DEL PAN SUPERSUSTANCIAL QUE PEDIMOS EN LA ORACIÓN DOMINICA
Meditación para el jueves veinte
PUNTO PRIMERO. Considera que, como escribe san Mateo, Cristo nos mandó pedir el pan sobresustancial todos los días, que es su santísimo cuerpo sacramentado en especie de pan, como dicen muchos santos citados de santo Tomás, sobre lo cual has de meditar: lo primero cómo este divino manjar sobresustancial, porque él sólo es de sustancia para el alma y contiene la sustancia de todos los manjares; por lo cual dijo el mismo Cristo que su carne era el verdadero manjar, y su sangre la verdadera bebida; porque las demás no lo son como esta, en que se nos da la gracia y el autor de la misma gracia. Contempla el valor de este manjar, y la sustancia y la virtud que comunica a el alma, y dale muchas gracias a Dios por la merced que nos hizo en dárnosla para nuestro consuelo y remedio; y enséñate a despreciar todos los manjares por este, que es de sustancia y virtud sobre todos los demás.
PUNTO II. Considera por qué le llamo nuestro: lo primero porque le sazonó Cristo para nosotros y no para los ángeles, a quienes no hizo la merced que a nosotros. Considera los agradecimientos que le dieran los del cielo, si les hiciera esta merced de darles su cuerpo como a nosotros, y no seas tú más corto en agradecérsele que ellos, y en estimar tan singular favor; lo segundo porque no es singular, sino merced hecha a todos igualmente. Pondera aquí la equidad con que Cristo da tan soberano don a todos, chicos y grandes, nobles y plebeyos, ricos y pobres, sin excluir a alguno, sin distinción ni singularidad, comunicándoles su gracia a cada uno conforme a su devoción y a las disposición que lleva; y que muchas veces la dará más copiosa al pobre y humilde por ir más dispuesto, que al rico y levantado porque va menos; y alaba las maravillas de Dios y la rectitud de su justicia, y estudia en merecer más aumentos de su gracia por tu mayor disposición.
PUNTO III. Considera que siendo este divino pan de tan subido valor, le llama cuotidiano y nos manda pedir cada día, como el maná que bajaba del cielo: porque como dice san Agustín, cada día nos hemos de preparar para merecer recibirle, y cuando es de nuestra parte purificar nuestras almas, y hacerlas dignas moradas de tan alto Señor; en figura de lo cual todos los días al amanecer enviaba Dios un viento blando, que limpiaba la tierra donde había de caer el maná, porque ha de estar limpia el alma de toda imperfección para recibir este maná del cielo: mete la mano en tu conciencia, y mira si está tan limpia que le merezcas recibir, y procura acrisolarla de cualquier imperfección: toma el consejo de san Agustín, y vive de tal suerte que merezcas recibirle cada día.
PUNTO IV. Considera que nos manda Cristo pedir este divino pan, porque como tal nos sustenta y alimenta, y con él reparamos lo que perdemos cada día pecando, y cada día necesitamos de reparar por este celestial alimento lo que perdemos por el pecado: cada día necesitamos de ofrecerle este sacrificio para aplacarle y satisfacerle por nuestros pecados: cada día enfermamos en el alma, y cada día tenemos necesidad de esta saludable medicina para curar nuestras dolencias. Contempla pues los bienes y riquezas inestimables que tienes en este celestial bocado, y estímale y venérale como debes: ofrécele cada día a Dios en satisfacción de tus pecados: recíbele con hacimiento de gracias para reparo de tu alma; pídele que como médico celestial te cure de tus enfermedades, y que te preserve de caídas, y te de perseverancia en su gracia.
Padre Alonso de Andrade, S.J
Fuente: ADELANTE LA FE
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