ASISTENCIA ESPIRITUAL A LOS ENFERMOS – PARTE II
EN LA HABITACIÓN DEL ENFERMO
Se procurará que desaparezcan del cuarto del enfermo todos los objetos peligrosos, como armas, pinturas poco honestas, y señaladamente las personas que pudieran serle ocasión de pecado; y a éstas se les ha de echar y no permitir la entrada en el aposento, aun cuando por otra parte parezcan útiles para el servicio del enfermo.
Por fin, se irán preparando las cosas necesarias para recibir con la posible decencia al Señor de cielo y tierra, que se digna visitar al enfermo y ser su viático para la eternidad.
Las cosas, que se han de preparar, son las siguientes:
1) Una mesa cubierta con un paño blanco muy limpio.
2) En el centro de la mesa un crucifijo.
3) A los lados dos velas de cera, si se puede; si no, de esperma o cebo.
4) Un vaso de agua bendita y una ramita verde.
5) Otro vaso con agua clara, para que el sacerdote se purifique los dedos.
6) Un platillo con migas de pan y un poco de algodón limpio.
Entre tanto que llegue el sacerdote, se leerán algunas oraciones al enfermo para disponerlo a la confesión y comunión; y se procurará que en el aposento no se hable de cosas inútiles; que no entren parientes a llorar y dar gritos; y que los circunstantes se ocupen en rezar el Rosario con otras preces por el moribundo.
Luego que se anuncia la llegada del sacerdote, todas las personas, que no sean absolutamente necesarias para el cuidado del enfermo, saldrán con la cabeza descubierta y con cirios, en las manos, si se puede, para acompañar al Santísimo.
Mientras se administre al enfermo, recen por él los circunstantes.
Como el demonio hace increíbles esfuerzos para perder las almas, especialmente en la hora de la muerte, es de desear que el sacerdote asista al enfermo hasta el último suspiro: caso que esto no fuere posible, toca a los amigos o parientes del paciente ayudarle a pasar santamente el tiempo que media entre la recepción de los sacramentos y la muerte, sugiriéndole algunos actos que le conserven, en la presencia de Dios y en los sentimientos de conformidad con su adorable voluntad. Bueno es poner a su vista un crucifijo, algunas imágenes de la Santísima Virgen, del Ángel de la Guarda, de San José u otros Santos de su devoción; presentarle el crucifijo, para que adore y reverencie las preciosas llagas de nuestro bondadoso Salvador; rociarle a menudo y todo el aposento con agua bendita, la cual ahuyenta a los espíritus infernales (1).
(1) Nota. Es práctica muy recomendable la imposición del Escapulario del Carmen por un Padre, que tenga facultad para ello.
“SOCIEDAD SAN MIGUEL”
AÑO 1928
Fuente: ADELANTE LA FE
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