Amor pandémico

¿Cómo enamorarán ahora nuestros hijos, en estos tiempos de C19?, me pregunta Jorge, refiriéndose al suyo, Santiago (Santuchito, para los abuelos), Fabio y Josué, los míos, casi quinceañeros; es decir, la edad en que la combustión libidinal empieza a marcar el máximo octanaje en la vida de las personas. Esa pregunta también me la he hecho con algo de curiosidad; pero no pensando en ellos, pues aún los veo pegados a sus Nintendos, sino en aquellos que ya viven y gustan de estar pegados a otros (sentimentalmente, me refiero).

Para ahondar dicha inquietud, Jorge empieza a desplegar sus recuerdos quinceañeros: la fijación visual, la fantasía y el sueño amoroso que creíamos eterno por ese alguien único; la trama con los amigos para el encuentro casual en el parque; la poesía, o la simple forma de declaración para, por fin, caerle, chapar, y así iniciar al romance que se celebraba mensualmente con los chocolates u osito de peluche. Claro, al igual que yo, el baúl de recuerdos sentimentales de Jorge, forman parte de ese amor shakesperiano con el que nos criamos y crecimos; es decir, como diría Giddens, el amor romántico, único e, incluso, sacrificado. Todos sabemos que desde hace una veintena de años, eso ya no existe; ahora el amor es más líquido, como diría Bauman, o expeditivo, como lo califiqué en una vieja investigación; es decir, hoy el amor es fugaz, etéreo, de telo y catre; o, parafraseando a mis alumnos, de choque y fuga. Es más, estoy seguro que nuestros hijos, en el campo amoroso, ya ingresaron al estilo dictado por las redes; es decir, besos, abrazos y toqueteos digitales.

Claro, si de fuerzas se trata, la naturaleza es superior a la digital (que lo diga el C19). Así, por más amor virtual en la que chicos o enamoradillos estén sumidos ahora, llegará el momento en que el reencuentro físico se convierte en algo vital, y allí viene la pregunta del millón: cómo será el primer beso postpandémico; habrá o no chape?, pues, como sabemos, el Bicho19 nos está condenado a ir contra nuestra propia naturaleza humana de sociabilidad, basada en el contacto, la cercanía y el apego. En ese sentido, quienes hoy viven emparejados sentimentalmente, deben estar experimentando una especie de duelo, justamente por la separación obligada a la que nos ha sometido el confinamiento; y como todo duelo, la pena, angustia y sufrimiento es lo que más se experimenta.

Pero yo me comunico todo el día con mi enamorado; es como si estuviéramos juntos, me dice una sobrina. Exacto, sé que todo el día está con el celular, hablando, tomando fotos, o con el IGLIVE. Es más, probablemente toda esa virtualidad haya logrado reverdecer el  clásico shakespearianismo, alejándola del deseo o contacto físico; sin embargo, por más expresiones o besos virtuales que se manden, eso no es contacto, no es intimidad, elemento básico para construir una relación amorosa. Es más, de tanto verse con la camarita, o wasapear, lo que ocurrirá es que, en lugar de afecto, se estén trasmitiendo vigilancia, acoso y control represivo.

Si es cierto que el mundo está cambiando por el Bicho19, nosotros también lo haremos, pero no para doblegarnos, sino para volverlo a dominar. En esa tendencia histórica, el amor también jugará su propio partido, tampoco para rendirse, sino para reinventarse, fortalecerse; pues, recordando a Einstein, el amor no sólo es la energía más importante del mundo, sino del universo.

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