Manito

Con este título, Carlos Rivera inició su lectura durante la presentación de mi reciente libro “Arequipa en Mall”, del pasado 28 de diciembre. Definitivamente, una de las satisfacciones más grandes que experimento al realizar la presentación de un nuevo libro, es la de escuchar a los comentaristas, que son medulares en estos actos. Hay de varios tipos, algunos se centran en la obra, con miradas críticas que ayudan a develar vericuetos que, como autor, pareciera que estoy impedido de descubrir. Otras viajan por espacios teóricos que no sólo permite que el comentarista se luzca, sino que la obra adquiera una importancia que jamás imaginé. Y también están los que se centran en el autor, con una generosidad que, especialmente, me ruboriza. Tal es el caso de Carlos.

 MANITO

Tengo el “sano vicio” de hojear revistas antiguas o diarios que me parecen significativos por alguna gracia de la purita nostalgia que a esta edad a uno lo ataca. Nostálgico, periodista y amante, bueno al menos de la literatura (algo es algo) me presto a revisar el semanario “El Búho”, ese semanario que fundaran Alonso Ruiz Rosas y Mabel Cáceres en papel periódico y formato tabloide que marco época. Entonces, paso revista a las noticias, crónicas y artículos de esas etapas que son hace poquito nomas: 2000 o 2005. Regreso en el tiempo y al humor de esos días con otros actores políticos y otras demandas, pero con un país de contramarchas como es normal.

En esas hojas hallo además de buenos columnistas y académicos de depurada prosa como la de este andariego camarada de las Ciencias Sociales, José Luis Vargas Gutiérrez. Lo encuentro escribiendo de cine y en otra esquina desglosando el acontecer político y una edición después soltando el comentario del último nobel de literatura o de las paparruchadas del FACA (Frente Amplio Cívico de Arequipa) de esos años. En una edición dedica unas puntillosas líneas a los X-Men de Stan Lee y luego ensaya un artículo sobre el concepto levantisco en Arequipa. Te puede hablar de la doctora cachetada (Carmen Gonzales) y luego desarrollar los postulados teóricos discursivos del último libro de Gonzalo Portocarrero. Eso se llama curiosidad, intelecto, espíritu locuaz y hombre al que nada le es indiferente. Y eso que no hablo de “Arequipa al día” porque sería redundar en tantas apariciones del mencionado que puedo caer hostigoso.

Pero, más allá de la chacota, José Luis estuvo en todas y en todos los medios. Se ha convertido en un singular eco de crítica política y esgrima académica. Sabe de televisión, medios, ciencias sociales y todas estas expresiones las aborda como un ameno conferenciante que atrapa al auditorio y sabe que este es diverso. Economiza la dificultad de un tema y lo desglosa casi con manzanitas como cuando nos enseñó a mí y a otros testarudos alumnos en la universidad qué era la tasa de interés. De esto ya hace muchos años. Ya luego se pone la toga del rigor académico y elabora libros para continuar la discusión en otro nivel. Pero nunca abandona esa hada madrina que es la ironía que hace más suculento –o agudo- el mensaje.

Ser hombre de medios y de academia le otorga esa mirada especial con sus diversos matices placenteros: el cine, la picantería, la sociología, la literatura etc. Ante tanta ocupación de ideas se da tiempo para su familia y los encargos que la burocracia universitaria le confiere los cuales responde con sensatez y objetivos claros. Además de la docencia en la Escuela de Sociología de la UNSA. Uno le tiene envidia por saber de buena tinta el secreto de su dicha. Ya quisiera ser como él para cautivar al mundo y que todos me quieran. Caro sueño el mío, lo sé.

Ante este rubicundo recuento de los talentos de mi amigo, mi profe, vienen a mi cabeza esas encargaturas de organizaciones e instituciones sociales y académicas que ha ocupado donde ha dejado la huella de un buen trabajo. Pero eso sería extenderme hasta cuando Antauro sea presidente del Perú.

José Luis puede hacer sociología hasta de la malcriada de “El Trome” o del lenguaje de nuestros futbolistas siempre monotemáticos y con las mismas respuestas o de la migración venezolana a nuestras tierras. Démosle ideas y él pone sus puños y su escritura.

La academia arequipeña desde hace mucho necesitaba calle, frescura de formatos y contenidos, aprender a mirar más allá de los dictados de las mayorías y escarbar miradas nuevas donde todos ven tinieblas, revelar las fuentes de los discursos. “Desconfiar de los sentidos comunes” como diría Rolando Luque Mogrovejo de uno de los libros de José Luis. Y en ese cometido “Manito” has sido como un elegante sibarita moviéndote a tus anchas y a tu gusto. Muchas gracias.

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