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De las Segundas Palabras de la Quinta Petición: Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores

DE LAS SEGUNDAS PALABRAS DE LA QUINTA PETICIÓN: ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES

De las Segundas Palabras de la Quinta Peticion Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores krouillong adelante la fe

Meditación para el sábado veinte

PUNTO PRIMERO. Considera lo primero que pedimos a Dios que nos perdone, con esta condición de que nosotros perdonemos a los que nos ofenden; y si no se cumple no alcanzaremos lo que pedimos. Pondera pues cuánto te importa que Dios te perdón, y qué será de ti sino te quiere perdonar; y luego considera que no te perdonará las ofensas que le has hecho, si tú no perdonas a tus prójimos las que han cometido contra ti; y por tanto arrodillado a sus pies, di de todo tu corazón: Señor: yo perdono de toda voluntad a todos mis enemigos, y a cuantos han levantado las manos contra mí, y os suplico que les hagáis merced a la medida que me han ofendido, porque me perdonéis a mí las ofensas que he cometido contra vos: yo los perdono porque me perdonéis: perdóname, Señor, mis deudas, como yo perdono a mis deudores.

PUNTO II. Considera que nos acuerda Dios las deudas que le debemos, y quiere que se las paguemos en nuestros prójimos, perdonándolos sus deudas por las que debemos a Dios: y si no lo hiciéremos así, siempre quedaremos deudores a su Divina Majestad, y reos y condenados a pagar con eternos tormentos. ¡Oh alma mía! Vuelve  los ojos a tu misma, y considera cuántas y cuáles son las deudas que debes a tu Dios, que en número exceden a los átomos del Sol, y su gravedad es tal, que en cuanto miran al ofendido no puede ser mayor; coteja luego con ellas las ofensas de tus prójimos, de que tienes tanta queja, y mira cuán nada son en su comparación, y que Dios te perdona a ti infinito, porque tu perdones una niñería a tus hermanos; y resuélvete a perdonarlos, y da al Señor millares de gracias porque te hizo tan fácil el perdón.

PUNTO III. Considera que nos manda Cristo pedir perdón de nuestras deudas a su Eterno Padre, porque si no las perdona, no tenemos caudal para pagarlas: en que debes reconocer tu pobreza y la imposibilidad en que te hayas para satisfacer a un Señor tan grande por deudas tan crecidas como tiene contra ti: humíllate en su acatamiento, y reconociendo tu pobreza, pide al Salvador del mundo una gota de su grande preciosísima para satisfacer tus deudas; pídele que pues tiene los tesoros infinitos del cielo, te saque de este empeño y pague a su Eterno Padre por ti. ¡Oh dueño de mi alma! ¡Oh Señor liberalísimo! Apiadaos de este pobre miserable, sacadme de este cautiverio; pagad, Señor, lo que no puedo pagar, y tened misericordia de mí.

PUNTO IV. Considera últimamente a que grado de confianza nos levanta el Salvador en esta petición, que nos dice que pidamos a Dios que nos imite en el perdón. El apóstol san Pablo nos exhorta que imitemos a Dios, diciendo[1]: imitad a Dios como hijos carísimos; y el mismo Cristo dijo[2]: sed perfectos, como lo es vuestro Padre celestial; pero en esta oración nos manda trocar las manos, y que pidamos a Dios que nos imite a nosotros perdonando nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores: de donde has de conocer la infinita bondad de Dios, que cosa tan importante como es el perdón de nuestros pecados, en que interesamos la vida eterna, la puso en nuestras manos, dándonos facultad de alcanzarle, perdonando a nuestros hermanos: dale infinitas gracias por esta merced, ármate de caridad para con tus prójimos, y pide a Dios con toda confianza que cumpla su palabra y que te perdone tus deudas, como tú perdonas las que te deben tus hermanos.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

[1] Efesios 3.

[2] Mateo 5.

Fuente: ADELANTE LA FE

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Asistencia Espiritual a los Enfermos (Parte II)

ASISTENCIA ESPIRITUAL A LOS ENFERMOS – PARTE II

EN LA HABITACIÓN DEL ENFERMO

Se procurará que desaparezcan del cuarto del enfermo todos los objetos peligrosos, como armas, pinturas poco honestas, y señaladamente las personas que pudieran serle ocasión de pecado; y a éstas se les ha de echar y no permitir la entrada en el aposento, aun cuando por otra parte parezcan útiles para el servicio del enfermo.

Por fin, se irán preparando las cosas necesarias para recibir con la posible decencia al Señor de cielo y tierra, que se digna visitar al enfermo y ser su viático para la eternidad.

Las cosas, que se han de preparar, son las siguientes:

   1) Una mesa cubierta con un paño blanco muy limpio.

   2) En el centro de la mesa un crucifijo.

   3) A los lados dos velas de cera, si se puede; si no, de esperma o cebo.

   4) Un vaso de agua bendita y una ramita verde.

   5) Otro vaso con agua clara, para que el sacerdote se purifique los dedos.

   6) Un platillo con migas de pan y un poco de algodón limpio.

Entre tanto que llegue el sacerdote, se leerán algunas oraciones al enfermo para disponerlo a la confesión y comunión; y se procurará que en el aposento no se hable de cosas inútiles; que no entren parientes a llorar y dar gritos; y que los circunstantes se ocupen en rezar el Rosario con otras preces por el moribundo.

Luego que se anuncia la llegada del sacerdote, todas las personas, que no sean absolutamente necesarias para el cuidado del enfermo, saldrán con la cabeza descubierta y con cirios, en las manos, si se puede, para acompañar al Santísimo.

Mientras se administre al enfermo, recen por él los circunstantes.

Como el demonio hace increíbles esfuerzos para perder las almas, especialmente en la hora de la muerte, es de desear que el sacerdote asista al enfermo hasta el último suspiro: caso que esto no fuere posible, toca a los amigos o parientes del paciente ayudarle a pasar santamente el tiempo que media entre la recepción de los sacramentos y la muerte, sugiriéndole algunos actos que le conserven, en la presencia de Dios y en los sentimientos de conformidad con su adorable voluntad. Bueno es poner a su vista un crucifijo, algunas imágenes de la Santísima Virgen, del Ángel de la Guarda, de San José u otros Santos de su devoción; presentarle el crucifijo, para que adore y reverencie las preciosas llagas de nuestro bondadoso Salvador; rociarle a menudo y todo el aposento con agua bendita, la cual ahuyenta a los espíritus infernales (1).

(1) Nota. Es práctica muy recomendable la imposición del Escapulario del Carmen por un Padre, que tenga facultad para ello.

“SOCIEDAD SAN MIGUEL”

AÑO 1928

Fuente: ADELANTE LA FE

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De la Quinta Petición de la Oración Dominica: Y perdónanos, Señor

DE LA QUINTA PETICIÓN DE LA ORACIÓN DOMINICA; Y PERDÓNANOS, SEÑOR

De la quinta peticion de la oracion dominica y perdonanos Señor krouillong adelante la fe

Meditación para el viernes veinte

PUNTO PRIMERO. Considera lo que sobre esta petición meditó san Juan Crisóstomo: lo primero, que habiéndonos instruido el Salvador en que pidiésemos el pan cuotidiano, nos manda luego que diligenciemos la vida eterna y los medios que conducen para ella, que son el perdón de los pecados y vencer las tentaciones. Este cuidado de lo eterno es el que ha de ocupar tu corazón, y en lo que has de poner el último esfuerzo; y como es imposible alcanzar la vida eterna sino es mediante el perdón de los pecados, por eso nos manda Cristo pedirle a su Eterno Padre: piensa pues ahora cuál cuidado es el que ocupa tu corazón, y si es el de los deleites y comodidades del cuerpo, y el de los bienes temporales o el de los eternos; y procura sacudir aquellos de ti, y tomar estos, de manera que este sea tu principal intento y el blanco de tus acciones, y en lo que pongas el mayor esfuerzo: cuida de alcanzar para este fin el perdón de tus pecados, y no hagas caso de lo vano y perecedero de este siglo.

PUNTO II. Considera la segunda razón por qué Cristo nos mandó pedir a su Eterno Padre el perdón de los pecados; conviene saber, como dice el mismo san Juan Crisóstomo, para que supiésemos que nos ha de venir de su mano, y que usa de misericordia con los que se la pide, arrepentidos de sus culpas, y sólo espera que se la pidamos para dárnosla. ¡Oh piadosísimo Señor! tan inclinado a la clemencia y a perdonar sus ofensas, que él mismo solicita a los ofensores para que le pidan perdón, y usar con ellos de misericordia. Saca de aquí un grande gozo de tener un Dios y un Señor tan piadoso, tan liberal, tan clemente y misericordioso, que ruega con la misericordia y el perdón. Alaba y engrandece su bondad cuanto tus fuerzas alcanzaren, y cobra juntamente una grande confianza en su piedad de alcanzar perdón de tus pecados por muchos y grandes que sean.

PUNTO III. Considera la tercera razón por qué nos manda pedir cada día perdón de nuestros pecados, porque nos humillemos y vivamos con cautela viendo nuestra flaqueza y malicia, que todos los días caemos y pecamos muchas veces, y necesitamos del perdón. El justo, dice Salomón[1], cae siente veces al día, esto es muchas veces; ¿Qué hará el pecador? Todos lo somos y todos caemos y por esto nos exhorta Cristo a todos, que diligenciemos con oraciones y plegarias todos los días el perdón de la mano de Dios, que sólo puede perdonar los pecados; mira que fuera de ti si Dios no te perdonará, y si se juntaran todos los pecados que has cometido en toda tu vida, ¿qué mar formarán tan profundo de tantos arroyos como corren cada día? Humíllate en la presencia de Dios, reconociéndote por pecador e indigno de que te sustente la tierra ni te cubra el cielo y de levantar los ojos a él, antes admírate como te han sufrido las criaturas, y no se han levantado todas contra ti, habiendo ofendido continuamente con tan gran número de ofensas a tu Criador; y pídele que se acuerde de tu flaqueza y detenga su ira para que no te aniquile o eche en los abismos del infierno, como lo merecen tus pecados.

PUNTO IV. Considera la cuarta razón porque nos manda Cristo pedir cada día perdón de nuestros pecados: conviene a saber, porque los traigamos cada día a la memoria, y los lloremos con verdadera contrición, y hagamos penitencia por ellos: este es un grande fruto de esta petición, y una lección utilísima: vuelve los ojos a la vida pasada, y mira también la presente, y acuérdate cuántas veces y cuán gravemente has ofendido a Dios: mira quién ha ofendido a quien, la criatura al Criador, y el que recibió merced al que se la hizo, y tú a tu bienhechor, a quien por tantos títulos debías servir; y esto no una vez en la vida, o en el año, o en el mes, sino muchas veces cada día, aún cada hora, sin cesar de ofenderle. Mira otrosí que penas mereces por tantos y tan continuos pecados, y cuanta es la bondad de Dios que te ha sufrido: gime y llora y resuélvete en lágrimas de pura contrición por haber ofendido a un tan grande Dios, y a un Padre tan piadoso y liberal que merece ser servido: pídele perdón con todo el afecto de tu alma, y gracia en adelante para morir millares de muertes antes de cometer la más mínima ofensa contra su Divina Majestad.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

[1] Proverbios 24

Fuente: ADELANTE LA FE

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De la doctrina del Evangelio (Mateo 18)

DE LA DOCTRINA DEL EVANGELIO (MATEO 18)

De la doctrina del evangelio krouillong adelante la fe

Meditación para el domingo veintiuno después de Pentecostés.

Compara Cristo en el evangelio el reino de los cielos a un rey que se puso a cuentas con sus criados, y habiendo perdonado a uno diez mil talentos, él no quiso perdonar a su consiervo ciento que le debía, por lo cual airado el rey le mandó echar en la cárcel hasta que pagase toda la deuda cumplidamente, de lo cual concluye el Salvador diciendo: de la misma manera hará vuestro Padre celestial con vosotros, si no os perdonáis de corazón unos a otros.

PUNTO PRIMERO. Considera la doctrina de este evangelio, que es confirmación y como repetición de la meditación pasada; en que nos enseña Cristo con esta semejanza, que no perdonará Dios en el juicio al que no perdonare en esta vida a sus hermanos: pasa los ojos de la considera por toda esta parábola, y mira cuánto te importa ser misericordioso con tus prójimos, perdonándoles sus deudas, porque Dios lo sea contigo, perdonándote las tuyas; y que si ellos no tienen con qué pagar, tampoco tienes tú con que satisfaces a Dios y resuélvete a perdonarlos, porque Dios te perdone.

PUNTO II. Considera cómo este rey poderoso se puso a cuentas con sus criados, pidiéndosela muy menuda de todo lo que les había entregado. Pondera despacio que ha de llegar aquel día en que el sumo Emperador de los cielos y la Tierra se ponga a cuentas con todos sus criados, y la estrechura con que se las ha de pedir, y cuán riguroso se ha de mostrar aquel día, en que no habrá apelación como la hubo en este, sino que se dará la sentencia final irrevocable, y luego se ejecutará sin dilación, en los buenos para el cielos, y en los malos al infierno para siempre jamás Considera a cuál parte irás tú y qué fuera de ti ahora, si te llamaran a cuentas, y tiembla los juicios de Dios, y prevente para el día de la cuenta.

PUNTO III. Considera lo que dice Cristo, que el primero de estas cuentas fue alcanzado en diez mil talentos, y no tuvo de donde pagar. ¡Oh pecador! Ponte en el lugar este siervo, y mírate en el tribunal de tan gran Dios, cercado por todas partes de acusadores que te hacen los cargos y te alcanzan mucho más que a este, porque son más tus pecados que sus deudas: mira que responderás, y con qué pagarás las deudas que debes a Dios y cuán alcanzado te hallarás; pues como dice el santo Job, de mil cargos no podrás responder a uno: ajusta tus cuentas antes que te las pidan, resuelve los libros de tu vida, repasa los años pasados y las partidas antiguas y las presentes; mira la entrada y la salida, y los cargos y descargos, y ajusta bien la cuenta, porque la des buena el día del juicio.

PUNTO IV. Considera lo que dice el Salvador, que alcanzando el rey a este siervo en la cantidad, dicha, le mandó vender a él, y a su mujer y a sus hijos, y a todos sus bienes y hacienda, cuanto tenía y poseía, para hacerse pago de la deuda: en que nos significa el rigor de aquel juicio y la terribilidad de la sentencia, y cómo le serán confiscados al malo todos sus bienes, en que tenía su esperanza, sin dejarle cosa alguna. Pondera la aflicción del pecador en este trance, y cómo hallará frustradas todas sus esperanzas, y aplica aquí las palabras de Cristo: ¿qué le aprovecha al hombre ganar todo el mundo, si su alma se condena? Vuelve sobre ti, y mira que al pasar los puertos de esta vida te han de confiscar cuanto hubieres ganado en ella, y que en las cuentas que te han de pedir no podrás hacer pago con la hacienda que llevares de acá, porque toda la han de vender y pasar a otros poseedores; solas tus obras te han de acompañar: la mujer, los hijos, los parientes, los amigos, los censos, las casas, las viñas y las haciendas, todo se ha quedar acá; lo cual supuesto, no seas tan necio como este, sino toma tiempo ahora que te lo da Dios, y atesora riquezas inmortales de muchas y santas obras, que puedan valerte en aquella ocasión.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

Fuente: ADELANTE LA FE

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De la paciencia y benignidad de Dios para con los pecadores

DE LA PACIENCIA Y BENIGNIDAD DE DIOS PARA CON LOS PECADORES

De la paciencia y benignidad de Dios para con los pecadores krouillong adelante la fe

Meditación para el lunes veintiuno

PUNTO PRIMERO. Considera cómo hallándose alcanzado en las cuentas este siervo, se arrojó a los pies de su rey, pidiéndole con lágrimas que le diese espera, y le pagaría la deuda. Este sólo medio te queda para tu remedio en las deudas que debes a Dios, imposibilitado de pagarle, que es arrojarte a sus pies, y pedirle con lágrimas de verdadera contrición, que alargue los plazos y te espere a penitencia, y te dé tiempo para satisfacer por tus pecados y pagarle lo que le debes; híncate de rodillas y pídele con este siervo: Señor tened paciencia, esperadme como esperáis a tantos, que yo prometo la enmienda y serviros de manera, que pueda con vuestra gracia satisfacer vuestras deudas.

PUNTO II.  Considera cómo mandó el rey confiscarle todos los bienes temporales, la mujer, los hijos y la hacienda para cobrar su deuda: con que nos enseña Cristo, que nos confisca Dios los bienes de la tierra para que le paguemos los que le debemos espirituales y del cielo: la pérdida de los parientes que nos quita, la de la salud, la de la honra y la de la hacienda, son prendas que nos saca Dios para que abramos los ojos y le paguemos las deudas que le debemos por nuestros pecados, hasta que nos cite de remate y nos embargue a nosotros mismos. ¡Oh alma mía! Atiende a tu particular, y mira las voces que te ha dado Dios y las prendas que te ha sacado, y saca cada día por las deudas que le debes y no le pagas, y mira que se van abreviando los plazos, y que muy presto te citará de remate y mandará venderte a ti mismo y entregarte a los tormentos, hasta que pagues en tu persona el más mínimo cuadrante: despierta y no esperes a más plazos, sino procura desde luego satisfacer a tu rey y hacer cuenta con pago.

PUNTO III. Considera la benignidad del rey, que sin más intercesores que sus lágrimas, le dio espera y tuvo paciencia en él: y pondera, que no solamente le esperó como pedía, sino que le perdonó todo el débito; cosa tan grande que no se atrevió a pedirla: en que declara la infinita piedad de Dios para con los pecadores, que no solamente los espera a penitencia, sino que les perdona liberalísimamente todo cuanto le han ofendido: bendito sea tan buen Dios, tan liberal, tan piadoso y misericordioso por siempre jamás. Amén. Saca aquí una grande confianza en Dios y un propósito firme de amarle y servirle eternamente. Contempla la paciencia con que sufre y espera a tantos pecadores como hoy le están ofendiendo en el mundo, y la que ha tenido y tiene en sufrirte a ti, y en esperarte tantos años a penitencia y nunca acabas de venir y rendirte a su servicio: llora tu obstinación y rebeldía, y rompe las cadenas que te tienen y no le hagas esperar más tu conversión, no sea que irrites con la dilación su ira, y venga sobre ti su indignación.

PUNTO IV. Pondera últimamente que este rey dilató la cuenta, para que multiplicándose la deuda del criado campease más su liberalidad, dándole mayor perdón: en que se descubre la liberalidad de Dios que espera a los pecadores muchos años, sabiendo que se multiplican sus ofensas, para darles mayor perdón y ostentar más su piedad: de lo cuál has de sacar dos cosas: la primera, es alabar y engrandecer la benignidad y misericordia de Dios, que tiene por caso de menos valer ser vencido de nuestras ofensas, y por timbre perdonar más, y a más que le hayan ofendido. La segunda no desmayar por muchos que sean tus pecados, antes cobra nueva confianza en su piedad de que la tendrá de ti, y no sólo te perdonará, sino que te recibirá en su gracia y te hará muchas mercedes por su infinita bondad, que sea alabada y ensalzada por todos los siglos de los siglos, sin fin.

Padre Alonso de Andrade, S.J 

Fuente: ADELANTE LA FE

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