Semana abimaelista
No sólo minera sino también senderista ha sido esta semana, pues nos tocó recordar los 25 años de la captura de Abimael Guzmán, el afiebrado líder de la que ha sido calificada como una de las organizaciones más criminales de la historia humana: Sendero Luminoso. Muchos medios, titulares y portadas tocaron el tema e incluso el cine se sumó al acontecimiento con el estreno de “La hora final”, película de gran medianía de Eduardo Mendoza, y que si no fuese por Pietro Sibille, su protagonista, no merece mayor atención. Sin embargo, sobre Sendero y todo lo que eso significó (y sigue significando), se ha escrito mucho. Justamente, en esta semana senderista y especialmente abiamelista, recuerdo el libro de “Profetas del odio, raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso, de Gonzalo Portocarrero que se publicó en 2012 y que junto con Jorge Bedregal, tuve el honor de presentar en la Feria Internacional de Libro que se hacía en nuestra ciudad. Les dejo lo que esa noche comenté:
Gonzalo Portocarrero nos vuelve a reunir para presentar una nueva investigación de un viejo tema: Profetas del odio, raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso. Digo viejo tema porque ya en 1998 Gonzalo nos entregó “Razones de sangre, aproximaciones a la violencia política”, donde investiga el fenómeno senderista; es más, de lo que yo conozco, se ha reeditado el libro compilatorio “¿Hay lugar para los pobres en el Perú?”, que tiene un ensayo de Gonzalo sobre las relaciones Estado-sociedad peruana donde analiza una de ellas y que tiene que ver con la violencia histórica que permea a la sociedad peruana, en donde la “búsqueda del Inca” y el racismo sería hoy una de sus expresiones, tema que también ha sido abundantemente analizado en libros como “Racismo y mestizaje”.
Como pueden ver, el libro que hoy presentamos sigue ese continuo reflexivo que ha inquietado al autor y que debiera inquietarnos a todos. Me refiero a los años de barbarie, sangre y dolor que vivió nuestro país por cerca de veinte años, producto de una guerra demencial protagonizada, entre otros, por Sendero Luminoso, organización asesina que lideró Abimael Guzmán Reynoso. Y esa preocupación y reflexión a la que nos invita Gonzalo con esta nueva obra, no sólo hay que hacerla por respetar y cumplir con una de las recomendaciones de la CVR que tiene que ver con hurgar en la memoria para que el terrorismo senderista no se repita, sino para construir los puentes que nos integren más como nación, y así imaginarnos un futuro compartido, elemento ausente en la agenda del país desde hace muchísimos años.
Lo nuevo que trae Gonzalo en esta investigación sobre el senderismo, es el intento radiográfico que hace de Abimael Guzmán y su cúpula dirigencial. Para ello ha usado como elementos de análisis toda la parafernalia simbólica y cultural que usó esa organización criminal como canciones, textos, panfletos, pinturas, videos, etc. Ese material sometido a la luz de la filosofía, psicoanálisis, historia y demás teorías sociológicas nos arroja una visión de lo que fue, o es, Abimael Guzmán y su dirigencia, de cuáles fueron las razones que motivaron esa construcción ideológica basada en el odio y el desprecio a la vida con el pretexto de construir un país libre y justo, y cómo lograron edificar esa imagen de endiosamiento que los llevó a la condición de ser visto como “iluminados”, “salvadores milenaristas; es decir, ”profetas”.
Centrándose en la figura de Guzmán, el autor se pregunta en qué cualidades se funda el atractivo y carisma de ese líder, porqué el denominado Presidente Gonzalo despertaba más y más admiración entre sus seguidores. Para ello el autor traza un mapa donde analiza el delirio de Guzmán, su influencia con el entorno y sus seguidores inmediatos y cómo es que el aparato propagandístico de Sendero ayudó a endiosar a este personaje. Gonzalo Portocarrero tuvo que viajar varias veces a Ayacucho para entrevistar a mucha gente que conoció y estuvo en el entorno de ese arequipeño, profesor de filosofía. De toda esa mertodología ensaya la siguiente respuesta: En síntesis, tenemos el retrato de un hombre marcado por una cultura señorial y provinciana. Con un trato afable pero lejano, muy consciente de las jerarquías. Además, muy concernido por su apariencia y presentación y con gustos sofisticados en relación con su medio. Su socialidad no es lucida, no es muy festivo, sus temas de interés se restringen a lo “importante”, a los problemas políticos. Como intelectual es muy cerrado conceptualmente, pero a la vez muy estudioso, privilegiando más la doctrina que la propia experiencia, esperando encontrar la verdad más en la cita y en la teoría que en el conocimiento de lo inmediato. Como expositor es ameno y sus clases están bien hilvanadas. Hace énfasis en las citas y en la enseñanza y aprendizaje de los conceptos. Finalmente, es muy clara su vocación de poder, su necesidad de ser admirado…” (pág. 106).
Respuestas como esa, pueden encontrarse a lo largo del libro luego de análisis que sobrepasan la historia, ya que se hacen hurgando en los textos, símbolos, fotos, cuentos, obras teatrales, videos (es delicioso el análisis donde se ve a líder senderista, totalmente ebrio y rodeado con su cúpula bailando Zorba el griego).
Toda esa investigación puede leerse en un poco más de quince capítulos, que por suerte, pueden hacerse independientemente. Digo “por suerte”, porque hay que reconocer que esa combinación de psicoanálisis, historia, filosofía y teoría sociológica, o más específicamente, de Freud, Nietzsche y Marx del que Gonzalo hace gala, no es de lectura fácil. Esto no es una crítica, al contrario, es una muestra de la pulcritud de cómo deben analizarse los fenómenos sociales y mucho más uno como el terrorismo que aún mantiene las heridas abiertas en nuestro país. Y digo esto a propósito de la manera tan ligera con que se ha criticado el libro, evidenciando que, definitivamente, esos críticos no han leído ni siquiera un capítulo.
Ahora, aunque este es un libro profundamente académico, no puede abstraerse de la coyuntura política, una coyuntura marcada por, parece, el resurgimiento senderista con otro maquillaje. Recordemos que este año han presentado más de trescientas mil firmas para inscribirse como partido político, recordemos cómo vienen actuando en el VRAE, recordemos cómo han invadido las redes sociales glorificando al senderismo y a Abimael. Recordemos que hace exactamente tres meses en un acto académico similar presentando, justamente este libro, los líderes senderistas irrumpieron furiosamente el auditorio. Es más, sabemos que vienen organizando congresos y ya se dice que han penetrado las filas del Sutep, etc. ¿Cómo es que ha sucedido esto? ¿No es qué ya los habíamos derrotado?, pues, parece que no. En el libro puede leerse que, justamente por ese carácter mesiánico y profético la demencia senderista no acaba y viene actuando como lo hace hoy: En la actualidad, ya en prisión, Guzmán piensa que el comunismo sigue representando el futuro de la humanidad. Y su retroceso no es una derrota definitiva. Ya cambiarán los tiempos, asegura. Ahora se muestra como alguien resignado a morir en su celda, pero teniendo el potente consuelo que deviene de la convicción de imaginarse vindicado en un futuro muy remoto. Ya no se piensa como el mesías y se contenta con el rol de profeta. El juicio de la historia lo colocará entre las filas de los precursores de la felicidad humana. La comprensión que se le niega hoy la recibirá mañana y, en todo caso, ya la tiene, puesto que él mismo se la da. No hay pues nada de qué arrepentirse, ni porqué pedir perdón (pág. 50, subrayado mío).
Justamente a partir de ese resurgimiento senderista, que Gonzalo ha vivido en carne propia el día que irrumpieron en la presentación de Profetas…, es que hay un antes y después de esta publicación. El libro que estamos presentado hoy, es la segunda edición y precisamente aquí encontramos una nota que explica lo sucedido ese día y lo que viene sucediendo con la reaparición de Sendero en nuestro país. Allí, Gonzalo señala que esa agrupación o sus nuevos seguidores ya no se mueven solo por el odio, sino también por el resentimiento, lo cual hace que esta reaparición senderista sea más peligrosa, pues el odio que glorificó Guzmán está cargada de una supuesta “sed de justicia” para aniquilar al enemigo que somos todos y se acaba allí; sin embargo, el resentimiento es insaciable porque reclama una venganza infinita, convirtiendo al resentido en un verdugo para toda la vida.
Cuidado con estas advertencias que nos hace Gonzalo. Que nuestra apatía e indiferencia no alimente a ese monstruo que hoy parece levantarse con una nueva energía.