missões de Nossa Senhora de Fátima, Cova da Iría, 4ª edición, 1954, p. 35.
3. Cf. Antonio Borelli Machado, Fátima: ¿Mensaje de Tragedia o de Esperanza?, El Perú necesita de Fátima, Lima, 4ª edición, 2004, pp. 73-83.
Fuente: FATIMA.PE
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¡0h!, Reina de Fátima, en esta hora de tantos peligros para nuestro País y todas las naciones de América Latina, apartad de ellas el flagelo del comunismo ateo.
No permitáis que consiga instaurarse, en tantos países nacidos y formados bajo el influjo sagrado de la Civilización Cristiana, el régimen comunista que niega todos los Mandamientos de la Ley de Dios.
Para esto, ¡oh, Señora!, mantened vivo e incrementad el rechazo que el comunismo ha encontrado en todas las clases sociales de América Latina.
Ayudadnos a tener siempre presente que:
a) El Decálogo nos manda “amar a Dios sobre todas las cosas”, “no tomar su Santo Nombre en vano” y “guardar los domingos y fiestas de precepto”. Y el comunismo ateo hace todo para extinguir la Fe, llevar a los hombres a la blasfemia y crear obstáculos a la normal y pacífica celebración del culto;
b) el Decálogo manda “honrar padre y madre”, “no pecar contra la castidad” y “no desear la mujer del prójimo”. Ahora bien, el comunismo desea romper los vínculos entre padres e hijos, entregando la educación de éstos en manos del Estado. El comunismo niega el valor de la virginidad y enseña que el casamiento puede ser disuelto por cualquier motivo, por la mera voluntad de uno de los cónyuges;
c) el Decálogo manda “no hurtar” y “no codiciar los bienes ajenos”. Y el comunismo niega la propiedad privada y su tan importante función social;
d) el Decálogo manda “no matar”. Y el comunismo emplea la guerra de conquista como medio de su expansión ideológica y promueve revoluciones y crímenes en todo el mundo;
e) el Decálogo manda “no levantar falso testimonio”, y el comunismo usa sistemáticamente la mentira como arma de propaganda.
Haced que, cerrando resueltamente las puertas a la penetración comunista, nuestra Patria y todas las naciones hermanas de América Latina puedan contribuir para que se acerque el día de la gloriosa victoria que predijisteis en Fátima con estas palabras tan llenas de esperanza y dulzura:
“Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”
(con licencia eclesiástica)
Googlea “krouillong”
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Los Sábados son tradicionalmente dedicados a la Virgen. Desde muy antiguo la Santa Iglesia, a considerado el sábado un día dedicado a intensificar la devoción Cristiana a la Santísima Virgen, Madre de Dios y nuestra amantísima Madre. Mucha gente consagraba el primer sábado del mes a la Virgen por esta intención y para reparar por las blasfemias y ultrajes en contra de ella por parte de los pecadores y de los falsos maestros.
El Papa San Pío X el 12 de Julio de 1905 emitió un decreto en el que alababa esta práctica y ofrecía indulgencias por ella. Ese mismo año en el mes de Noviembre el Santo Padre nuevamente bendijo e indulgenció la práctica tradicional de los Hijos del Corazón de María y la Archicofradía del Inmaculado Corazón de María, para dedicar los primeros sábados de cada mes a esta devoción con el propósito de hacer reparación al I.C. de María.
La Virgen pide los Cinco Primeros Sábados de Reparación. La Virgen le dijo que “con el fin de prevenir la guerra, vendré para pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados de mes”. La promesa hecha por Nuestra Señora a Lucia en Julio 13, 1917 de que habría una manifestación futura concerniente a la práctica de los Cinco Primeros Sábados fue cumplida el 10 de diciembre de 1925.
Lucía era postulante en el Convento de las Doroteas en Pontevedra, España cuando tiene una aparición de la Virgen sobre una nube de luz, con el Niño Jesús a su lado. La Sta. Virgen puso su mano sobre el hombro de Lucía, mientras en la otra sostenía su corazón rodeado de espinas. El niño le dijo: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Esta cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas.”
Inmediatamente dijo Nuestra Señora a Lucía: “Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tu, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación”
Los elementos principales de los 5 primeros sábados de reparación son:
1- Confesión. Es esencial en el camino del arrepentimiento y la conversión.
2- Eucaristía: Recibir la Santa Comunión. El primer fruto de esta devoción es el culto a la Santa Eucaristía en sus tres aspectos: sacrificio, comunión y adoración. Acompañar al Santísimo Sacramento por quince minutos.
3- Rezo del Santo Rosario con dos aspectos: oración y meditación. Se rezan cinco misterios con la meditación de los misterios.
La oración vocal del Rosario tiene siempre en su base un acto de meditación interior en los misterios de la vida, sufrimiento y gloria de nuestro Señor y de la Stma. Virgen. La jaculatoria que la Virgen pide que recemos después de cada misterio: “Oh mi Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Conduce todas las almas al cielo especialmente las que más necesitan de tu misericordia”.
Estas almas son las de los pecadores por quienes rezamos por su conversión y salvación eterna. Estos pecadores pueden ser los que están mas obstinados en su pecado sin arrepentirse, aquellos que están, sin saberlo, al borde de la muerte y están en pecado mortal. Finalmente, aquellos que por circunstancia de lugar, están lejos de la posibilidad de conseguir un sacerdote y recibir los sacramentos incluso en sus últimos momentos. Por estas pobres almas, las que están en mas necesidad de la misericordia de Dios, deben ser derramadas las eficaces oraciones de las almas cristianas, intercediendo por ellos, haciendo reparación, uniéndose en meditación con el corazón de María, Madre y Refugio de los pecadores.
Promesa de Salvación
Aquellos que practiquen esta devoción de los cinco primeros sábados, Nuestra Señora prometió: “Yo os asistiré a la hora de vuestra muerte con las gracias necesarias de salvación”. Ella no promete la salvación eterna, sino las gracias necesarias para la salvación. Hay muchos testimonios de almas que son especialmente devotas del Corazón de María, que reciben un conocimiento del cielo que la hora de su partida esta cerca. No es precisamente un anuncio de la muerte, pero si una nueva y gentil preocupación por recibir con mas dignidad los sacramentos, con una intención mas pura en todas sus acciones y se intensifica la caridad y la dedicación al apostolado. El Corazón de María va perfeccionando las almas de sus hijos hasta llegar a su encuentro decisivo con su Divino Salvador.
Espíritu de Reparación
Todos estos actos de la devoción, deben hacerse con la intención de reparar las ofensas cometidas en contra del Inmaculado Corazón de María. Aquellos que la ofenden cometen una ofensa doble: ofenden a su Divino Hijo, y ponen en peligro su salvación. Esta reparación hace énfasis en nuestra responsabilidad hacia los pecadores que no oran y no hacen reparación por sus pecados.
Esta devoción nos presenta una responsabilidad social y nos recuerda de que para ir a Dios debemos amar a nuestros semejantes y tratar de salvar sus almas. También nos enseña una forma excelente de hacerlo, a través del espíritu de reparación al I.C. de María. Hay quienes se preocupan de que se les puede olvidar en cada uno de los cinco sábados ofrecer por la intención de reparación. Pero esto se puede evitar haciendo la resolución de ofrecer esta reparación desde el primer sábado que se empieza.. “Dios mío yo creo, adoro, espero y te amo. Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, y no te aman“ (el Santo Ángel de la Paz a los pastorcitos de Fátima).
¿Por qué 5 Sábados?
Después de haber estado Lucía en oración, Nuestro Señor le reveló la razón de los 5 sábados de reparación: “Hija mía, la razón es sencilla: se trata de 5 clases de ofensas y blasfemias proferidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1-Blasfemias contra su Inmaculada Concepción.
2-Contra su virginidad,
3-Contra su Maternidad Divina, rehusando al mismo tiempo recibirla como Madre de los hombres.
4-Contra los que procuran públicamente infundir en los corazones de los niños, la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia la Madre Inmaculada.
5-Contra los que la ultrajan directamente en sus sagradas imágenes.
“He aquí hija mía, porque ante este Inmaculado Corazón ultrajado, se movió mi misericordia a pedir esta pequeña reparación, y, en atención a Ella, a conceder el perdón a las almas que tuvieran la desgracia de ofender a mi Madre. En cuanto a ti procura incesantemente con tus oraciones y sacrificios moverme a misericordia para con esas almas”.
También es importante establecer un tiempo fijo para la devoción, en este caso los primeros cinco sábados de mes. Esto nos ayudará a establecer un hábito. La misma Iglesia lleva nuestra vida espiritual por ciclos litúrgicos: cuaresma, adviento…
Importancia de esta devoción
En febrero de 1926 se le apareció el Niño Jesús preguntándole si había difundido la devoción a su Santísima Madre. Lucía le contó las dificultades que tenía en llevar a cabo esta misión. Jesús le respondió que con su gracia bastaba.
En Fátima, la Virgen misma desea recomendar esta devoción, especificando “cinco primeros sábados consecutivos” enriqueciendo esta práctica con la promesa de salvación. En la última instancia, es Dios quien es ofendido por cada pecado. Por esta razón, es Dios también quien es el objeto último de cada acto de reparación de los cristianos. Nosotros no podemos comprender propiamente el mensaje celestial dado en Fátima en este punto esencial de reparación si no lo hacemos reparando directamente al Inmaculado Corazón de María. Es nuestro Señor mismo quien nos dice: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Esta cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas”.
La predestinación de María en su Maternidad Divina, su colaboración activa en toda la obra de redención, su misión de ser madre espiritual de toda la Iglesia y de cada persona redimida por la preciosa sangre de Cristo, constituye una de las leyes básicas de la divina providencia para la aplicación efectiva de la redención en cada alma. Por lo tanto, la devoción a su Inmaculado Corazón debe ser intensificada y extendida. Consecuentemente quien ofenda a nuestra Madre, ya sea por blasfemia, por negación de su grandeza en su misión de corredención, o por tratar de despreciar la devoción a Nuestra Señora en la Iglesia o en las almas, al mismo tiempo ofende a Dios y a su providencia.
Un cristiano que comprende cuan vil son este tipo de ofensas trata de hacer reparación intensificando su amor filial y su disponibilidad a servir y trabajar arduamente para que el Reino del Corazón de María se establezca. Así responde el amor. Ambos aspectos de la reparación cristiana: primero directamente a Dios y subordinadamente al corazón de María, son manifestaciones complementarias de una misma realidad y un mismo espíritu.
Frutos de esta devoción
En toda verdadera devoción a nuestra Señora (y la devoción a su Inmaculado Corazón es expresión perfecta de la verdadera devoción) hay siempre una invitación efectiva a regresar los corazones a Cristo Salvador. Cuando se trata de aquellos que han perdido la gracia, es una llamada a la conversión, a la vida de gracia y a la salvación eterna. Cuando se trata de almas que viven en la gracia de Dios, la verdadera devoción a María, les da un fuerte impulso por avanzar por la vía de santidad y crea en ellos un espíritu de apostolado cristiano. Esta es una ley constante en la vitalidad de la Iglesia. Ya sean Instituciones Marianas, Santuarios Marianos, movimientos y peregrinaciones Marianas, siempre han sido una llamada irresistible desde el corazón maternal de María, a un regreso de estas almas a Cristo. La práctica de los cinco primeros sábados en reparación, corresponde a este nuevo capitulo de la santificación para aquellos que desean escalar la montaña del amor y de la santidad.
Que Dios les conceda, por la intercesión de Nuestra Señora de Fátima, las Gracias que necesiten.
Karla Rouillon Gallangos
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