¿Fiesta o velorio electoral?

Supuestamente, a escasas horas de estas elecciones congresales, el ánimo colectivo iba a sintonizar con la característica especial de este proceso; es decir, iba a ser “extraordinario”, puesto que, no sólo se elegiría a nuevos parlamentarios, sino a una nueva clase política que emprendería el cambio que necesita nuestro país (Vizcarra dixit). A escasas horas de las elecciones, la realidad es otra: las cifras muestras, como nunca,   desánimo, indiferencia, apatía y, lo peor, la duda o desconocimiento total de por quién o cómo votar.

En realidad, esto no es una rareza; al contrario, estas elecciones muestran que mantenemos la constante de tomar decisiones electorales en los últimos días o, incluso, en el momento que hacemos la cola. Quien creyó que eso podía cambiar en un proceso electoral sacado de la manga, con plazos tan cortos y en meses tan difíciles, sencillamente se equivocó. Es más, con esas características, esos defectos se amplificaron; es decir, como lo hemos visto, estas elecciones no nos ha traído candidatos nuevos, y menos, mínimamente “puros”, o, por lo menos, con discursos o propuestas atractivas. Si los ha habido, éstos se han ensombrecido ante la presencia, de los de siempre, o mejor, de los impresentables de siempre.

En ese sentido, más que una fiesta democrática, como suele llamársele al día en que el pueblo tiene el poder real, a través del voto, para elegir a sus representantes, parece que este domingo 26 asistiremos a un velorio, no sólo por lo descrito arriba (desánimo, desconocimiento, etc.), sino por algunas tendencias que arrojan algunas encuestadoras serias; es decir, pareciera que el nuevo parlamento estaría compuesto, no sólo por casi los mismo personajes del disuelto, sino con el pié más alto; o sea, más oposición, lo cual significa, en términos prácticos, más confrontación en el ámbito político; en resumen nada bueno para nuestro país. Desde esa perspectiva, el gran perdedor sería el vizcarrismo que centró sus fuerzas en esta nueva variante de su ansiado proyecto de reforma política que aún no cuaja (recordemos que las elecciones para la reforma constitucional, también fracasó).

¿Algo bueno puede sacarse esta fiesta convertida en velorio electoral? Sí, y mucho. Recordemos que de aquí a un año, exactamente, estaremos en lo mismo; es decir, en una nueva elección, esta vez, presidencial, lo cual significa que tenemos que concretar todas las reformas políticas pendientes para que la sensación de velorio no continué. O sea,  ojalá que el nuevo congreso se centré únicamente en corregir, por ejemplo, ese mamarracho que significa elegir entre una treintena de “partidos políticos” y miles de postulantes congresales que se chavetean entre sí buscando el “voto preferencial”. Ese tipo de elecciones es una farsa.

En pocas horas tendremos un nuevo congreso. Ojalá comprendan nuestros nuevos “padres de la Patria”, que su tiempo es cortísimo. Si sólo se concentran en concretar la reforma política, para, mínimamente, garantizar que las elecciones del 2021, dejen de ser una farsa, y así adecentar nuestro vulgar sistema democrático, Dios y la Patria se los agradecerá.

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