Perumin

Dilución, electrodeposición, lixiviación, smartgrid, asentómetros, geomática y un largo etcétera de vocablos que no entiendo y jamás entenderé, sumado a una inmensidad de maquinarias, instrumentales y artilugios que parecen sacados las películas de ciencia ficción. A eso se resume mi paso raudo por Perumin; es decir, las convenciones mineras que cada dos años se realizan en nuestra ciudad, y en especial las dos últimas que tiene como anfitrión las instalaciones de la Universidad Nacional de San Agustín.

Es decir, ingresar a la Convención Minera es zambullirse a ese universo que rompe la visión simplista de creer que hablar de minas es referirse al socavón habitado por  hombres de casco y pico en busca del preciado mineral. Cada vez que voy a la  Convención, mi sensación es de asombro al conocer la admirable tecnología  que allí se exhibe y que no es otra cosa que la expresión del gran avance científico que está detrás de toda esa actividad. Si a eso se le añade los fastuosos stands (cerca de 2,000 en su actual edición), las 300 conferencias académicas, los precios para ingresar (en promedio S/. 1,500.00), la asistencia del público (70,000 personas durante toda la convención), los negocios que allí se realizan (US$ 3,000 millones) y la incalculable papelería y artículos de merchandising, entonces podemos entender por qué Perumin se ha convertido en uno de los encuentros mineros más importantes del mundo. Y todo esto sin referirse, de refilón, a todo lo que esto genera en nuestra ciudad, desde grandes congestiones vehiculares, zonas urbanas vetadas para el común de los mortales, destempladas subidas de precios en restaurantes, hoteles y taxis y otro largo etcétera; es decir, Arequipa se transforma, pues Perumin significa, también, la invasión de uno de los sectores más acaudalados del país y el mundo.

Visitar la Convención también es entender la importancia que tiene la actividad minera para nuestro país. Es recordar que ese sector nos provee el 50% de nuestras divisas, el 20% de la recaudación fiscal, 11% del PBI y otro sinnúmero de cifras que en realidad todos conocemos, en especial los antimineros que también están en Perumin con stand propio, pero que justamente han hecho de la falta de aceptación, desconocimiento o falseamiento de cifras su negociado.

Queda también de las visitas a Perumin el lado anecdótico; es decir, el espectáculo de ver a cientos de visitantes, creo que la gran mayoría, que asisten allí sólo con el afán de proveerse de caramelos, bolsas, lápices, lapiceros y todo lo que puedan recoger, para  luego verlos salir del recinto, con talegas que doblan sus cuerpos. Me imagino que detrás de eso se cobija la sensación de igualarse a los mineros en lo que a abundancia y derroche se refiere; es decir, no poseer un yacimiento, pero sí cientos de grafitos y minas… pero de lapiceros.

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