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La Estupenda Santidad de San José

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«Vemos, pues, la admirable fecundidad de una vida que todas las circunstancias naturales tendían a volver estéril. Vemos la prodigiosa capacidad de acción de la santidad, que en el recogimiento y en la humildad, colaboró directamente en acontecimientos mucho más importantes, y tuvo una participación incalculablemente más notable en toda la Historia de la humanidad que Alejandro con sus ejércitos, Kant con su saber arrogante, o Maquiavelo con su diplomacia astuta y amoral».

LA ESTUPENDA SANTIDAD DE SAN JOSÉ

San José es doblemente Patrono del Perú: así fue oficialmente declarado por el Congreso Nacional en 1828, y solemnemente confirmado más de un siglo después por el Papa Pío XII, en 1954, por pedido unánime del Episcopado nacional. Al aproximarse su fiesta, presentamos este luminoso texto sobre su admirable vida interior.

La ignorancia religiosa en que vivimos ha producido, entre otros efectos nocivos, el de desvirtuar por completo el significado real de algunas determinaciones de la Iglesia que, cuando son mal interpretadas son enteramente estériles de frutos espirituales, pero cuando son bien comprendidas, son fértiles en gracias y provechos de todo orden. Es lo que se da, por ejemplo, con relación al culto a San José. Propuesto por la Iglesia como modelo de los jefes de familia y de los obreros, y también por el inmenso acervo de virtudes con que fue enriquecido por la gracia, fue modelo ideal de todas las grandes virtudes católicas.

La falsa humildad, una cobardía espiritual

La mayoría de los católicos, sin embargo, no piensa seriamente en escoger a San José como su modelo. De un lado, la inmensa santidad del padre legal de Jesús, a quien la Iglesia rinde el culto de suprema dulía [1], les parece un ideal absolutamente inalcanzable.

De otro lado, la debilidad humana de la que nos sentimos repletos, solicitada por toda especie de inclinaciones, nos aparta de tal manera de cualquier ideal espiritual, que juzgamos haber hecho ya mucho cuando nos liberamos del yugo del pecado mortal y venial, y vivimos una vida espiritual estacionaria relativamente suave, pues ésta se limita a la conservación del terreno conquistado, pero enteramente estéril para la Iglesia y para la mayor gloria de Dios.

La Iglesia ciertamente no pretende que sus hijos igualen en gloria y en virtud a aquel que, después de María Santísima, fue el más elevado exponente de virtudes de la humanidad.

Por otro lado, sin embargo, ella no quiere de ningún modo que limitemos nuestros horizontes espirituales a una vida piadosa banal, mezquinada por la errónea ilusión de que sería falta de humildad aspirar a la santidad que brilló en el genio de Santo Tomás, en la combatividad de San Ignacio, en el recogimiento de Santa Teresa y en la caridad de San Francisco.

La Iglesia desenmascara esa falsa humildad, señalando en ella, ya sea un pretexto artificioso de la cobardía espiritual, o una concepción orgullosa de la virtud, considerada más como un fruto del esfuerzo humano que de la misericordia de Dios. Y, al mismo tiempo, ella se sirve del ejemplo de sus grandes santos para “levantar en alto” nuestros corazones, indicándonos que la única preocupación real de esta vida, el único problema verdaderamente importante de nuestra existencia, es la adquisición de aquella perfección espiritual que será el único patrimonio que conservaremos —a despecho de las crisis financieras, de las conmociones sociales, y de la fragilidad de las cosas humanas—, para finalmente transponer con él los propios umbrales de la eternidad.

Una admirable espiritualidad

De ello es ejemplo cabal el gran San José.

Nacido de una familia ilustre, él arrastra, no obstante, una existencia oscura que, contrastando con el brillo de su nombre, lo colocó en la capa más baja de la sociedad de su tiempo.

Le faltan las dotes naturales con que los hombres se hacen grandes. No dispone de ejércitos ni de súbditos que lleven lejos la gloria de su nombre. No dispone del dinero con el cual pueda escalar las altas posiciones. Vive humilde y despreciado, a la sombra del Templo majestuoso que edificara su antepasado David, y en el mismo país en que había reinado la sabiduría de su antepasado Salomón.

Empero, brilla en él la llama de la caridad. Un intenso amor de Dios, una espiritualidad y una vida interior admirables hacen de su alma objeto de la complacencia de la Santísima Trinidad, y ese hombre humilde es llamado a coparticipar de modo directo en acontecimientos de los cuales derivarían los más notables hechos de la Historia del mundo.

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La colaboración de San José en el plan divino

La Redención de la humanidad, que es el hecho central de toda nuestra Historia, determinó la caída del paganismo, el surgimiento y el triunfo de la Iglesia Católica, la implantación de una civilización basada en concepciones completamente nuevas de la familia, del Estado, del individuo y de la Religión, que fueron los hechos iniciales y la causa del gran progreso que hoy admiramos.

La familia pagana, transformada y sobrenaturalizada por el contacto con los Sacramentos de la Iglesia, se transformó en foco admirable de perfección espiritual, y en escuela austera de disciplina de los instintos inferiores.

El Estado pagano, transformado desde sus fundamentos por el Catolicismo, dejó de ser privilegio de plutócratas o demagogos, para ser antes que nada un admirable medio de distribución equitativa de la justicia y protección a todos los individuos.

El individuo, que en el paganismo era presa de sus pasiones, vio abrirse delante de sí el admirable ideal de perfección espiritual predicado por el Hombre-Dios; y el hombre medieval, descendiente de los sibaritas de la Antigüedad, se transformó en el cruzado, en el asceta o en el filósofo cristiano.

La Religión, en fin, consiguió traer al mundo, con sus Sacramentos, con la gracia de que es vehículo, y con el admirable apostolado jerárquico de la Iglesia, una continuidad de acción santificadora que ha sido la columna de la civilización, y que es aún hoy el único obstáculo contra la acción invasora del comunismo, como lo fue contra las invasiones bárbaras o musulmanas.

Todos estos acontecimientos gloriosos tuvieron su origen en la Redención. San José, por la admirable correspondencia a la gracia con que se distinguió, colaboró de modo eminente en el plan divino de la Redención. Y, como tal, es merecedor de una gran parte de la gloria que, legítimamente, le cabe al Divino Salvador por la inmensidad de beneficios con que nos colmó.

¡Vida interior intensa, constante, ambiciosa!

Vemos, pues, la admirable fecundidad de una vida que todas las circunstancias naturales tendían a volver estéril. Vemos la prodigiosa capacidad de acción de la santidad, que en el recogimiento y en la humildad, colaboró directamente en acontecimientos mucho más importantes, y tuvo una participación incalculablemente más notable en toda la Historia de la humanidad que Alejandro con sus ejércitos, Kant con su saber arrogante, o Maquiavelo con su diplomacia astuta y amoral.

Vida interior, por lo tanto. Vida interior intensa, constante, ilimitadamente ambiciosa, en el sentido espiritual de la palabra, es la gran lección que la fiesta de San José nos deja.

Íntimamente unidos a Nuestra Señora como lo fue San José, la grandeza de la lección no debe desanimar la escasez de nuestras fuerzas, pues debemos exclamar como aliento: Omnia possum in eo qui me confortat — “Todo lo puedo en aquel que me conforta” (Filp. 4, 13).

(*) Título y subtítulos del traductor. Publicado bajo el título Ideal Mariano en “O Legionario”, São Paulo, Nº 116, 26-3-1933.

[1] Entre los santos, el culto a San José viene en primer lugar; por eso es llamado por los teólogos protodulía (proto=primero), para distinguirlo de la simple dulía (dependencia, veneración) prestada a los demás santos. Sobre él está únicamente el culto a Nuestra Señora, que por eso mismo recibe el nombre de hiperdulía, sólo inferior al culto debido a Dios, que es el de latría.

Fuente: Tradición y Acción por un Perú mayor

Autor: Plinio Corrêa de Oliveira (*)

Santa María, Madre de la Eucaristía

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SANTA MARÍA, MADRE DE LA EUCARISTÍA

Ave María, dulce Madre de la Eucaristía.

Con dolor y mucho amor,

nos has dado a tu Hijo Jesús

mientras pendía de la Cruz.

Nosotros, débiles criaturas,

nos aferramos a Ti para ser hijos dignos

de este gran Amor y Dolor.

Ayúdanos a ser humildes y sencillos,

ayúdanos a amar a todos los hombres,

ayúdanos a vivir en la Gracia

estando siempre listos

para recibir a Jesús en nuestro corazón.

Oh María, Madre de la Eucaristía,

nosotros, por cuenta propia,

no podremos comprender este gran misterio de Amor.

Que obtengamos la luz del Espíritu Santo,

para que así podamos comprender

aunque sea por un solo instante,

todo el infinito amor de tu Jesús

que se entrega a Sí mismo por nosotros.

Amén

–/–

¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

LO QUE DEBES SABER:

Nos han quitado los reclinatorios y no hemos hecho nada.

Nos imponen la sacrílega comunión en la mano y no hacemos nada.

La comunión en la mano se regula por una excepción dada por la diócesis, según el juicio del obispo respectivo. La comunión en la boca siempre ha sido y sigue siendo ley de la Iglesia y por tanto no debe ser considerada desechada por los católicos como forma válida de recibir la comunión.

La Santa Iglesia -en su sabiduría- ha dejado indicado en la excepción que regula la comunión en la mano que es “solo para el fiel que lo desea”, lo que significa que nadie, ni sacerdote, ni párroco, nadie puede obligarte a recibir la comunión en la mano.

La obediencia se debe siempre y cuando lo que se mande no sea pecado.

Si cedes a las presiones, estiras las manos y recibes la comunión en la mano es porque tú lo quieres así y, por tanto, tu responsabilidad, tu pecado, tus consecuencias.

Cuando veas al sacerdote negarte la comunión en la boca y querer que la recibas en la mano pregúntate si por ese sacerdote vale la pena ofender a Dios y cometer sacrilegio.

Toma la decisión correcta, no vaya a ser que estés siendo probado por Dios. Recuerda que todo te es lícito, pero no todo te edifica.

La comunión en la mano es el trabajo sacrílego perfecto de Satanás. Los católicos hoy en día blasfeman contra la Sagrada Eucaristía cuando dicen y consienten la idea de que “les da asco que les contagien una enfermedad con la saliva de otro fiel por comulgar en la boca” y luego cometen sacrilegio contra la Sagrada Eucaristía al recibirla en las manos, y con estos pecados se comen su propia condenación.

Por favor, por amor a Jesús, no se queden callados y luchen contra la sacrílega comunión en la mano… es Jesús ahí presente y no, no está dichoso de ser flagelado otra vez por ti recibiéndolo en las manos… ¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

Y recuerda que si en tu parroquia no cambian las cosas, siempre puedes cambiar tú de parroquia.

Que Dios bendiga a todos los que luchan contra la sacrílega comunión en la mano.

Karla Rouillon Gallangos

Sobre la COMUNIÓN EN LA MANO

Recuerda que los demonios son RESPONSABLES del pecado pero tú eres CULPABLE por no haber resistido la tentación y por ofender a Dios con el pecado. ¡Confiésate bien!

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Combatir al demonio para salvar nuestra alma y la de nuestros hermanos

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COMBATIR AL DEMONIO PARA SALVAR NUESTRA ALMA Y LA DE NUESTROS HERMANOS

Estamos ante la necesidad más grande en el momento presente…

El Papa Pablo VI decía:

“Una potencia hostil ha intervenido. Su nombre es el diablo, ese ser misterioso del que San Pedro habla en su primera Carta. ¿Cuántas veces, en el Evangelio, Cristo nos habla de este enemigo de los hombres?”. Y precisa: “Nosotros creemos que un ser preternatural ha venido al mundo precisamente para turbar la paz “. “El humo de satanás ha entrado por alguna fisura en el templo de Dios”. “¿Cuáles son hoy las necesidades más importantes de la Iglesia?“. La respuesta del Papa es clara: “Defenderse de ese mal al que llamamos el demonio”.

Recordemos la enseñanza de la Iglesia sobre la presencia en el mundo de “un ser viviente, espiritual, pervertido y pervertidor, realidad terrible, misteriosa y temible”.

El Papa Pablo VI afirmaba: “se separan de la enseñanza de la Biblia y de la Iglesia los que niegan a reconocer la existencia del diablo, o los que lo consideran un principio autónomo que no tiene, como todas las criaturas, su origen en Dios; y también los que lo explican como una seudo-realidad, una invención del espíritu para personificar las causas desconocidas de nuestros males”.

“Nosotros sabemos que este ser oscuro y perturbador existe verdaderamente y que está actuando de continuo con una astucia traidora. Es el enemigo oculto que siembra el error y la desgracia en la historia de la humanidad.”

“Es el seductor pérfido y taimado que sabe insinuarse en nosotros por los sentidos, la imaginación, la concupiscencia, la lógica utópica, las relaciones sociales desordenadas, para introducir en nuestros actos desviaciones muy nocivas y que, sin embargo, parecen corresponder a nuestras estructuras físicas o psíquicas o a nuestras aspiraciones más profundas”.

Satanás sabe insinuarse … para introducirse … sabe en donde están nuestras debilidades para tentarnos y con ello hacernos caer de la Gracia de Dios.

El maligno es, dice San Pedro, el león rugiente que ronda, buscando a quien devorar.

El diablo no espera a ser invitado para presentarse, más bien impone su presencia con una habilidad increíble.

Nuestro Señor Jesús calificó al diablo de “príncipe de este mundo” varias veces a lo largo de Su Ministerio, enseñándonos que tan grande es el poder de satanás sobre los hombres.

El papa Pablo VI se esforzó en señalar los indicios reveladores de la presencia activa del demonio en el mundo, diciendo:

“A propósito del demonio y de su influencia sobre los individuos, sobre las comunidades, sobre sociedades enteras, habría que retomar un capítulo muy importante de la doctrina católica, al que hoy se presta poca atención”.

Que los enemigos de la Iglesia Católica ironicen sobre su enseñanza respecto al demonio no suscita ninguna extrañeza, es de esperarse que los que de alguna manera pertenecen al demonio, ataquen a la única y verdadera Iglesia que Jesucristo erigió en el mundo, lo que sorprende es que muchos auto llamados “católicos” lo hagan.

¿Cómo no presentir bajo estas reacciones la cólera del maligno? En efecto, satanás necesita el anonimato para poder actuar de manera eficaz. ¿Cuál no será su irritación, por tanto, cuando ve al Papa denunciar urbi et orbi sus artimañas en la Iglesia y en el mundo? Es la cólera del enemigo que se siente desenmascarado y que exhala su despecho a través de estos secuaces hijos suyos.

Era un día de invierno en 1885, en el Vaticano, en la capilla privada de León XIII. Después de haber celebrado la misa, el Papa, según su costumbre, asistió a una segunda misa. Hacia el final, se le vio levantar la cabeza de repente y mirar fijamente hacia el altar, encima del tabernáculo. El rostro del Papa palideció y sus rasgos se tensaron. Acabada la misa, León XIII se levantó y, todavía bajo los efectos de una intensa emoción, se dirigió hacia su estudio.

El Papa se encerró en su estudio. Más tarde, hizo llamar al Secretario de la Congregación de Ritos. Le dio una hoja, y le pidió que la hiciera imprimir y la enviara a los Obispos de todo el mundo.

¿Cuál era el contenido de esta hoja? Era una oración al Arcángel San Miguel, compuesta por el mismo. Una oración que los Sacerdotes recitarían después de cada Misa:

“San Miguel Arcángel defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra las adversidades y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, te lo pedimos suplicantes. Y tú, Príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con el divino poder, a satanás y a los otros malos espíritus que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.”

León XIII confió movilizar a San Miguel Arcángel y a las milicias del cielo para defender a la Iglesia contra satanás y sus ejércitos.

Como afirmaba el Papa Juan Pablo II en 1987, en el santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gargan: “el demonio sigue vivo y activo en el mundo”. Las hostilidades no han cesado, los ejércitos de satanás no han sido desmovilizados. Por lo tanto la oración continúa siendo necesaria.

En 1884, poco tiempo antes de esta visión del mundo diabólico, León XIII había publicado una Encíclica sobre la francmasonería que se inicia con consideraciones de envergadura cósmica. “Desde que, por la envidia del demonio, el género humano se separó miserablemente de Dios, a quien debía su llamada a la existencia de los dones sobrenaturales, los hombres se han dividido en dos campos opuestos que no cesan de combatir: uno por la verdad y la virtud, el otro por aquello que es contrario a la virtud y a la verdad.”

Meditando las consideraciones de León XIII se comprende mejor la consigna dada por Pablo VI en su catequesis de 1972: “Habría que retomar un capítulo muy importante de la doctrina católica (la demonología), al que hoy se presta poca atención”.

El Papa Juan Pablo II hizo suya la consigna de su predecesor y trató este tema a lo largo de seis audiencias generales sucesivas. Y hay que añadir a esta enseñanza una peregrinación al Santuario de San Miguel Arcángel en el Monte Gargano, en 1987, y un discurso sobre el demonio pronunciado en 1988, con motivo de su viaje a Turín.

La táctica que satanás ha aplicado, y que continúa aplicando, consiste en no revelarse, para que el mal que ha difundido desde los orígenes se desarrolle por la acción del hombre mismo, por los sistemas y las relaciones entre los hombres, entre las clases y entre las naciones entre los hombres, entre las clases y entre las naciones, para que el mal se transforme cada vez más en un pecado “estructural” y se pueda identificar menos como un pecado “personal”. Satanás actúa sobre todo en la sombra, para pasar desapercibido, actúa a través de los hombres y también a través de las instituciones.

¿Es posible no relacionar a satanás en la preparación, autorización y aplicación de las leyes que autorizan el aborto, la eutanasia, la homosexualidad y todas las abominaciones con las que ahora se rige el mundo?

En un sentido actual sobre satanás, el benedictino Dom Alois Mager o.sb., antiguo decano de la facultad de teología de Salzburgo, afirma que el mundo satánico se caracteriza por dos rasgos: la mentira y el asesinato. La mentira aniquila la vida espiritual; el asesinato, la vida corporal.

Aniquilar siempre, ésta es la táctica de las fuerzas satánicas.

La insistencia creciente de los últimos Papas contemporáneos sobre satanás y sus maquinaciones ¿no es altamente significativa? ¿No nos invita a una profundización en nuestra postura sobre el papel del maligno en la historia de los pueblos y de la historia de cada hombre?

Pocos católicos parecen creer verdaderamente en la existencia personal del demonio y de sus huestes caídas. Muchos parecen incluso rechazar esta verdad que fue enseñada por nuestro Señor Jesucristo y aparece repetidamente en la Biblia.

El Cardenal Gabriel – Marie Garrone denunciaba la conspiración del silencio sobre la existencia del demonio: Hoy en día apenas si se osa hablar. Reina sobre este tema una especie de conspiración del silencio.

La existencia del demonio es una verdad y una certeza que no se puede rechazar sin temeridad a Dios y que reposa sobre las enseñanzas constantes que tiene su fuente en el Evangelio y más allá. La existencia, la naturaleza, la acción del demonio constituyen un dominio profundamente misterioso y en el que la única actitud sabia consistirá en aceptar esta verdad en la Fe.

Negar la existencia y la acción del maligno, equivale a ofrecerle de inicio un poder sobre nosotros.

Es mejor, en esto como en el resto, pensar humildemente, confiar en la Iglesia y no cometer los errores, que los cristianos protestantes, los intelectuales, los racionalistas y otros extraviados cometen, al pretender colocarse en una pretenciosa posición de “superioridad de razonamiento”, fuera de la influencia benefactora de su verdad y de su ayuda.

El Obispo de Estrasburgo, Mons. León Arthur Elchinger, hará eco de las consideraciones del Cardenal Gabriel – Marie Garrone. Pondrá, como se suele decir, los puntos sobre las “íes”, desafiando a los incrédulos.

“Creer en lucifer, en el maligno, en satanás, en la acción entre nosotros del espíritu del mal, del demonio, del príncipe de los demonios, significa pasar ante los ojos de muchos por ingenuo, simple, supersticioso… Pues bien, yo creo.”

“Creo en su existencia, en su influencia, en su inteligencia sutil, en su capacidad suprema de disimulo, en su habilidad para introducirse por todas partes, en su capacidad consumada de llegar a hacer creer que no existe. Pues bien, yo creo en su presencia entre nosotros, en su éxito, incluso dentro de grupos se reúnen para luchar contra la autodestrucción de la sociedad y de la Iglesia. Él consigue que se ocupen en actividades completamente secundarias e incluso infantiles, en lamentaciones inútiles, en discusiones estériles, y durante este tiempo puede continuar su juego sin miedo a ser molestado”.

Y el prelado expone sus razones de orden sobrenatural primero y después de orden natural.

“Sí, creo en lucifer y esto no es una prueba de estrechez de espíritu o de pesimismo. Creo porque los libros inspirados del Antiguo y del Nuevo Testamento nos hablan del combate que entabla contra aquellos a los que Dios ha prometido la Herencia de su Reino. Creo porque, con un poco de imparcialidad y una mirada que no se cierre a la luz de lo Alto, se adivina, se constata cómo este combate continúa bajo nuestros ojos. Ciertamente, no se trata de materializar a lucifer, de quedarnos en las representaciones de una piedad popular. Lucifer, el príncipe del mal, actúa en el espíritu y en el corazón del hombre”.

“Finalmente, creo en lucifer porque creo en Jesucristo que nos pone en guardia contra él y nos pide combatirlo con todas nuestras fuerzas si no queremos ser engañados sobre el sentido de la vida y del amor”.

La malicia del demonio es profundamente desconocida por los hombres y terriblemente peligrosa.

Divulgar la doctrina católica sobre la existencia del demonio, significa, responder a una llamada urgente de conciencia, de conocimiento y de preparación para poder enfrentarlo.

No olvidemos, ni por un minuto, que incluso después de su caída, satanás conserva integralmente su poder, su conocimiento y los dones verdaderamente espléndidos recibidos del Creador.

El demonio es mucho más poderoso que nosotros y  está presente en el lugar donde vivimos para tentarnos, por lo que nos tenemos que revestir de la Armadura de nuestro Señor Jesucristo, para poder soportar sus terribles ataques.

Un duro combate contra las potencias de las tinieblas tiene lugar a través de toda la historia de los hombres; comenzada al inicio y durará, como el Señor lo ha dicho (cfr Mt 24, 13; 13, 24-30 y 36, 43) hasta el último día. Ocupado en esta batalla el hombre debe combatir sin pausa para conseguir el bien. Y sólo a través de grandes esfuerzos y con la Gracia de Dios, logrará conquistar la salvación de su alma.

“Los demonios, nuestros enemigos, son fuertes y temibles, poseen un ardor invencible y están animados por un odio furioso e inimaginable contra nosotros. De igual modo nos hacen guerra sin descanso, sin paz y sin tregua posible. Su audacia es increíble.” (Cat. de Trento, cap. 41, par. III).

San Agustín ha captado y descrito estos dos reinos con una gran perspicacia bajo la forma de dos ciudades opuestas entre sí… tanto por las leyes que las rigen como por el ideal que persiguen.

“La ciudad terrestre procede del amor de sí llevado hasta el desprecio de Dios, mientras que la ciudad Celeste procede del amor de Dios llevado hasta el desprecio de sí”.

Inspirado del libro EL DIABLO HOY ¡APÁRTATE SATANÁS! de Georges Huber

No olvides nunca, que esta vida es pasajera, terminará cualquier día, pero lo que viene después es eterno y Jamás terminará, por lo que dale mucho más importancia a tu crecimiento espiritual y a vivir en la Gracia de Dios, que a conseguir el mejor puesto, el mejor auto, la mejor casa, etc.,  mantente en guardia contra el demonio y sus espíritus inmundos y has saber a los demás que estos existen, son reales, poderosos y quieren hacernos perder nuestra salvación, como ellos la perdieron.

“Porque nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus del mal que están en el aire”. (Efesios 6, 12)

Bendiciones.

Fuente: America Catolica

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Oración de Liberación

ORACIÓN DE LIBERACIÓN

Autor: Padre Evaristo Sada LC

Señor, el demonio anda “como león rugiente buscando a quien devorar” (1Pe 5,8).
No queremos caer en sus garras. Líbranos del mal.
Líbranos del tentador, de sus seducciones y de sus engaños, no dejes que siembre la cizaña del mal en nuestras vidas.
Líbranos del orgullo, del amor propio y la autosuficiencia.
Líbranos de la idolatría y la vanidad, de toda forma de egoísmo, de ponernos al centro de nuestros pensamientos e intereses.
Líbranos de ser esclavos de la opinión de los demás, de la cobardía, del respeto humano y de todo aquello que condicione nuestra autenticidad cristiana.
Líbranos de cuanto nos esclaviza sin que nos demos cuenta.
Líbranos de los malos sentimientos, del rencor, del odio, del deseo de venganza.
Líbranos de cualquier ambición o atadura que nos robe la paz.
Queremos aspirar a las cosas de arriba, no a las de la tierra.
Líbranos de los apegos que nos impiden volar hasta ti.
Aleja de nosotros toda turbación, angustia, tristeza u obsesión.
Líbranos de las fuerzas del mal, de los maleficios, de las brujerías, de la infestación diabólica.
Queremos estar siempre en tus brazos y nunca bajo el poder de Satanás.
¡Queremos ser libres, Señor! ¡Queremos ser tuyos, sólo tuyos!
Queremos despojarnos del hombre viejo y que nos revistas del hombre nuevo a través de la gracia que nos regalas en los Sacramentos.
Tenemos la certeza de que si tú estás con nosotros, nadie podrá contra nosotros (cfr Rm 8, 31)
Por eso hacemos esta oración llenos de confianza en Ti: Tú has vencido al mundo (cfr. Jn 16,33)
Todo lo podemos en ti que nos das fuerza (cfr Fil, 4,13)
Por los méritos de la pasión, muerte y resurrección de tu Hijo Jesucristo,
te pedimos, Padre, que nos libres del maligno ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén.

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“Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo.” (Catecismo n. 2854)

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La liberación del pecado comienza con una buena confesión de vida y la sanación recibiendo la Sagrada Eucaristía. Frecuenta a Jesús Eucaristía que es sanación y liberación de pecado.

¡NO RECIBAS A JESÚS EN LA MANO!

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Oración para pedir que se haga la voluntad de Dios

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ORACIÓN PARA PEDIR QUE SE HAGA LA VOLUNTAD DE DIOS

Padre Bueno, Tú siempre buscas mi bien y sólo mi bien.

Tú quieres mi salvación eterna.

Me hiciste para vivir en intimidad contigo en el tiempo y en la eternidad.

¡Qué más puedo desear! ¡Gracias, Padre!

No me impones un destino, me hiciste libre y quieres que yo elija.

Pero a veces preferiría no tener que elegir; temo equivocarme.

Tú conoces mi debilidad, tú sabes cómo a veces me confundo,

se me nubla la mente y no sé qué camino tomar.

No siempre es fácil saber qué es lo que Tú quieres,

qué es lo que más me conviene.

No quiero contristarte, no quiero hacer daño a las personas.

Sólo quiero agradarte, hacer el bien y alcanzar la vida eterna.

Quiero obedecerte porque quiero agradarte.

Quiero lo que Tú quieras porque te quiero.

Y si hago lo que Tú quieres me irá siempre bien.

Quien hace Tu Voluntad se salva.

Padre Nuestro, hágase Tu voluntad.

Tú amas a los que cumplen Tus mandamientos:

“Quien hace la voluntad de mi Padre, que está en los cielos,

ese es mi hermano y mi hermana.” (Mt 12, 49-50)

Tu Voluntad es que cumplan Tus mandamientos.

Se dice fácil, pero en las circunstancias concretas de la vida,

no es tan sencillo y no siempre sé cuál es Tu voluntad.

Cuando tengo delante el bien y el mal, es fácil distinguir,

pero a veces tengo que elegir entre dos bienes.

Por eso ahora, como Jesús en Getsemaní,

me abandono en tus brazos con absoluta confianza

y te digo: No se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc 22,42)

Que se haga Tu voluntad en mí.

Me guste o no me guste, sé que obedecerte será lo mejor para mí.

Padre Santo, hágase Tu voluntad.

Hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo.

“Que en la tierra reine la paz como en el cielo.” (San Ambrosio)

¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles,

los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes

apenas oyen la voz de su palabra!

¡Bendigan al Señor, todos sus ejércitos,

sus servidores, los que cumplen su voluntad! (Sal 102,20-21)

Así como los ángeles te obedecen, que así también yo.

Que así como ellos ven con claridad el modo de agradarte,

como ellos hacen el bien sin que ninguna miseria les desvíe,

que así también yo te obedezca y te bendiga.

Padre Nuestro, hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo.

 

Autor: Padre Evaristo Sada

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Oracion para entronizar las Palmas Benditas en el Hogar

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ORACIÓN PARA ENTRONIZAR LAS PALMAS BENDITAS EN EL HOGAR

Bendice Señor nuestro hogar.

Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.

Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,

para que respetándonos y amándonos

los sepamos honrar en nuestra vida familiar,

sé tú, el Rey en nuestro hogar.

Amén.

Fuente: Facebook Caballeros de la Virgen (Oficial) – Heraldos del Evangelio

¿Sabías que las Cenizas del Miércoles de Cenizas resultan de la quema de las Palmas Benditas del año pasado?

Conserva la tuya durante un año y una semana antes del próximo Miércoles de Ceniza, consulta en tu Parroquia cuándo será la quema de palmas benditas y obsequia la tuya. Si puedes ayudar a recolectar las Palmas Benditas de tu vecindario o en tu colegio mejor, así cooperarás con tu Iglesia para este fin y no faltarán cenizas para el inicio de la próxima Cuaresma.

 

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El Santo Vía Crucis con las meditaciones de San Alfonso María de Ligorio

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EL SANTO VÍA CRUCIS CON LAS MEDITACIONES DE SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

Por: San Alfonso María de Ligorio

EL CAMINO DE LA CRUZ

Arrodíllate ante el altar, haz un Acto de Contrición, y forma la intención de ganar las indulgencias bien para ti, o para las almas en el Purgatorio.

Acto de Contricción

Señor mío, Jesucristo, Dios y hombre verdadero,
Creador, Padre, Redentor mío,
por ser vos quien sois, bondad infinita
y por que os amo sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón haberos ofendido,
también me pesa porque podéis castigarme con
las penas del infierno.
Animado con tu divina gracia,
propongo firmemente nunca mas pecar, confesarme bien
y cumplir la penitencia que me fuera impuesta,
para el perdón de mis pecados. Amen.

Acepta con beneplácito el rezo de este santo via crucis y concede a las Benditas Almas del Purgatorio la indulgencia que la Santa Madre Iglesia ofrece.

Después di:

Señor mío Jesucristo, Vos anduvisteis con tan grande amor este camino para morir por mí, y yo os he ofendido tantas veces apartándome de Vos por el pecado; mas ahora os amo con todo mi corazón, y porque os amo, me arrepiento sinceramente de todas las ofensas que os he hecho. Perdóname, Señor, y permíteme que os acompañe en este viaje. Vais a morir por mi amor, pues yo también quiero vivir y morir por el vuestro, amado Redentor mío. Si, Jesús mío, quiero vivir siempre y morir unido a Vos.

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PRIMERA ESTACIÓN
Jesús sentenciado a muerte

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo Jesús, después de haber sido azotado y coronado de espinos, fue injustamente sentenciado por Pilato a morir crucificado.

(Aquí se hace una pequeña pausa para considerar brevemente el misterio, y lo mismo en las demás estaciones.)

Adorado Jesús mío: mis pecados fueron más bien que Pilato, los que os sentenciaron a muerte. Por los méritos de este doloroso paso, os suplico me asistáis en el camino que va recorriendo mi alma para la eternidad. Os amo, ¡ oh Jesús mío más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mi como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

 

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 SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús es cargado con la cruz

V. Te adoramos, Cristo. y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo Jesús, andando este camino con la cruz a cuestas, iba pensando en ti y ofreciendo a su Padre por tu salvación la muerte que iba a padecer.

Amabilísimo Jesús mío: abrazo todas las tribulaciones que me tenéis destinadas hasta la muerte, y os ruego, por los méritos de la pena que sufristeis llevando vuestra Cruz, me deis fuerza para llevar la mía con perfecta paciencia y resignación. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mi mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

 

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TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae la primera vez debajo de la cruz

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera esta primera caída de Jesús debajo de la Cruz. Sus carnes estaban despedazadas por los azotes; su cabeza coronada de espinas, y había ya derramado mucha sangre, por lo cual estaba tan débil, que apenas podía caminar; llevaba al mismo tiempo aquel enorme peso sobre sus hombros y los soldados le empujaban; de modo que muchas veces desfalleció y cayó en este camino.

Amado Jesús mío: más que el peso de la Cruz, son mis pecados los que os hacen sufrir tantas penas. Por los méritos de esta primera caída, libradme de incurrir en pecado mortal. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mio !, más que a mi mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

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CUARTA ESTACIÓN

Jesús encuentra a su afligida madre

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera el encuentro del Hijo con su Madre en este camino. Se miraron mutuamente Jesús y Maria, y sus miradas fueran otras tantas flechas que traspasaron sus amantes corazones.

Amantísimo Jesús mío: por la pena que experimentasteis en este encuentro, concededme la gracia de ser verdadero devoto de vuestra Santísima Madre. Y Vos, mi afligida Reina, que fuisteis abrumada de dolor, alcanzadme con vuestra intercesión una continua y amorosa memoria de la Pasión de vuestro Hijo. Os amo, ¡Oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

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QUINTA ESTACIÓN
Simón ayuda a Jesús a llevar la cruz

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo los judíos, al ver que Jesús iba desfalleciendo cada vez más, temieron que se les muriese en el camino y, como deseaban verle morir de la muerte infame de Cruz, obligaron a Simón el Cirineo a que le ayudase a llevar aquel pesado madero.

Dulcísimo Jesús mío: no quiero rehusar la Cruz, como lo hizo el Cirineo, antes bien la acepto y la abrazo; acepto en particular la muerte que tengáis destinada para mí, con todas las penas que la han de acompañar, la uno a la vuestra, y os la ofrezco. Vos habéis querido morir por. mi amor, yo quiero morir por el vuestro y por daros gusto; ayudadme con vuestra gracia. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío! más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

sexta estacion via crucis semana santa krouillong karla rouillon gallangos no recibas la eucaristia en la mano comunion en la mano yo no recibo la eucaristia en la mano san alfonso maria de ligorio
SEXTA ESTACIÓN
La Verónica limpia el rostro de Jesús

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo la devoto mujer Verónica, al ver a Jesús tan fatigado y con el rostro bañado en sudar y sangre, le ofreció un lienzo. y limpiándose con él nuestra Señor, quedó impreso en éste su santa imagen.

Amado Jesús mío: en otro tiempo vuestro rostro era hermosisímo; mas en este doloroso viaje, las heridas y la sangre han cambiado en fealdad su hermosura. ¡ Ah Señor mío, también mi alma quedó hermosa a vuestros ojos cuando recibí la gracia del bautismo, mas yo la he desfigurado después con mis pecados. Vos sólo, ¡ oh Redentor mío!, podéis restituirle su belleza pasada: hacedlo por los méritos de vuestra Pasión. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mi mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

 

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 SÉPTIMA ESTACIÓN

Jesús cae la segunda vez con la cruz

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera la segunda caída de Jesús debajo de la Cruz, en la cual se le renueva el dolor de las heridas de su cabeza y de todo su cuerpo al afligido Señor.

Oh pacientísimo. Jesús mio. Vos tantas veces me habéis perdonado, y yo he vuelto a caer y a ofenderos. Ayudadme, por los méritos de esta nueva caída, a perseverar en vuestra gracia hasta la muerte. Haced que en todas las tentaciones que me asalten, siempre y prontamente me encomiende a Vos. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío! más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

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OCTAVA ESTACIÓN
Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo algunas piadosas mujeres, viendo a Jesús en tan lastimosa estado, que iba derramando sangre por el camino, lloraban de compasión; mas Jesús les dijo: no lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestras hijos.

Afligido Jesús mío: lloro las ofensas que os he hecho, por los castigos que me han merecido, pero mucho más por el disgusto que os he dado a Vos, que tan ardientemente me habéis amado. No es tanto el Infierno, como vuestro amor, el que me hace llorar mis pecados. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

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 NOVENA ESTACIÓN

Jesús cae por tercera vez con la cruz

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera la tercera caída de Jesucristo. Extremada era su debilidad y excesiva la crueldad de los verdugos, que querían hacerle apresurar el paso, cuando apenas le quedaba aliento para moverse.

Atormentado Jesús mío: por los méritos de la debilidad que quisisteis padecer en vuestro camino al Calvario, dadme la fortaleza necesaria para vencer los respetos humanos y todos mis desordenados y perversos apetitos, que me han hecho despreciar vuestra amistad. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

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 DÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es despojado de sus vestiduras

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo al ser despojado Jesús de sus vestiduras por los verdugos, estando la túnica interior pegada a las carnes desolladas por los azotes, le arrancaran también con ella la piel de su sagrado cuerpo. Compadece a tu Señor y dile:

Inocente Jesús mío: por los méritos del dolor que entonces sufristeis, ayudadme a desnudarme de todos los afectos a las cosas terrenas, para, que pueda yo poner todo mi amor en Vos, que tan digno sois de ser amado. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

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 UNDÉCIMA ESTACIÓN

Jesús es clavado en la cruz

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo Jesús, tendido sobre la Cruz, alarga sus pies y manos y ofrece al Eterno Padre el sacrificio de su vida por nuestra salvación; le enclavan aquellos bárbaros verdugos y después levantan la Cruz en alto, dejándole morir de dolor, sobre aquel patíbulo infame.

Oh despreciado Jesús mío. Clavad mi corazón a vuestros pies para que quede siempre ahí amándoos y no os deje más. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido: no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez: haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

duodecima estacion via crucis semana santa krouillong karla rouillon gallangos no recibas la eucaristia en la mano comunion en la mano yo no recibo la eucaristia en la mano san alfonso maria de ligorio

 DUODÉCIMA ESTACIÓN

Jesús muere en la cruz

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo Jesús, después de tres horas de agonía, consumido de dolores y exhausto de fuerzas su cuerpo, inclina la cabeza y expía en la Cruz.

Oh difunto Jesús mío. Beso enternecido esa Cruz en que por mí habéis muerto. Yo, por mis pecados, tenía merecida una mala muerte, mas la vuestra es mi esperanza. Ea, pues. Señor, por los méritos de vuestra santísima muerte, concededme la gracia de morir abrazado a vuestros pies y consumido por vuestro amor. En vuestras manos encomiendo mi alma. Os amo, ¡oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, y me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

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 DECIMOTERCERA ESTACIÓN

Jesús es bajado de la cruz

V. Te adoramos. Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo, habiendo expirado ya el Señor, le bajaron de la Cruz dos de sus discípulos. José y Nicodemo, y le depositaran en los brazos de su afligida Madre, María, que le recibió con ternura y le estrechó contra su pecho traspasado de dolor.

Oh Madre afligida. Por el amor de este Hijo, admitidme por vuestro siervo y rogadle por mí. Y Vos, Redentor mío, ya que habéis querido morir por mí, recibidme en el número de los que os aman más de veras, pues yo no quiero amar nada fuera de Vos. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mío!, más que a mí mismo, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

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 DECIMOCUARTA ESTACIÓN

Jesús colocado en el sepulcro

V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Considera cómo los discípulos llevaron a enterrar o Jesús, acompañándole también su Santísima Madre, que le depositó en el sepulcro con sus propias manos. Después cerraron la puerta del sepulcro y se retiraron.

Oh Jesús mío sepultado. Beso esa losa que os encierra. Vos resucitasteis después de tres días; por vuestra resurrección os pido y os suplico me hagáis resucitar glorioso en el día del juicio final para estar eterna-mente con Vos en la Gloria, amándoos y bendiciéndoos. Os amo, ¡ oh Jesús, amor mio!, más que a mí mismo, me arrepiento de todo corazón de haberos ofendido; no permitáis que vuelva a separarme de Vos otra vez; haced que os ame siempre y disponed de mí como os agrade. Amén.

Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.

Amado Jesús mío,
Por mí vas a la muerte,
Quiero seguir tu suerte,
Muriendo por tu amor;
Perdón y gracia imploro,
Transido de dolor.

Después, volviendo al altar mayor, se rezan cinco Padrenuestros, cinco Avemarías y cinco Glorias por las cinco llagas de Jesucristo; además un  Padrenuestro, un Ave María  y un Gloria por las intenciones del Santo Padre, para poder ganar todas las otras indulgencias concedidas a esta devoción.

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Ver también EL VIA MATRIS

Te invito a leer este artículo sobre la SEMANA SANTA: LA SEMANA QUE CAMBIÓ AL MUNDO y estas recomendaciones para  el MIÉRCOLES DE CENIZA y la CUARESMA

Si quieres hacer una obra de misericordia enseña a otros a orar.

Otras oraciones que puedes aprender:

LA CORONILLA DE LA DIVINA MISERICORDIA

ROSARIO DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL

EL SANTO ROSARIO

CIEN RÉQUIEM

Que Dios les conceda a todos las Gracias que necesiten.

Karla Rouillon Gallangos

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Semana Santa: Una guía para cada día de la última semana de Jesús

SEMANA SANTA: UNA GUÍA PARA CADA DÍA DE LA ÚLTIMA SEMANA DE JESÚS.

Lee esta cronología como un posible, aunque no seguro, escenario de la última semana de Jesús. Sigue siendo una gran bendición tomar en cuenta la última semana del Señor y caminar con Él.

En el corazón de nuestra fe está el Misterio Pascual: la Pasión, la Muerte, la Resurrección, y la Ascensión de Jesucristo. Toda la historia de la salvación nos conduce y se pone en marcha desde estos eventos salvadores. El propósito de este artículo es describir la última semana de Jesús. A esta semana la llamamos “Semana Santa” pues el ministerio público de Jesús culmina con su sufrimiento, muerte y resurrección.

Me doy cuenta que algunos exegetas se burlan de la idea que podamos construir un diario de cada día sobre la última semana de Jesús. Existen lagunas históricas y cosas en las narraciones que no coinciden perfectamente. La secuencia a continuación sigue principalmente la narración sinóptica (Mateo, Marcos y Lucas), en términos de ritmo. A pesar de las dudas de algunos exegetas, la narración realmente coincide muy bien si usamos un poco de imaginación y vemos las diferencias no como diferencias en sí, sino sólo en los detalles.

Domingo de Ramos: Nuestra celebración de la Semana Santa comienza este domingo, como sabemos, donde hacemos presente la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén que da comienzo a su semana final y al inicio de su Pasión. Los cuatro evangelios relatan esta entrada triunfal ese domingo por la mañana de hace tanto tiempo, pero que conmemoramos nosotros hoy. Al recibir las palmas, toma en cuenta que eres parte de esa multitud. ¿Cómo caminarás esta semana con Jesús? Deja que la palma te recuerde de alabarlo con tu devota presencia durante el sagrado Triduo.

De acuerdo a Mc 11,11 Jesús regresó esa tarde a Betania, un suburbio de Jerusalén. Quizá se quedó con sus amigos Marta, María y Lázaro. Ora con Jesús esta tarde de cara a los difíciles días que le esperan.

Lunes Santo: Según Mt 21, Mc 11 y Lc 19, Jesús regresó a Jerusalén este día y, al ver una serie de prácticas vergonzosas alrededor del Templo, lo limpió. El Evangelio de Juan también cuenta que reprendió la incredulidad de la multitud. Mc 11,19 describe que regresó a Betania esta noche. Ora con Jesús pues está deseoso de purificarnos.

Martes Santo: De acuerdo con Mateo, Marcos y Lucas, Jesús nuevamente regresa a Jerusalén donde es confrontado por el líder del Templo por lo que hizo el día anterior. Cuestionan su autoridad. Él también enseña ampliamente con parábolas y otras formas. Está la parábola de la viña (cf Mt 21,33-46), la parábola del banquete de bodas, (cf Mt 22,1). También está la enseñanza del pago de impuestos (cf Mt 22,15) y la reprimenda a los saduceos que negaban la resurrección (cf Mt 22,23). También está la temerosa profecía sobre la destrucción de Jerusalén si los habitantes no se convierten.

Advierte que no quedará piedra sobre piedra (cf Mt24). Sigue rezando con Jesús y escucha detenidamente sus enseñanzas finales justo antes de su Pasión.

jesus en el huerto de los olivos getsemaní krouillong comunion en la mano

Miércoles Santo: Tradicionalmente, este día era llamado Miércoles del espía pues fue este miércoles antes de la crucifixión que Judas conspiró para entregar a Jesús. Por ello, fue pagado con 30 monedas de oro (cf Mt 26,14). Jesús posiblemente pasó el día en Betania. Por la tarde, María de Betania ungió a Jesús con un costoso perfume. Judas objetó pero Jesús lo reprendió y le dijo que María lo había ungido para su entierro (cf Mt 26,6). Los malvados están acorralando a Jesús y conspirando contra él. ¿Estás orando?

Jueves Santo: Este día marca el comienzo del sagrado Triduo , o “tres días”. Al inicio del día, Jesús dio instrucciones a los discípulos sobre cómo prepararse para la comida más sagrada, que será su última cena.  A lo largo del día hicieron los preparativos (cf Mt 26,17). En la misa de la Cena del Señor llevada a cabo en nuestras parroquias, recordamos y celebramos esa Última Cena que Jesús compartió con sus discípulos. Estamos en el Cenáculo con Jesús y los apóstoles haciendo lo que ellos hicieron. A través del ritual de lavar los pies (Jn 13,1) de los 12 parroquianos, nos unimos en servicio unos a otros. A través de nuestra celebración de esta primera misa y santa eucaristía (Mt 26,26), nos unimos a Jesús y recibimos su Cuerpo y su Sangre como si fuera la primera vez. En esta eucaristía, agradecemos especialmente a Dios por el don del sacerdocio ministerial. Tras la Última Cena (Primera Misa) los apóstoles y Jesús hicieron un corto viaje a lo largo del Valle de Cedrón al jardín donde les pidió orar y experimenta su agonía (cf Mt 26,30).

Nosotros también realizamos una procesión en la iglesia con Jesús Sacramentado a un jardín (el altar de reposo) que ha sido preparado. La liturgia termina en silencio. Es una costumbre antigua pasar esta noche una hora frente al reposado Santísimo Sacramento. Estamos con Jesús en el jardín y oramos mientras atraviesa su agonía. Muchas de nuestras parroquias permanecen abiertas hasta la medianoche. Fue cerca de la medianoche cuando Jesús fue traicionado por Judas, arrestado y llevado a la casa del Sumo Sacerdote (cf Mt 26,47).

Cristo crucificado krouillong comunion en la mano es sacrilegio 2

Viernes Santo: Jesús pasó toda la noche en el calabozo de la casa del Sumo Sacerdote. En la mañana temprano fue llevado frente a Pilato quien lo mandó con Herodes. Herodes lo mandó de regreso a Pilato quien, en algún momento de la mañana, se sometió ante la presión del líder del Templo y la multitud, y condenó a Jesús a la horrible muerte en la cruz.

Al final de la mañana, Jesús fue llevado por los soldados a través de la ciudad hasta el monte Gólgota. Al mediodía fue clavado en la cruz donde estuvo colgado en agonía durante tres horas. Murió a alrededor de las tres de la tarde. Es bajado de la cruz y colocado en la tumba rápidamente antes del atardecer. Hoy es un día para la oración, el ayuno y la abstinencia. Cuando es posible, los cristianos son instados a quedar libres de trabajar, de los compromisos sociales, de la diversión y dedicarse a una oración y adoración comunitaria. Al mediodía muchas parroquias se reúnen para las estaciones de la cruz y para rememorar las últimas siete palabras de Jesús. Muchas parroquias también ofrecen las estaciones de la cruz a las tres de la tarde, la hora de la muerte de Jesús. En la tarde, nos reunimos en silencio en nuestras parroquias para entrar en el tiempo de oración mientras reflexionamos sobre la muerte de Jesús en la cruz.

También rezamos por las necesidades del mundo. Reconocemos el poder de la cruz en nuestras vida hoy, uno por uno nos acercamos a venerar la cruz con un beso. Contempla también cómo los apóstoles se reunieron esa noche con miedo y en oración reflexionando sobre todo lo que había ocurrido.

Sábado Santo: El cuerpo de Jesús está en la tumba pero su alma está entre los muertos para anunciar el reino. “En verdad, en verdad os digo: llega la hora (ya estamos en ella), en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán” (Jn 5,25). Ten en cuenta lo que debió ser para los muertos en el Sheol despertar con la voz de Jesús.

Mientras tanto, los discípulos, con el corazón roto por la muerte de Jesús, observaron el Sabatt judío con tristeza. Se habían olvidado de la promesa de Jesús que resucitaría. Nosotros no podemos olvidar su promesa. No podemos olvidar.

Esta noche en nuestras parroquias después del atardecer nos reunimos para la Vigilia Pascual donde viviremos la resurrección de Jesús de entre los muertos. Nos reunimos en la oscuridad. Él es la luz del mundo. Entramos a la iglesia y atentamente escuchamos las historias bíblicas que describen la salvación de Dios en el pasado. Repentinamente, las luces de la iglesia se encienden y se canta el Gloria mientras celebramos el momento de la resurrección de Cristo. ¡Vive!

En la alegría de la resurrección celebramos el sacramento del Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía para nuestros catecúmenos y los candidatos que se han preparado durante muchas semanas para esta noche. Como iglesia cantamos el Aleluya por primera vez en cuarenta días. Haz lo que puedas por estar presente en esta noche e invita a tus amigos y familia a unirse también.

¡Nuestra vigilia que marca el inicio de una Pascua gozosa que no termina nunca!

Autor: Padre Christian Hernan Andrade