Gestionando la esperanza
En un país atravesado política y culturalmente por lo que llamo las 3d (desconfianza, desgano y depresión), automáticamente se pensará que esas cifras no son más que pura demagogia y juego gobiernista; sin embargo, hay que recordar que desde hace ochenta meses venimos teniendo un crecimiento económico sostenido, lo cual significa una gran oportunidad para transformar ese crecimiento en desarrollo cumpliendo con las metas arriba planteadas. Quizá se siga pensando que eso es puro espejismo, incluso quimérico, pero, parafraseando a Basadre, ¿por qué no dejamos nuestra clásica actitud de podridos, congelados e incendiarios y adoptamos la de esperanzadores?
Luego de asistir a ese taller, por lo menos yo, y creo que muchos, nos llenamos de aliento y esperanza; es decir, sí es posible materializar el sueño de ver a nuestro país, de aquí a tres años, con un mejor nivel de vida, “vida digna para todos”, como resume bien el objetivo central de la MCLCP.
Y aquí es donde surge la pregunta inmediata: ¿pero, cómo? Justamente, el taller fue para instruirnos en un nuevo concepto o herramienta que busca cambiar ostensiblemente el presupuesto público, uno de los principales instrumentos de gestión con los que cuenta el Estado para cumplir con la provisión de bienes y servicios públicos de manera eficiente, eficaz y equitativa. Ese nuevo concepto se llama Gestión y/o Presupuesto por Resultados (PxR), que no es más que una herramienta que busca mejorar la gestión presupuestaria, a través de una mejor vinculación del plan con el presupuesto y con la ejecución de las acciones, orientando el gasto público al logro de resultados e impactos concretos. Es decir, este nuevo instrumento, podría poner punto final al eterno historial de un Estado que maneja el presupuesto (plata de todos) ineficazmente, contribuyendo así a la pobreza de nuestro país. En resumén, lo que se busca es que en un país pobre como el nuestro, el Estado no siga botando la plata.
Hay que señalar que el GxR no es nuevo. Ya se aplica desde hace muchos en países de la región, como Chile, Brasil y Colombia (allá lo puso en marcha el desopilante filósofo Antanas Mockus, a quien conocí en la PUCP), y desde la academia tiene muchos años más. Como me ilustró Daniel Mamani, funcionario del MPA, su nombre científico es Balanced Scorecard o Cuadro de Mando Integral (CMI). Los creadores son Robert Kaplan y David Norton (“The Balanced ScoreCard: Translating Strategy into Action”, Harvard Business School Press, Boston, 1996),lo plantearon como un sistema de administración (Management system), que va más allá de la perspectiva financiera con la que los gerentes acostumbran evaluar la marcha de una empresa.
Es un método para medir las actividades de una compañía en términos de su visión y estrategia; es decir, mostrar continuamente cuándo una compañía y sus empleados alcanzan los resultados definidos por el plan estratégico. En palabras de los autores, “el CMI o BSC (en inglés) es una herramienta revolucionaria para movilizar a la gente hacia el pleno cumplimiento de la misión, a través de canalizar las energías, habilidades y conocimientos específicos de la gente en la organización hacia el logro de metas estratégicas de largo plazo. Permite tanto guiar el desempeño actual como apuntar el desempeño futuro. Usa medidas en cuatro categorías -desempeño financiero, conocimiento del cliente, procesos internos de negocios y aprendizaje y crecimiento- para alinear iniciativas individuales, organizacionales y trans-departamentales e identifica procesos enteramente nuevos para cumplir con objetivos del cliente y accionistas. El BSC es un robusto sistema de aprendizaje para probar, obtener realimentación y actualizar la estrategia de la organización. Provee el sistema gerencial para que las compañías inviertan en el largo plazo -en clientes, empleados, desarrollo de nuevos productos y sistemas más bien que en gerenciar la última línea para bombear utilidades de corto plazo. Cambia la manera en que se mide y gerencia un negocio”.
Bueno, este concepto, nacido y aplicado para el sector privado ha sido trasladado al sector público y, según las experiencias en países de la región (aunque el primero en ponerlo en la práctica pública fue Francia), está dando magníficos resultados. Nuestro país ya lo adoptó y no sólo eso, lo ha oficializado a través de la dirección Nacional de Presupuesto Público y el Ministerio de Economía y Finanza. Así, la Ley de Presupuesto del Sector Público define, desde el año pasado, once actividades prioritarias a favor de la infancia, a partir de las cuales se iniciará la mejora de la calidad del gasto y la gestión por resultados. Estas actividades son: atención a la mujer gestante, atención al niño menor de 29 días, atención al niño menor de 5 años, atención de enfermedades diarréicas y respiratorias agudas; abastecimiento de agua segura y vigilancia y control de calidad de agua para consumo; registro de nacimiento y de identidad; control de asistencia de profesores y alumnos; atención educativa prioritaria a niños y niñas de 5 a 7 años; formación matemática y comprensión de lectura al final del primer ciclo de primaria; supervisión, monitoreo, asesoría pedagógica y capacitación a docentes, y, finalmente, atención a infraestructura escolar en riesgo. Es decir, atacar los problemas neurálgicos del país: salud y educación.
Gran tarea la que hay que asumir. La idea es que la MCLCP movilice a la sociedad civil y al Estado para que, en la elaboración de los presupuestos para el próximo año, se tome en cuenta estas actividades prioritarias con el enfoque de GxR. Es decir, administrar racionalmente los recursos, medirlos por su eficiencia y agudizar la vista para su cumplimiento, que no es otra cosa que mayor participación y, por tanto, democracia. Vista así las cosas, cómo no llenarse de esperanza?