Salvo mejor parecer: Freddy Rosas
Conocí a Freddy Rosas cuando el diario Arequipa al día empezó a funcionar en la Calle Melgar. Yo llegaba de un largo peregrinaje académico y aunque ya no integraba el equipo y menos la dirección editorial de ese diario, iba con frecuencia a su nueva y ampulosa casona a visitar a viejos amigos, aquellos con quienes arrancamos esa aventura periodística, y conocer a los nuevos, entre ellos a Freddy Rosas que firmaba una columna que siempre terminaba con la frase Salvo mejor parecer.
Poco sabía de él: que era puneño, que llegó de esa ciudad con su familia a asentarse en Arequipa y punto. Lo conocí más a través de su columna en la que siempre destacaba, obsesivamente, el dato preciso para lo cual buscaba estar permanentemente informado. Creo que la desaparición de Arequipa al día le sirvió para impulsar una meteórica carrera periodística, pues luego lo vi en la televisión de los Mendoza del Solar, se le escuchaba en la radio, ingresó al mundo de las TICs; exploró el negocio de las revistas y semanarios, e incluso se metió en el negocio de las empresas encuestadoras. Es decir, abarcó todo el espectro de la industria massmediática, pero para él no bastaba, pues cada vez que nos encontrábamos, me contaba uno que otro proyecto que se le cruzaba en su voluminosa cabeza.
Creo que todo eso lo convirtió en el periodista con más poder en la región. Si el Grupo Apoyo hubiese extendido en Arequipa su anual encuesta medidora del Poder, Freddy Rosas la hubiese encabezado, y por varios años. No ocurrió, pero yo lo notaba cuando nos encontrábamos en el aeropuerto con su equipo periodístico presto a viajar a la capital, luego de concertar entrevistas con ministros y altos funcionarios de gobierno a quienes tuteaba con familiaridad, o en el Congreso de la República siendo perseguido por parlamentarios en actividad o aspirantes a serlo que sabían que Rosas era un referente en Arequipa, y de aquí al resto del sur.
Durante años, junto con Benjamín Carrasco, montó Línea de Fuego, uno de los programas políticos más sólidos de la magra televisión local, que perduró muchos años a pesar de los cambios del canal, incluido el de propietarios. Es más, me divertía mucho ver a Freddy jactarse de las recontrataciones anuales que hacía con la televisión, como respuesta a los opositores de su propio gremio que no comulgaban con su estilo periodístico.
Luego supe de su enfermedad con la que batalló duramente con la esperanza de recuperar su sitial periodístico. Hoy me enteré que su mal ganó la contienda. Descansa en paz, Fredy. Se te va a extrañar, salvo mejor parecer.