Minerofobia

Pareciera que una nueva fiebre ha empezado a invadirnos. Es la fiebre de la antiminería. Como una plaga, veo que la calentura antiminera o minerofobia afecta y se extiende cada vez a más gente. La veo en familiares, amigos, colegas, políticos, periodistas, instituciones públicas y privadas; es decir, la minerofobia está atacando con fuerza.

La minerofobia se manifiesta a través de una característica: achacarle a la gran minería formal la responsabilidad de todos los males nacionales; es decir, la causa de nuestras desgracias ya no está en la conquista española, en los imperialismos, en los capitalistas, en los políticos o en la ignorancia. No, ya nada de eso sirve para encontrar las razones de nuestros históricos problemas estructurales, ahora la única responsable es la gran minería formal.

La minerofobia ha hecho que nos olvidemos, de un plumazo, la histórica relación que tiene nuestro país con la minería; es decir, ahora resulta que no somos un país históricamente minero. Según los minerofóbicos, resulta que somos un país agrario, que siempre lo hemos sido y que deberíamos recuperar ese patrón económico. Ese argumento lo escucho cada vez con mayor pasión en todos lados: universidades, institutos privados y públicos, restaurantes, cafeterías e incluso, velorios. En todo lado están los minerofóbicos lanzando afiebradamente y cada vez con mayor violencia, sus argumentos. Lo curioso es que lo escucho en autoridades que hasta hace un año se tomaba fotos con los directivos de las empresas mineras celebrando pactos; lo escucho en docentes que buscan consultorías con las empresas mineras; lo escucho en alcaldes que, a la vez, reclaman un mayor canon minero; lo escucho en periodistas que luego se frotan las manos por el contrato publicitario que negocian con las empresas mineras; lo escucho en alumnos que preparan sus currículos soñando en trabajar en las empresas mineras; lo he escuchado (ayer mismo) a un ex presidente como Toledo de quien todos sabemos que es asesor de las grandes empresas mineras y que incluso en su mandato se impulsaron varios de esos proyectos.

La minerofobia es excluyente porque todo el virulento ataque está dirigido a las grandes empresas mineras. Nada dicen de los quinientos miles mineros informales que existen en el país, que explotan a niños, que no pagan impuestos, que contaminan inmisericordemente el medio ambiente, etc. etc. La minerofobia solo está dirigida a la gran empresa minera; desde ese punto de vista, me parece esa fiebre me parece totalmente sesgada. Como sesgada también me parece la ausencia de propuestas serias si es que, como dicen los minerofóbicos “¡¡¡No a la minería!!!!”. Es decir, si nuestra economía dejara de sostenerse mayoritariamente en la minería, como ocurre hoy, en qué nos sostendríamos, qué actividad nos garantiza hoy el 7% de crecimiento mínimo que debe tener el actual gobierno para alcanzar las metas de inclusión que se ha propuesto? Veo que los minerofóbicos callan, lo cual evidencia que esa fobia, en el fondo, no es auténtica, sino que es una novedosa estrategia ideo-política que las fuerzas políticas de nuestro país han encontrado para alcanzar el auténtico fin que persiguen todas las fuerzas políticas: el poder.

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