Se nos pasó el tren

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Siendo jóvenes y afiebrados estudiantes universitarios, creíamos que la transformación social, o por lo menos, la solución de los problemas más urgentes de nuestra realidad, se hacían a través de la revolución. Con el tiempo, nos convencimos que esa creencia es inútil, y empezamos a creer, ya siendo adultos, que la simple solución (ya no hablamos de transformación) de los problemas urgentes de nuestro entorno, se hacía a través del acceso al poder o, por lo menos, el gobierno; es decir, empezamos a creer que había que llegar al gobierno siendo congresista o ministro o secretario o, por lo menos asesor, para, desde allí, solucionar los problemas. El tiempo, y muy recientes experiencias, también nos han enseñado que esa creencia también es inútil.

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