Mr. Manan, la hiel del poder
Ha hecho bien Jorge Turpo Rivas en advertir al lector, desde la tapa del libro, que Mr. Manan, la hiel del poder, es un perfil periodístico; es decir, una forma o género narrativo que se usa para entender a un personaje, buscando hechos o historias que ayuden a saber quién es en realidad, o comprender su actuar; o sea, una especie de psicoanálisis amateur. Es bueno saberlo, porque no vamos a encontrar en este libro, ninguna pretensión de análisis sociológico, histórico y menos político. Lo que hace el autor, a través de cuatro amenos capítulos, que se leen de un tirón, es contarnos pasajes biográficos, muchos de ellos anecdóticos, del gobernador regional de Arequipa, para saber quién se esconde detrás de esa marca que ha construido nuestra principal autoridad política de Arequipa, en la que destacan su barba, gafas oscuras y traje evomoralista.
En términos generales, el perfil confirma lo que todo Arequipa y el país ya sabía: que nuestro gobernador es un hombre esclavizado por la droga, el alcohol (es delicioso el pasaje donde el alcalde arequipeño, Omar Candia, confiesa que la única forma para hablar con Cáceres Llica, es con trago; hecho que también ha sido corroborado por su entorno íntimo, y hasta socios políticos, como Walter Aduviri). Esa condición no sería negativa si es que hablamos del alcoholismo unido a la genialidad, como el de Dylan Thomas, Alan Poe o Hemingway; o más cercano a la política, como Churchill o Franklin. El alcoholismo de nuestro gobernador es pedestre, chusco; es decir, aquel que causa lagunas mentales, ansias, inestabilidad, sudoración, agresión, delirio, atropellamiento verbal y pulsión para culpar al mundo de su condición de pobrediablo.
Como si este mal no fuera suficiente, Turpo también nos recuerda de las varias acusaciones que nuestro gobernador ha tenido por violación, de las que ha salido bien librado por triquiñuelas legales o usando como escudo a su propia madre para sus descargos. Es decir, no sólo estamos hablando de una persona enferma por el alcohol, sino también de personalidad peligrosamente retorcida. Si a ello le sumamos algunas revelaciones, como la operación rinoplástica que se hizo para una campaña electoral, para tener la nariz de chancho, como dice el autor; negar el apellido paterno; o inventarse un abuelo de reconocida trayectoria, entonces hablamos de un personaje que no sólo se merece un perfil periodístico, sino de una profunda terapia psicoanalítica, o de cualquier especialidad, que ayude a develar qué demonios encierra y lo dominan.
El problema de esa perspectiva es que pertenece al ámbito privado, y le atañe sólo a él y a su hábitat íntimo, que lo sufre o goza (de hecho, su entorno también debe tener tumultos psicológicos similares). Lo que a nosotros nos corresponde es lo público, ya que estamos hablando de nuestro gobernador, cuyas acciones o inacciones terminan afectándonos, tal como ha ocurrido en la actual crisis pandémica, en la que nuestra ciudad se ha convertido en uno de los focos de la peste a nivel nacional, justamente por su pésima gestión. En ese sentido, han aparecido varias reacciones que trazan también caminos de acción. Están, en primer lugar, la mayoría de arequipeños (que votaron por él y lo niegan ahora), que airadamente reclama su vacancia o revocatoria, puesto que ven en Cáceres Llica a un mico encarnando la imbecilidad e ignorancia en su más alta potencia. Están también los que, resignadamente, piden apoyarlo puesto que hay que respetar las reglas del juego democrático; y finalmente, los que, previo pago, cual mercenarios, lo defienden a capa y espada, a través de una red virtual bien montada, alentando, además, su candidatura presidencial.
Turpo Rivas, culmina el perfil de nuestro gobernador, señalando que lo de la candidatura presidencial es la última máscara que tiene puesta. Quizá en eso, el personaje sí es ducho y taimado: en lo político; escoge los maquillajes justos, según la audiencia; acuña y estigmatiza bien a sus enemigos; sabe con quién aliarse y cuándo apuñalarlos con la traición. Para ello, el autor también ha entrevistado o tomado como referencia a algunos analistas (se agradece el que me haya considerado). En ese sentido, creo que lo de la candidatura presidencial, más que una máscara, es en realidad un proyecto bien montado, no por él, por supuesto, sino por otras fuerzas políticas, que estarían muy interesadas en hacer del nuestro un nuevo narcoestado, o, en todo caso, profundizarlo.
Presidenciable o no, Cáceres Llica ya tiene un capítulo, minúsculo por cierto, en la historia de la infamia política del país, en especial de Arequipa. En otro post, lo he calificado como la expresión de la oclocracia; es decir, el gobierno del asco, cuyo nombre se escribe o pronuncia con repugnancia, y al que hay que sumarle ahora, por lo que acontecemos, como el político que lleva una morgue en su espalda; pero a pesar de todo ello, puede tender a esparcirse por todo el país. En ese sentido, el libro de Turpo también es una especie de advertencia. Ojalá lo notemos.