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48 de 95 – Catequesis del Santo Padre Benedicto XVI: El Año de la fe. Dios revela su «designio de benevolencia»

48 DE 95 – CATEQUESIS DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI: EL AÑO DE LA FE. DIOS REVELA SU “DESIGNIO DE BENEVOLENCIA”

AUDIENCIA GENERAL DEL 5 DE DICIEMBRE DE 2012

El Año de la fe. Dios revela su «designio de benevolencia»

Queridos hermanos y hermanas:

El apóstol san Pablo, al comienzo de su carta a los cristianos de Éfeso (cf. 1, 3-14), eleva una oración de bendición a Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos introduce a vivir el tiempo de Adviento, en el contexto del Año de la fe. El tema de este himno de alabanza es el proyecto de Dios respecto al hombre, definido con términos llenos de alegría, de estupor y de acción de gracias, como un «designio de benevolencia» (v. 9), de misericordia y de amor.

¿Por qué el apóstol eleva a Dios, desde lo profundo de su corazón, esta bendición? Porque mira su obrar en la historia de la salvación, que alcanza su cumbre en la encarnación, muerte y resurrección de Jesús, y contempla cómo el Padre celestial nos ha elegido antes aun de la creación del mundo para ser sus hijos adoptivos en su Hijo Unigénito Jesucristo (cf. Rm 8, 14s.; Ga 4, 4s.). Nosotros existimos en la mente de Dios desde la eternidad, en un gran proyecto que Dios ha custodiado en sí mismo y que ha decidido poner por obra y revelar «en la plenitud de los tiempos» (cf. Ef 1, 10). San Pablo nos hace comprender, por lo tanto, cómo toda la creación y, en particular, el hombre y la mujer no son fruto de la casualidad, sino que responden a un designio de benevolencia de la razón eterna de Dios que con el poder creador y redentor de su Palabra da origen al mundo. Esta primera afirmación nos recuerda que nuestra vocación no es simplemente existir en el mundo, estar insertados en una historia, y tampoco ser sólo criaturas de Dios; es algo más grande: es ser elegidos por Dios, antes aun de la creación del mundo, en el Hijo, Jesucristo. En Él, por lo tanto, nosotros ya existimos, por decirlo así, desde siempre. Dios nos contempla en Cristo como hijos adoptivos. El «designio de benevolencia» de Dios, que el Apóstol califica también como «designio de amor» (Ef 1, 5), se define «el misterio» de la voluntad divina (v. 9), oculto y ahora manifestado en la Persona y en la obra de Cristo. La iniciativa divina precede a toda respuesta humana: es un don gratuito de su amor que nos envuelve y nos transforma.

¿Cuál es el fin último de este designio misterioso? ¿Cuál es el centro de la voluntad de Dios? Es —nos dice san Pablo— el de «recapitular en Cristo todas las cosas» (v. 10). En esta expresión encontramos una de las formulaciones centrales del Nuevo Testamento que nos hacen comprender el designio de Dios, su proyecto de amor para toda la humanidad, una formulación que, en el siglo II, san Ireneo de Lyon tomó como núcleo de su cristología: «recapitular» toda la realidad en Cristo. Tal vez alguno de vosotros recuerda la fórmula usada por el Papa san Pío X para la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús: «Instaurare omnia in Christo», fórmula que remite a esta expresión paulina y que era también el lema de ese santo Pontífice. El Apóstol, sin embargo, habla más precisamente de recapitulación del universo en Cristo, y ello significa que en el gran designio de la creación y de la historia Cristo se erige como centro de todo el camino del mundo, piedra angular de todo, que atrae a Sí toda la realidad, para superar la dispersión y el límite y conducir todo a la plenitud querida por Dios (cf. Ef 1, 23).

Este «designio de benevolencia» no ha quedado, por decirlo así, en el silencio de Dios, en la altura de su Cielo, sino que Él lo ha dado a conocer entrando en relación con el hombre, a quien no sólo ha revelado algo, sino a Sí mismo. Él no ha comunicado simplemente un conjunto de verdades, sino que se ha auto-comunicado a nosotros, hasta ser uno de nosotros, hasta encarnarse. El Concilio Ecuménico Vaticano II en la constitución dogmática Dei Verbum dice: «Quiso Dios, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo —no sólo algo de sí, sino a sí mismo— y manifestar el misterio de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la naturaleza divina» (n. 2). Dios no sólo dice algo, sino que se comunica, nos atrae en la naturaleza divina de tal modo que quedamos implicados en ella, divinizados. Dios revela su gran designio de amor entrando en relación con el hombre, acercándose a él hasta el punto de hacerse, Él mismo, hombre. Continúa el Concilio: «Dios invisible movido de amor, habla a los hombres como amigos (cf. Ex 33, 11; Jn 15, 14-15), trata con ellos (cf. Ba 3, 38) para invitarlos y recibirlos en su compañía» (ib.). El hombre, sólo con su inteligencia y sus capacidades, no habría podido alcanzar esta revelación tan luminosa del amor de Dios. Es Dios quien ha abierto su Cielo y se abajó para guiar al hombre al abismo de su amor.

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Escribe también san Pablo a los cristianos de Corinto: «Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman. Y Dios nos lo ha revelado por el Espíritu; pues el Espíritu lo sondea todo, incluso lo profundo de Dios» (1 Co 2, 9-10). Y san Juan Crisóstomo, en una célebre página de comentario al comienzo de la Carta a los Efesios, invita a gustar toda la belleza de este «designio de benevolencia» de Dios revelado en Cristo, con estas palabras: «¿Qué es lo que te falta? Te has convertido en inmortal, en libre, en hijo, en justo, en hermano, en coheredero, con Cristo reinas, con Cristo eres glorificado. Todo nos ha sido donado y —como está escrito— “¿cómo no nos dará todo con Él?” (Rm 8, 32). Tu primicia (cf. 1 Co15, 20.23) es adorada por los ángeles […]: ¿qué es lo que te falta?» (PG 62, 11).

Esta comunión en Cristo por obra del Espíritu Santo, ofrecida por Dios a todos los hombres con la luz de la Revelación, no es algo que se sobrepone a nuestra humanidad, sino que es la realización de las aspiraciones más profundas, de aquel deseo de infinito y de plenitud que alberga en lo íntimo el ser humano, y lo abre a una felicidad no momentánea y limitada, sino eterna. San Buenaventura de Bagnoregio, refiriéndose a Dios que se revela y nos habla a través de las Escrituras para conducirnos a Él, afirma: «La Sagrada Escritura es […] el libro en el cual están escritas palabras de vida eterna para que no sólo creamos, sino también poseamos la vida eterna, en la cual veremos, amaremos y se realizarán todos nuestros deseos» (Breviloquium, Prol.;Opera Omnia V, 201 s.). Por último, el beato Papa Juan Pablo II recordaba que «la Revelación introduce en la historia un punto de referencia del cual el hombre no puede prescindir, si quiere llegar a comprender el misterio de su existencia; pero, por otra parte, este conocimiento remite constantemente al misterio de Dios que la mente humana no puede agotar, sino sólo recibir y acoger en la fe» (Enc. Fides et ratio, 14).

Desde esta perspectiva, ¿qué es, por lo tanto, el acto de fe? Es la respuesta del hombre a la Revelación de Dios, que se da a conocer, que manifiesta su designio de benevolencia; es, por usar una expresión agustiniana, dejarse aferrar por la Verdad que es Dios, una Verdad que es Amor. Por ello san Pablo subraya cómo a Dios, que ha revelado su misterio, se debe «la obediencia de la fe» (Rm 16, 26; cf. 1, 5; 2 Co 10, 5-6), la actitud con la cual «el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela» (Const. dogm. Dei Verbum, 5). Todo esto conduce a un cambio fundamental del modo de relacionarse con toda la realidad; todo se ve bajo una nueva luz, se trata por lo tanto de una verdadera «conversión». Fe es un «cambio de mentalidad», porque el Dios que se ha revelado en Cristo y ha dado a conocer su designio de amor, nos aferra, nos atrae a Sí, se convierte en el sentido que sostiene la vida, la roca sobre la que la vida puede encontrar estabilidad. En el Antiguo Testamento encontramos una densa expresión sobre la fe, que Dios confía al profeta Isaías a fin de que la comunique al rey de Judá, Acaz. Dios afirma: «Si no creéis —es decir, si no os mantenéis fieles a Dios— no subsistiréis» (Is 7, 9b). Existe, por lo tanto, un vínculo entre estar y comprender que expresa bien cómo la fe es acoger en la vida la visión de Dios sobre la realidad, dejar que sea Dios quien nos guíe con su Palabra y los Sacramentos para entender qué debemos hacer, cuál es el camino que debemos recorrer, cómo vivir. Al mismo tiempo, sin embargo, es precisamente comprender según Dios, ver con sus ojos lo que hace fuerte la vida, lo que nos permite «estar de pie», y no caer.

Queridos amigos, el Adviento, el tiempo litúrgico que acabamos de iniciar y que nos prepara para la Santa Navidad, nos coloca ante el luminoso misterio de la venida del Hijo de Dios, el gran «designio de benevolencia» con el cual Él quiere atraernos a sí, para hacernos vivir en plena comunión de alegría y de paz con Él. El Adviento nos invita una vez más, en medio de tantas dificultades, a renovar la certeza de que Dio está presente: Él ha entrado en el mundo, haciéndose hombre como nosotros, para llevar a plenitud su plan de amor. Y Dios pide que también nosotros nos convirtamos en signo de su acción en el mundo. A través de nuestra fe, nuestra esperanza, nuestra caridad, Él quiere entrar en el mundo siempre de nuevo y quiere hacer resplandecer siempre de nuevo su luz en nuestra noche.

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¡YA ESTAMOS EN EL AÑO DE LA FE!

¡YA ESTAMOS EN EL AÑO DE LA FE!

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El pasado 11 de octubre del 2012, el Santo Padre Benedicto XVI aperturó el Año de la Fe, cuyos objetivos son:

1) “Para confirmar nuestra fe rectamente expresada” (Pablo VI), “redescubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada” (Benedicto XVI).

2) “Para promover el estudio de las enseñanzas del Concilio Vaticano II” (Pablo VI), “con el Concilio se nos ha ofrecido una brújula segura para orientarnos en el camino del siglo que comienza” (Benedicto XVI).

3) “Para sostener los esfuerzos de los católicos que buscan profundizar las verdades de la fe” (Pablo VI); “intensificar la reflexión sobre la fe para ayudar a todos los creyentes en Cristo a que su adhesión al Evangelio sea más consciente y vigorosa, sobre todo en un momento de profundo cambio como el que la humanidad está viviendo” (Benedicto XVI).

A estos fines comunes a los dos Papas, el Santo Padre Benedicto XVI añade, fijándose en las circunstancias actuales, algunos más:

1) “Invitar a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo”.

2) “Comprometerse a favor de una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe”.

3) “Suscitar en todo creyente la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza”.

4) “Comprender de manera más profunda no sólo los contenidos de la fe sino, juntamente también con eso, el acto con el que decidimos de entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios”.

Este último objetivo es el que más recalca el Santo Padre Benedicto XVI. Le interesa subrayar la inseparabilidad del acto con el que se cree y de los contenidos a los que prestamos nuestro asentimiento:

El acto de fe sin contenidos nos conduce a la total subjetivación de la fe
Los contenidos, sin el asentimiento de la fe, instruyen nuestra mente, pero no nos unen a Dios ni son capaces de transformar nuestra vida, de convertirla al Dios vivo. Sólo si la profesión de fe desemboca en confesión del corazón podemos hablar de una fe madura, bien formada, capaz de producir frutos en los demás.

El libro privilegiado del Año de la fe

El año de la fe deberá expresar un compromiso unánime para redescubrir y estudiar los contenidos fundamentales de la fe, sintetizados en el Catecismo de la Iglesia Católica (Porta fidei, no. 11).

Si de lo que se trata es de reavivar e infundir una nueva linfa a la fe de los creyentes en Cristo, el Catecismo de la Iglesia Católica es el camino seguro para conseguirlo. En él se resume y expresa la fe de toda la Iglesia desde sus orígenes hasta nuestros días.

En él hallamos:

la fe que profesamos (credo)

la fe que celebramos (liturgia)

la fe que vivimos (moral)

la fe que rezamos (oración)

En nuestro tiempo, en el que los contenidos objetivos de la fe cristiana son muchas veces devaluados, sometidos a crítica destructiva, preteridos, ha llegado el momento de apuntar el zoom sobre la fe en toda su riqueza de doctrina, fruto de veinte siglos de reflexión y de vida.
¡Un año entero para ello hará mucho bien a toda la comunidad de la Iglesia Católica!

El Santo Padre Benedicto XVI propone el Catecismo de la Iglesia Católica “como un verdadero instrumento de apoyo a la fe, especialmente para quienes se preocupan por la formación de los cristianos, tan importante en nuestro contexto cultural”.

No dejes de escuchar la homilía la cual puedes ver en video en varios idiomas, gracias a Radio Vaticano y entérate de cómo obtener la Indulgencia Plenaria que puedes ganar durante todo el Año de la Fe, que termina con la Solemnidad de Jesucristo Rey del Universo del 2013.

INICIO DEL AÑO DE LA FE

SANTA MISA PARA LA APERTURA DEL AÑO DE LA FE
HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI EN LA PLAZA DE SAN PEDRO

COMO OBTENER LA INDULGENCIA PLENARIA EN EL AÑO DE LA FE

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COMO OBTENER INDULGENCIA PLENARIA EN EL AÑO DE LA FE

COMO OBTENER INDULGENCIA PLENARIA EN EL AÑO DE LA FE

Fuente: ACIPRENSA

VATICANO, 05 Oct. 12 / 03:58 pm
Fuente: ACI/EWTN Noticias

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El Papa Benedicto XVI ha decidido conceder a los fieles la indulgencia plenaria con motivo del Año de la Fe que se podrá obtener desde el día de su inicio, 11 de octubre de 2012, hasta el mismo día de su clausura, el 24 de noviembre de 2013.

Así lo estipula el decreto dado a conocer hoy que está firmado por el Cardenal Manuel Monteiro de Castro y por el Obispo Krzysztof Nykiel, respectivamente Penitenciario Mayor y Regente de la Penitenciaría Apostólica.

El texto señala que durante todo el arco del Año de la Fe, obtendrán la indulgencia plenaria “de la pena temporal por los propios pecados impartida por la misericordia de Dios, aplicable en sufragio de las almas de los fieles difuntos, todos los fieles verdaderamente arrepentidos, debidamente confesados, que hayan comulgado sacramentalmente y que recen según las oraciones del pontífice”.

Lo podrán hacer en cualquier de los siguientes cuatro casos:

– Cada vez que participen al menos en tres momentos de predicación durante las Sagradas Misiones, o al menos, en tres lecciones sobre los Actos del Concilio Vaticano II y sobre los artículos del Catecismo de la Iglesia en cualquier iglesia o lugar idóneo.

– Cada vez que visiten en peregrinación una basílica papal, una catacumba cristiana o un lugar sagrado designado por el Ordinario del lugar para el Año de la Fe (por ejemplo basílicas menores, santuarios marianos o de los apóstoles y patronos) y participen en una ceremonia sacra o, al menos, se recojan durante un tiempo en meditación y concluyan con el rezo del Padre nuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima (el Credo), las invocaciones a la Virgen María y, según el caso, a los santos apóstoles o patronos.

– Cada vez que en los días determinados por el Ordinario (Obispo) del lugar para el Año de la Fe, participen en cualquier lugar sagrado en una solemne celebración eucarística o en la liturgia de las horas, añadiendo la Profesión de fe en cualquier forma legítima.

– Un día, elegido libremente, durante el Año de la Fe, para visitar el baptisterio o cualquier otro lugar donde recibieron el sacramento del Bautismo, si renuevan las promesas bautismales de cualquier forma legítima.

El decreto explica que el Papa ha decidido establecer el Año de la Fe y conceder la indulgencia plenaria en ocasión del 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. Este año estará “particularmente dedicado a la profesión de la fe verdadera y a su recta interpretación, con la lectura o, mejor, la piadosa meditación de los Actos del Concilio y de los artículos del Catecismo de la Iglesia Católica”.

Explica además que “ya que se trata, ante todo, de desarrollar en grado sumo –por cuanto sea posible en esta tierra– la santidad de vida y de obtener, por lo tanto, en el grado más alto la pureza del alma, será muy útil el gran don de las indulgencias que la Iglesia, en virtud del poder conferido de Cristo, ofrece a cuantos que, con las debidas disposiciones, cumplen las prescripciones especiales para conseguirlas”.

El decreto de la Penitenciaría Apostólica señala también que los obispos diocesanos o eparquiales y los que están equiparados a ellos por derecho, en los días oportunos o con ocasión de las celebraciones principales, podrán impartir la Bendición Papal con la Indulgencia plenaria a los fieles.

El documento concluye recordando que los fieles que “por enfermedad o justa causa” no puedan salir de casa o del lugar donde se encuentren, también podrán obtener la indulgencia plenaria.

Para ello deberán estar “unidos con el espíritu y el pensamiento a los fieles presentes, particularmente cuando las palabras del Sumo Pontífice o de los obispos diocesanos se transmitan por radio o televisión, (y) recen, allí donde se encuentren, el Padre nuestro, la Profesión de fe en cualquier forma legítima y otras oraciones conformes a la finalidad del Año de la Fe ofreciendo sus sufrimientos o los problemas de su vida”.

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Hoy 11 de Octubre comienza el AÑO DE LA FE

AÑO DE LA FE

Hola, soy Karla Rouillon y hoy 11 de Octubre del 2012 comienza el AÑO DE LA FE, promovido por nuestro Santo Padre Benedicto XVI.

Les invito a comenzar el AÑO DE LA FE renovando nuestra profesión de Fe con un SI CREO.

Creo en un solo Dios Padre todopoderoso.
Creador del cielo y de la tierra,
de todas las cosas visibles e invisibles.

Y en un solo Señor, Jesucristo.
Hijo unigénito de Dios.
Y nacido del Padre, antes de todos los siglos.
Dios de Dios,
luz de luz,
Dios verdadero de Dios verdadero.
Engendrado, no creado;
de la misma naturaleza que el Padre,
y por quien han sido creadas todas las cosas.
El mismo que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó de los cielos.

Y SE ENCARNÓ POR OBRA DEL ESPÍRITU SANTO,
EN LAS ENTRAÑAS DE LA VIRGEN MARÍA
Y SE HIZO HOMBRE.

Fue también crucificado por nosotros
bajo el poder de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado.
Y resucitó al tercer día, según las Sagradas Escrituras.
Y subió al cielo y está sentado a la diestra del Padre.
Y otra vez ha de venir con gloria
a juzgar a los vivos y a los muertos,
y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo,
Señor y vivificador,
que procede del Padre y del Hijo.
Quien con el Padre y el Hijo, es juntamente adorado y glorificado,
el cual habló por boca de los profetas.

Y Creo en la Iglesia,
que es Una,
Santa,
Católica
y Apostólica.
Confieso que hay un solo Bautismo para la remisión de los pecados.
Y espero la resurrección de los muertos
y la vida eterna del mundo futuro que ha de venir.

Amén.

¡NO RECIBAS LA EUCARISTIA EN LA MANO

Y que Dios te bendiga

Karla Rouillon Gallangos
Lima – Perú
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NUEVE PREGUNTAS SOBRE EL AÑO DE LA FE

NUEVE PREGUNTAS SOBRE EL AÑO DE LA FE

Respuestas a las preguntas generales que surgen ante el Año de la Fe

Autor: Opus Dei | Fuente: www.opusdei.es

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El próximo 11 de octubre iniciará el Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI. Pero, ¿de qué se trata? ¿qué desea el Santo Padre? ¿qué se puede hacer? Respuestas a las preguntas que surgen a menos de un mes del inicio.

1. ¿Qué es el Año de la Fe?

El Año de la Fe “es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo” (Porta Fidei, 6).

2. ¿Cuando inicia y termina?

Inicia el 11 de octubre de 2012 y terminará el 24 de noviembre de 2013.

3. ¿Por qué esas fechas?

El 11 de octubre coinciden dos aniversarios: el 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el 20 aniversario de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. La clausura, el 24 de noviembre, será la solemnidad de Cristo Rey

4. ¿Por qué el Papa ha convocado este año?

“Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas”. Por eso, el Papa invita a una “auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo”. El objetivo principal de este año es que cada cristiano “pueda redescubrir el camino de la fe para poner a la luz siempre con mayor claridad la alegría y el renovado entusiasmo del encuentro con Cristo”.

5. ¿Qué medios ha señalado el Santo Padre?

Como expuso en el Motu Proprio “Porta Fidei”: Intensificar la celebración de la fe en la liturgia, especialmente en la Eucaristía; dar testimonio de la propia fe; y redescubrir los contenidos de la propia fe, expuestos principalmente en el Catecismo.

6. ¿Dónde tendrá lugar?

Como dijo Benedicto XVI, el alcance será universal. “Tendremos la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales e iglesias de todo el mundo; en nuestras casas y con nuestras familias, para que cada uno sienta con fuerza la exigencia de conocer y transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre. En este Año, las comunidades religiosas, así como las parroquiales, y todas las realidades eclesiales antiguas y nuevas, encontrarán la manera de profesar públicamente el Credo”.

7. ¿Dónde encontrar indicaciones más precisas?

En una nota publicada por la Congregación para la doctrina de la fe. Ahí se propone, por ejemplo:

•Alentar las peregrinaciones de los fieles a la Sede de Pedro;

•Organizar peregrinaciones, celebraciones y reuniones en los principales Santuarios.

•Realizar simposios, congresos y reuniones que favorezcan el conocimiento de los contenidos de la doctrina de la Iglesia Católica, y mantengan abierto el diálogo entre fe y razón.

•Leer o releer los principales documentos del Concilio Vaticano II.

•Acoger con mayor atención las homilías, catequesis, discursos y otras intervenciones del Santo Padre.

•Promover trasmisiones televisivas o radiofónicas, películas y publicaciones, incluso a nivel popular, accesibles a un público amplio, sobre el tema de la fe.

•Dar a conocer los santos de cada territorio, auténticos testigos de fe.

•Fomentar el aprecio por el patrimonio artístico religioso.

•Preparar y divulgar material de carácter apologético para ayudar a los fieles a resolver sus dudas.

•Eventos catequéticos para jóvenes que transmitan la belleza de la fe.

•Acercarse con mayor fe y frecuencia al sacramento de la Penitencia.

•Usar en los colegios el compendio del Catecismo de la Iglesia Católica.

•Organizar grupos de lectura del Catecismo y promover su difusión y venta.

8. ¿Qué documentos puedo leer por ahora?

•El motu proprio de Benedicto XVI “Porta Fidei”

•La nota con indicaciones pastorales para el Año de la Fe

•El Catecismo de la Iglesia Católica

•40 resúmenes sobre la fe cristiana

9. ¿Donde puedo obtener más información?

Visite el sitio oficial del Año de la Fe www.annusfidei.va

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