Toledo en campaña mistiana
Las razones de esa apreciación son obvias, pues recordemos que el año pasado, candidateando a la presidencia, y luego de haber liderado las encuestas (que ya lo alucinaban nuevamente sentado en Palacio), Toledo se dejó envanecer por la soberbia y se mareó por razones hartamente conocidas. Producto de ese cóctel, el dueño de Perú Posible empezó a caer en las preferencias electorales, frente a lo cual optó por atacar al Ollanta acusándolo de chavista y advirtiéndonos de todas las pestes que ocasionaría su posible triunfo. Recordemos también que lo primero que hizo cuando supo que Ollanta pasó a la segunda vuelta fue vanagloriarlo y rogar a todo el Perú que votara por el dueño del nacionalismo.
Luego, su actuación dentro del gobierno humalista ha sido de apoyo, pero también de reacomodo e incluso chantaje, evidenciando su clara intención que el actual gobierno caiga para que él pueda erigirse como una alternativa a un posible adelanto de elecciones. Es más, pasada la etapa electoral del año pasado, fue de conocimiento general que Toledo era el principal opositor para una alianza de las representaciones democráticas que pudieran frenar el avance del fujimorismo y el ollantismo. Es decir, si es que esas fuerzas con un pasado poco democrático, pasaron a la segunda vuelta, fue por la responsabilidad de Toledo, con lo que se confirma que este señor es la más clara expresión de ese tipo de políticos soberbios y caprichosos que actúan bajo el lema: “Si no soy yo, que se jodan todos”.
Bueno, ese es el personaje que hoy estará pisando suelo mistiano y que con poses soberanas querrá dar clases de democracia. Aunque, pensándolo bien, el problema no es él, sino los que hoy lo sigan y crean que él encarna el futuro de la democracia en nuestro país.