Año escolar 2021, entre lo nuevo y lo viejo

Arrancó el año escolar 2021. Desde el lunes pasado, lo hicieron los privados, y desde el 15 lo harán los públicos. En total, según cifras oficiales del Perú prepandémico, estarían iniciando clases un poco más de dos millones de escolares. En el Perú pandémico que vivimos, aún no hay certeza de cuántos alumnos lo harán, pues, hasta fines del año pasado, se contabilizaba cerca de 300,000 escolares los que desertaron debido a la peste, aunque el gremio de profesores, hablaba de un millón. Ojalá que pronto sepamos la cifra auténtica, que se sumará al menú de datos tétricos que nos viene dejando la pandemia.

Al igual que el 2020, este año escolar será virtual; es decir, todos (alumnos, profesores y padres) sufriendo por la irrupción de esta modalidad educativa a la que ingresamos abruptamente, sin condiciones, ya sea pedagógica, económica e, incluso técnica. Es decir, iniciamos un nuevo año escolar, con nuestras casas convertidas en aulas, para los que pueden gozar de ella y que cuentan con ciertas facilidades como la conexión a Internet, pero para la gran mayoría ha sido torturante experimentar cómo el profesor era reemplazado por un televisor o radio, a través del programa estatal Aprendo en casa.

Este año, nuestro Ministerio de Educación, nos cuenta que ese programa se complementará con Aprendo en Comunidad; es decir, instalar en la plaza rural una antena para que los alumnos tengan mayor facilidad para conectarse a un programa radial, y con el apoyo de los profesores, seguir las tareas. Es decir, más sombrío no puede ser, pero esa es nuestra realidad educativa, que previo a la pandemia, ya era tétrica.

Obviamente, el objetivo del Ministerio es que las clases sean presenciales, pues por más idealmente virtual éstas sean, no pueden sustituir la riqueza que significa el contacto directo con el profesor, con los compañeros de carpeta; con el ambiente escolar en sí; es decir, todo un conjunto de elementos que hacen que la escuela sea uno de los principales medios socializadores que tiene el mundo contemporáneo, y que la peste también nos ha arrebatado. Sin embargo, el deseo ministerial depende del desarrollo o manejo de la pandemia, específicamente de las condiciones epidemiológicas y educativas necesarias, que en este momento, se centra básicamente en la vacunación y luego en el reacondicionamiento de los centros educativos (kit de higiene, mascarillas, etc.). Lamentablemente, sabemos que ni el propio gobierno central tiene un plazo aproximado para eso, ni para las vacunas y mucho menos para la reingeniería de los colegios

Para los que no dependerán de la antenita comunal; es decir, para los que podrán conectarse con sus tecnologías propias, ya sea una Tablet, Laptop o PC, las preocupaciones van por otro lado. Lo he visto y sufrido estas últimas semanas, pues no han faltado las innumerables invitaciones para participar los “programas de capacitación”, para “potenciar el aprendizaje virtual”.  Así, tanto alumnos como padres, son bombardeados para que participen de los módulos de Schoology, Edmodo, Blackboard RCampus, Twiducate y un largo etcétera. Casi con la misma persistencia, han llegado los avisos publicitarios, formales e informales, para “recomendar” qué máquina o aparatejo es mejor para enfrentar la virtualidad escolar de este año, y yo, la verdad, me he perdido en las explicaciones técnicas que hace mi hijo de 13 años, para que le compre la Microsoft Surface Laptop Go.

Mientras tanto, así como alumnos, padres y profesores, van ultimando detalles técnicos y pedagógicos para este nuevo y peculiar año escolar, no faltan las discusiones un tanto idiotas que, a pesar de la pandemia y lo ya trágicamente vivido, también se están dando. Y me refiero específicamente a la insistencia de varios colegios de que sus alumnos “asistan al aula virtual” con el uniforme o “por lo menos, con el buzo institucional”. Las justificaciones que sostienen esa decisión van desde los que consideran que con el uniforme, el alumno aprende a disciplinarse mucho más (además de elevar su identidad y respeto hacia la institución), hasta los que piensan que así, por lo menos, el profesor tendrá la garantía que el alumno está conectado a la máquina, totalmente despierto y con la cara lavada, y no en su cama o durmiendo, como varios se quejan.

Así, entre innovaciones pedagógicas y técnicas; cambios en nuestras casas e, incluso,  estilos de vida; y también temas ridículos que se escudan en la disciplina e identidad institucional, arrancamos un nuevo año escolar. Sólo queda seguir acostumbrándonos puesto que, como van las cosas, como el del año pasado o éste, vendrán muchos más.

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