Apoyando al golpe

11miliLa semana que finaliza empezó particularmente agitada porque entre todos los problemas políticos por los que atravesamos, uno en especial generó mayor preocupación: el rumor de un golpe militar protagonizado por una de las tres alas militares que rodearían a nuestro actual mandatario. Inmediatamente empezó a hablarse de un alarmismo inútil e irresponsable por parte de la prensa que lanzó el rumor, ya que un golpe militar jamás se produciría y, de ocurrir, no duraría ni 48 horas. ¿Estamos seguros de eso?

Recordemos que nuestra historia política republicana está atravesada por los golpes militares; es decir, tenemos un historial mayormente protagonizado por Estados de Hecho que de Derecho. Esa realidad ha motivado un amplísimo análisis socio-político para entender porqué seguimos siendo una sociedad franqueada por una violencia que permea a todo nuestro país y, por otro lado, porqué insistimos en no desarrollar nuestra cultura democrática para seguir considerando que son las fuerzas armadas y la iglesia las únicas instituciones tutelares que hay que respetar y confiar.

 Para dar más luces de esta vergonzosa condición, basta revisar el Resumen Ejecutivo del documento Cultura política de la democracia en Perú en las Américas, 2014 elaborado por USAID donde, como viene ocurriendo en los últimos años,  vemos que nuestro país está entre los últimos lugares en lo que respecta a interés, participación y activismo político, confianza en las instituciones y apoyo a la democracia; sin embargo, está entre los primeros lugares cuando de apoyar a los golpes militares se trata.

 Creo que esa es una realidad que no debiéramos perder de perspectiva: para la gran mayoría de nosotros, la democracia sigue siendo un exotismo o, en todo caso, un pretexto para encubar o esconder problemas como justicia, seguridad, educación o salud que la población sí siente como necesidades urgentes pero que la democracia no satisface, incumple o traiciona.

 En ese sentido, mientras tengamos ese escenario, no debiera extrañarnos que siempre aparezca por algún rincón algún conspirador, siempre salido de la esfera militar, que juegue con la posibilidad del golpe. Y si no es un militar, también desde el lado civil siempre aparecerá otro que terminará arrimado a los militares para poner en marcha su espíritu y proyecto antidemocrático, contando, además, con un gran apoyo popular. ¿O es que ya nos hemos olvidado lo que fue la democradura de los 90, que hoy un tercio de la población peruana añora?

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