Con o sin peste, arrancó la tramoya electoral
No ha sido necesario que nuestro primer mandatario convocara a elecciones generales esta semana, y mucho menos en ese tono pontifical, como si nos hiciera un favor. Mucho antes de ese anuncio, varios ya prendieron los motores electorales; es más, muchas paredes en algunas ciudades del país ya lucen con las pintas típicas que anuncian quién será el nuevo mandamás del país, o, por lo menos, el que quiere serlo. Se ha iniciado pues, oficialmente, no un proceso, sino un nuevo circo electoral.
Nos afirmamos en lo de circo, porque si evaluamos la manera cómo viene comportándose el actual congreso y su propio hacedor, Vizcarra, pechándose y casi chaveteándose mutuamente; olvidándose de la prometida reforma electoral y, al contrario, acomodando las fichas del tablero para su propio beneficio; mientras que la población, a su acostumbrado desinterés de lo político, hoy le suma su desesperada lucha por sobrevivir ante el avance de la peste; si sumamos todo eso, decía, lo que tenemos es un panorama que se asemeja más a un circo que a auténtico escenario electoral que garantice escoger entre candidatos mínimamente decentes.
Hace un tiempo señalé que el actual lienzo político de nuestra ciudad, es un anticipo de lo que se viene para el país; es decir, el Perú corre hacia su cacerización; es decir, el gobierno de la oclocracia, de la chusma ávida a regalar su voto por aquel que le prometa que ante el desastre socioeconómico que ya vivimos, lo resolverá con un solo chasquido de dedos, regalando todo. Es decir, como nunca, las próximas elecciones se llenarán de candidatos que sobrevuelen la realidad, ágrafos e iletrados.
Pronto veremos desfilar como postulantes, a bufones que, dada la ley de distanciamiento social, se inventarán la manera de acariciar niños, posar con viejitas y ensayar para las fotos, rostros cariacontecidos, junto a los pobres que, obviamente, dicen representar, porque, oh sorpresa, ellos también lo son (y sí, de paso, son quechuohablantes, mejor). Pronto, nuestras pantallas televisivas, se olvidarán del tema de la peste y sus cifras siniestras, para darle cabida a esos arlequines que empezarán a conferenciar sobre democracia participativa, pacto social, unidad nacional, y una serie de zarandajas que ni ellos mismos entienden.
El próximo año, volveremos a experimentar a una masa obligada a votar por aquel que ha fijado en su memoria regalándole el táper o lapicero de campaña; o recién decidir por quién hacerlo, el mismo día de las elecciones, mientras hace su cola. Luego, los resultados y con ellos, los nuevos gobernantes, que lo primero que hacen es armar su séquito de asesores, secretarias, periodistas, escribas y soplones; es decir, un ejército de auténticos inútiles a los que hay que mantener.
En resumen, nuestro mandatario ha decretado oficialmente el inicio de la tramoya electoral. De seguro, él quisiera que las elecciones se lleven a cabo no el próximo año, sino el próximo mes, para así deshacerse del país moribundo que nos está dejando. Mientras más pronto, mejor es ahora su fórmula; rogando y asegurándose, a la vez, que su sucesor, no repita la consabida fórmula de todo gobierno anodino: echarle la culpa de su propia incompetencia al gobierno anterior. Es decir, Vizcarra, quiere que lo olvidemos pronto, muy pronto. Pero eso no ocurrirá.