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19 de 131 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI: Audiencia General del 13 de Agosto de 2008 en Castelgandolfo

19 de 131 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: AUDIENCIA GENERAL DEL 13 DE AGOSTO DE 2008 EN CASTELGANDOLFO

AUDIENCIA GENERAL DEL 13 DE AGOSTO DE 2008

Queridos hermanos y hermanas: 

Al regresar de Bressanone, donde he pasado un período de descanso, me alegra encontrarme con vosotros y saludaros, queridos habitantes de Castelgandolfo, y con vosotros, peregrinos que habéis venido hoy a visitarme. Quiero dar las gracias una vez más a cuantos me han acogido y han velado por mi permanencia en la montaña. Han sido días de distensión serena, durante los cuales no he cesado de recordar al Señor a cuantos se encomiendan a mis oraciones. Y son realmente muchísimos los que me escriben pidiendo que ore por ellos. Me manifiestan sus alegrías, pero también sus preocupaciones, sus proyectos de vida, sus problemas familiares y de trabajo, las expectativas y las esperanzas que llevan en el corazón, así como las angustias unidas a las incertidumbres que la humanidad está viviendo en este momento. Puedo asegurar que para todos y cada uno tengo un recuerdo, especialmente en la celebración diaria de la santa misa y en el rezo del santo rosario. Sé bien que el primer servicio que puedo hacer a la Iglesia y a la humanidad es precisamente el de la oración, porque al rezar pongo confiado en las manos del Señor el ministerio que él mismo me ha encomendado, junto con el destino de toda la comunidad eclesial y civil.

Quien ora no pierde nunca la esperanza, aun cuando se llegue a encontrar en situaciones difíciles e incluso humanamente desesperadas. Esto nos enseña la sagrada Escritura y de esto da testimonio la historia de la Iglesia. En efecto, ¡cuántos ejemplos podríamos citar de situaciones en las que precisamente la oración ha sido la que ha sostenido el camino de los santos y del pueblo cristiano! Entre los testimonios de nuestra época quiero citar el de dos santos cuya memoria celebramos en estos días:  Teresa Benedicta de la Cruz, Edith Stein, cuya fiesta celebramos el 9 de agosto, y Maximiliano María Kolbe al que recordaremos mañana, 14 de agosto, vigilia de la solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María. Ambos concluyeron su vida terrena con el martirio en el campo de concentración de Auschwitz. Aparentemente su existencia se podría considerar una derrota, pero precisamente en su martirio resplandece el fulgor del amor que vence las tinieblas del egoísmo y del odio. A san Maximiliano Kolbe se le atribuyen las siguientes palabras que habría pronunciado en el pleno furor de la persecución nazi:  “El odio no es una fuerza creativa:  lo es sólo el amor”. El generoso ofrecimiento que hizo de sí en cambio de un compañero de prisión, ofrecimiento que culminó con la muerte en el búnker del hambre, el 14 de agosto de 1941, fue una prueba heroica de amor.

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Edith Stein, el 6 de agosto del año sucesivo, tres días antes de su dramático fin, acercándose a algunas hermanas del monasterio de Echt, en Holanda, les dijo:  “Estoy preparada para todo. Jesús está también aquí en medio de nosotras. Hasta ahora he podido rezar muy bien y he dicho con todo el corazón:  Ave, Crux, spes unica”. Testigos que lograron escapar de la horrible masacre contaron que Teresa Benedicta de la Cruz mientras, vestida con el hábito carmelitano, avanzaba consciente hacia la muerte, se distinguía por su porte lleno de paz, por su actitud serena y por su comportamiento tranquilo y atento a las necesidades de todos. La oración fue el secreto de esta santa copatrona de Europa, que “aun después de haber alcanzado la verdad en la paz de la vida contemplativa, debió vivir hasta el fondo el misterio de la cruz” (Juan Pablo II, carta apostólica Spes aedificandi, 1 de octubre de 1999, n. 8:  L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 8 de octubre de 1999, p. 16).

Ave Maria!“:  fue la última invocación salida de los labios de san Maximiliano María Kolbe mientras ofrecía su brazo al que lo mataba con una inyección de ácido fénico. Es conmovedor constatar que acudir humilde y confiadamente a la Virgen es siempre fuente de valor y serenidad. Mientras nos preparamos a celebrar la solemnidad de la Asunción, que es una de las fiestas marianas más arraigadas en la tradición cristiana, renovemos nuestra confianza en Aquella que desde el cielo vela con amor materno sobre nosotros en todo momento. Esto es lo que decimos en la oración familiar del avemaría, pidiéndole que ruegue por nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte”.


Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Os invito a contemplar con fervor el testimonio de San Maximiliano María Kolbe. Siguiendo sus huellas, acoged con humildad la Palabra de Jesucristo, meditadla cada día y llevadla a la práctica con valentía y constancia. A ejemplo suyo también, poneos bajo el dulce amparo de la Virgen María, rezando el Santo Rosario y confiando siempre en su amor de Madre. Que Dios os bendiga.

(En portugués)
Saludo cordialmente al grupo de la Universidad católica portuguesa de Lisboa y a la tripulación del buque-escuela “Brasil”, de la marina brasileña, a los cuales deseo que se lleven de este encuentro la enseñanza de que vuestra vida tenga como objetivo servir, con caridad cristiana, a los ciudadanos de vuestra patria por los caminos de la paz, la solidaridad y la fraternidad. Con estos deseos, os bendigo de todo corazón a vosotros y a vuestras familias, así como a todos los peregrinos de lengua portuguesa aquí presentes.

(A los peregrinos polacos)
Mañana se celebra la memoria de san Maximiliano María Kolbe. El acto de amor heroico y la muerte del mártir será siempre signo del triunfo de la fuerza de Dios y la nobleza del hombre sobre la inmensidad del mal. Pidamos por su intercesión el don de la paz en el mundo. Que Dios os bendiga a vosotros y a vuestras familias.

(En italiano)

A las Religiosas de San Juan Bautista y a las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María (Instituto Ravasco)

Queridas hermanas, os aseguro mi recuerdo en la oración para que cada día renovéis la dimensión oblativa de vuestra vida en el ejercicio fiel de las virtudes evangélicas.

Saludo por último a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Queridos amigos, que la luz de Cristo ilumine siempre vuestra vida y la haga fecunda en el bien. Gracias a todos vosotros. Una vez más, feliz semana y feliz fiesta de la Asunción.

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18 de 131 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI: Audiencia General del 20 de Agosto de 2008 en Castelgandolfo

18 de 131 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: AUDIENCIA GENERAL DEL 20 DE AGOSTO DE 2008 EN CASTELGANDOLFO

AUDIENCIA GENERAL DEL 20 DE AGOSTO DE 2008

Queridos hermanos y hermanas: 

Cada día la Iglesia ofrece a nuestra consideración uno o más santos y beatos a los que invocar e imitar. En esta semana, por ejemplo, recordamos algunos muy apreciados por la devoción popular. Ayer, san Juan Eudes, que frente al rigorismo de los jansenistas —en el siglo XVII— promovió una tierna devoción, cuyas fuentes inagotables indicó en los sagrados Corazones de Jesús y de María. Hoy recordamos a san Bernardo de Claraval, a quien el Papa Pío VIII llamó “doctor melifluo” porque destacaba en “hacer destilar de los textos bíblicos el sentido que se encontraba escondido en ellos”. A este místico, deseoso de vivir sumergido en el “valle luminoso” de la contemplación, los acontecimientos lo llevaron a viajar por Europa para servir a la Iglesia en las necesidades de su tiempo y para defender la fe cristiana. Ha sido definido también como “doctor mariano”, no porque haya escrito muchísimo sobre la Virgen, sino porque supo captar su papel esencial en la Iglesia, presentándola como el modelo perfecto de la vida monástica y de todas las demás formas de vida cristiana.

Mañana recordaremos a san Pío X, que vivió en un periodo histórico atormentado. De él Juan Pablo II dijo, cuando visitó su pueblo natal en 1985:  “Luchó y sufrió por la libertad de la Iglesia, y por esta libertad se manifestó dispuesto a sacrificar privilegios y honores, a afrontar incomprensión y escarnios, puesto que valoraba esta libertad como garantía última para la integridad y la coherencia de la fe” (Discurso a los sacerdotes de la diócesis de Treviso, n. 2:   L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 14 de julio de 1985, p. 16).

El próximo viernes estará dedicado a Santa María Reina, memoria instituida por el siervo de Dios Pío XII en el año 1954, y que la renovación litúrgica impulsada por el concilio Vaticano II puso como complemento de la festividad de la Asunción, ya que ambos privilegios forman un único misterio.

Por último, el sábado rezaremos a santa Rosa de Lima, la primera santa canonizada del continente latinoamericano, del que es la patrona principal. Santa Rosa solía repetir:  “Si los hombres supieran qué es vivir en gracia, no se asustarían de ningún sufrimiento y aguantarían con gusto cualquier pena, porque la gracia es fruto de la paciencia”. Murió a los 31 años, en 1617, tras una breve existencia llena de privaciones y sufrimiento, en la fiesta del apóstol san Bartolomé, del que era muy devota porque había sufrido un martirio particularmente doloroso.

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Así pues, queridos hermanos y hermanas, día tras día la Iglesia nos ofrece la posibilidad de caminar en compañía de los santos. Hans Urs von Balthasar escribió que los santos constituyen el comentario más importante del Evangelio, su actualización en la vida diaria; por eso representan para nosotros un camino real de acceso a Jesús. El escritor francés Jean Guitton los describía como “los colores del espectro en relación con la luz”, porque cada uno de ellos refleja, con tonalidades y acentos propios, la luz de la santidad de Dios. ¡Qué importante y provechoso es, por tanto, el empeño por cultivar el conocimiento y la devoción de los santos, así como la meditación diaria de la palabra de Dios y el amor filial a la Virgen!

El período de vacaciones constituye, ciertamente, un tiempo útil para repasar la biografía y los escritos de algunos santos o santas en particular, pero cada día del año nos ofrece la oportunidad de familiarizarnos con nuestros patronos celestiales. Su experiencia humana y espiritual muestra que la santidad no es un lujo, no es un privilegio de unos pocos, una meta imposible para un hombre normal; en realidad, es el destino común de todos los hombres llamados a ser hijos de Dios, la vocación universal de todos los bautizados. La santidad se ofrece a todos; naturalmente no todos los santos son iguales:  de hecho, como he dicho, son el espectro de la luz divina. Y no es necesariamente un gran santo el que posee carismas extraordinarios. En efecto, hay muchísimos cuyo nombre sólo Dios conoce, porque en la tierra han llevado una vida aparentemente muy normal.

Precisamente estos santos “normales” son los santos que Dios quiere habitualmente. Su ejemplo testifica que sólo cuando se está en contacto con el Señor se llena uno de su paz y de su alegría y se es capaz de difundir por doquier serenidad, esperanza y optimismo. Considerando la variedad de sus carismas, Bernanos, gran escritor francés a quien siempre fascinó la idea de los santos —cita a muchos en sus novelas— destaca que “cada vida de santo es como un nuevo florecimiento de primavera”.

Que esto nos suceda también a nosotros. Así pues, dejémonos atraer por la fascinación sobrenatural de la santidad. Que nos obtenga esta gracia María, la Reina de todos los santos, Madre y refugio de los pecadores.


Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los sacerdotes de Toledo y de otras diócesis de España, que constituyen la Fraternidad Sacerdotal en el Corazón de Cristo. Os encomiendo en mi oración, para que continuéis aspirando cotidianamente a la santidad, ejerciendo vuestro ministerio con alegría, sencillez de corazón y fidelidad al Evangelio y a la Iglesia. La conducta ejemplar de un sacerdote y el testimonio de su amor a Dios y a los hermanos son fuente de gracias incesantes para el pueblo de Dios y una invitación constante para que otros respondan con generosidad a la llamada del Señor. Os bendigo a todos con afecto.

(En polaco)
La semana pasada Polonia fue azotada por tempestades y huracanes, acontecimientos insólitos en esa región. Ha habido muertos y heridos. Muchos han perdido el patrimonio de una vida entera. A cuantos han sufrido de algún modo daño a causa de esta desgracia les aseguro mi cercanía espiritual y mi recuerdo en la oración. Que la bendición del Señor descienda sobre ellos y sobre vosotros, aquí presentes.

(En italiano)
Me dirijo por último a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. A todos os invito a dedicar cada vez más tiempo a la formación cristiana, para ser fieles discípulos de Cristo, camino, verdad y vida.

Como no todos los fieles habían podido entrar en el patio, el Papa se asomó al balcón que da a la plaza y, antes de impartirles la bendición, les dijo: 

¡Buenos días a todos vosotros! En esta semana celebramos las fiestas de muchos santos. Hoy san Bernardo de Claraval, gran doctor de la Iglesia, gran doctor sobre todo de la veneración a la Virgen. Es un hombre que creó paz y así nos muestra cómo vivir el Evangelio. Celebramos mañana a san Pío X que, en un período difícil, guió a la Iglesia, renovó la liturgia y así renovó a la Iglesia desde dentro. De este modo todos los santos nos muestran cómo vivir el Evangelio. Son una interpretación libre del Evangelio y nos guían en nuestro camino. A todos os deseo unas felices vacaciones y una feliz semana. Gracias por vuestra presencia. Mi bendición para todos vosotros. ¡Felicidades y adiós!

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