Sagasti y la Agenda Perú, hoy

Eran mediados de la década 90. Fujimori fue ampliamente reelegido para un segundo mandato, venciendo a Javier Pérez de Cuéllar (cinco años atrás venció en las urnas a otro peruano universal, Mario Vargas Llosa). La derrota del terrorismo demencial de Sendero Luminoso y la estabilidad económica que empezó a vivirse en el país, explicaban en gran parte ese triunfo y fortalecimiento del fujimorismo. El mundo no terminaba de sacudirse del colapso del totalitarismo en Europa Oriental, en especial de la ex URSS, y en Latinoamérica seguíamos debatiendo si estábamos preparados a vivir en democracia, dado nuestro apego a las dictaduras militares. En ese escenario surgió el Proyecto Agenda Perú, liderado por Francisco Sagasti, hoy presidente de nuestro país.

Entre los objetivos del proyecto estaban diagnosticar nuestra gobernabilidad, tomando en cuenta el cambiante contexto socio-económico y político, para proponer las fórmulas que garantizaran el ejercicio eficiente, eficaz y legítimo del poder y la autoridad para el logro de objetivos sociales y económicos. Esa necesidad se hacía mucho más urgente, si también tomamos en cuenta que estábamos viviendo el advenimiento del s XXI, con lo cual se pretendía, también, que nuestro país ingresara con mejor pie a un nuevo siglo, garantizando un verdadero desarrollo bajo los pilares de la estabilidad y bienestar social, en lo económico y en lo político.

La metodología de ese proyecto se basó no sólo en una profunda revisión bibliográfica que daban cuenta del Perú de entonces, sino también entrevistas a líderes políticos, empresarios, lideres de opinión e intelectuales de todos los colores, focus groups en las principales ciudades del país, así como encuestas de opinión. Fruto de todo ello, fueron una serie de documentos que periódicamente se publicaban en los principales medios nacionales para seguir enriqueciendo el debate, y finalmente se publicó los resultados y recomendaciones; es decir, una agenda que garantizaría la gobernabilidad democrática y el buen gobierno en nuestro país, para lo cual era indispensable avanzar en la democratización de la sociedad civil, la modernización de la economía y la legitimidad de las instituciones políticas.

Para lograr esos objetivos, lo que planteó la Agenda Perú, fue reformar la estructura y funcionamiento de nuestro Estado; comprometer a los actores sociales y los espacios públicos para lograr acuerdos y consensos; e impulsar y desarrollar valores y comportamientos democráticos, poniendo énfasis en la educación ciudadana. Pasado un cuarto de siglo, y viendo lo que ocurre  hoy en nuestro país, especialmente lo de esta última semana, queda en evidencia que todo ese trabajo, terminó guardado en gavetas o tirado en algún tacho de basura. Comportamiento habitual de nuestras autoridades y políticos, que pone de manifiesto el gran abismo aun existente entre la academia y la política peruana.

Quizá lo único rescatable de esa experiencia es que, como en esa ocasión, el que encabezaba la Agenda Perú, es hoy nuestro presidente. Me refiero a Francisco Sagasti, intelectual y técnico brillante que ocupa la primera magistratura del país por la magia del azar, por esas casualidades históricas que han colocado a tipos casi providenciales en la conducción del país para sacarlas de sus empantanamientos. Es decir, sólo el azar explica que nuestro país tenga a presidentes como Francisco Sagasti o Valentín Paniagua, pues hay que reconocer que, en condiciones normales, nunca elegiríamos a ese tipo de mandatarios, ya que, por nuestra miserable cultura política, sólo estamos capacitados para elegir a tipos como llicas, urrestis toledos, humalas y un largo etc.

Le toca pues a Sagasti comandar una nueva agenda en nuestro país. Si hace veinticinco años, el tema de la gobernabilidad y buen gobierno estaba atravesado por la búsqueda de fórmulas que garantizasen la eficiencia y eficacia de la democracia, o por contextos internacionales, hoy las condiciones han variado ostensiblemente, pues la gran tarea de nuestro cuarto presidente en este nefasto período gubernamental, va más allá de ser mandatario. A Sagasti le toca ocupar el papel de salvador, dada las difíciles circunstancias que atraviesa nuestro país, debido a la crisis sanitaria y económica y que coincide con el proceso electoral en marcha. En medio de esa tormenta, el tema de gobernabilidad y buen gobierno, significa hoy lidiar con nuestra mafia política enquistada en el Congreso, la misma que no desaprovechará cualquier oportunidad para volver a sacar la chaveta y así lograr sus delincuenciales objetivos. Como estamos viendo, el pandillaje congresal sigue trabajando, y ya han encontrado el nuevo pretexto para seguir chaveteando, pues tienen  el  escenario (la calle caldeada), los actores (la llamada “Generación Bicentenario”) y el tema (la “Nueva Constitución”).

Difíciles meses los que aún nos tocará vivir en nuestro país. Al temor e incertidumbre de la peste con su segunda ola, y la crisis económica generada por ella, que desde marzo nos ha cambiado la vida, se le sumará la otra peste, la de nuestra mafia política que ha demostrado, una vez más, que lo único que la mueve y ánima es el viejo principio de que, salvo el poder, toda es ilusión.

 

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