House of cards chicha

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Actualmente, parece imposible hacer un análisis político sin referirse a  House of Cards, la serie que parece  retratar milimétricamente el mundo de la política actual; es decir, no la política platónica que busca la perfección humana y social a través del virtuosismo, sino la maquiavélica; o sea, usando la intriga, chanchuyos  y chanchadas, acorde con la verdadera naturaleza humana, “a menos que la necesidad le obligue a obrar bien”, como sentenciara Maquiavelo hace cinco siglos.

La serie se sitúa en Washington DC, en la mismísima Casa Blanca, y es retratada como un nido de víboras donde la ambición por el poder es ilimitada. Si eso sucede en el país más democrático del mundo, qué no ocurrirá en sociedades casi bananeras, como es nuestro caso, piensa uno automáticamente. En la serie, el maquiavelismo está representado en Frank Underwood (notable Kevin Spacey), un miembro del gobierno quien junto a su esposa actúan sin contemplación alguna para seguir acumulando poder. Para ello, cada pieza se mueve matemáticamente para obtener los resultados esperados que, por cierto, siempre son positivos.

 Allí es donde uno como espectador empieza a dudar, pues a esta dupla de cínicos e inescrupulosos todo le sale según lo calculado, sin conflictos y mucho menos dilemas. ¿Así de fácil es? se pregunta uno,  ya que, inevitablemente, se hacen las comparaciones con la política local,  pero eso sólo es explicable si entendemos que en los Estados Unidos la política sí es un tablero institucionalizado, cosa que aquí no tenemos pero que, igual, se actúa con malicia, intriga y chanchadas para obtener y/o acumular poder.

 El ejemplo más claro de ese ejercicio perverso de la política peruana lo hemos visto estas últimas horas: se soltó una “bomba”, la aparición de un bastardo que pondría en jaque a la pareja presidencial, pero, fundamentalmente, le allanaría el camino al oficialismo para que Nadine sea su candidata en el 2016.

 Si eso es así, la vileza de la política local resultaría más eficaz que la gringa, pues demostraría que no se necesita mover milimétricamente las piezas, sino simplemente patear el tablero con una criollada y punto (y eso que no mencionamos el chuponeo, como la práctica más eficaz para perseguir y chantajear a los opositores). Si eso fuese cierto, tampoco es algo original, pues ya otro país latinoamericano hizo casi lo mismo para sortear la Constitución, así que no hay ninguna novedad.

 De no ser cierto, constatamos una vez más el penoso comportamiento de nuestra clase política, en este caso de la oposición, que quiere sembrar psicosociales de la manera más atolondrada sólo para ganar cámaras y así extasiarse de los cinco minutos de gloria mediática que necesitan nuestros políticos para seguir en vitrina.

 Aquí pues tenemos también a nuestros Frank Underwoods: inescrupulosos, cínicos, infames, pero sin inteligencia y guiados por la viveza, actuando casi instintivamente y como simples chaveteros para hacerse o perpetuarse en el poder.

Puntuación: 5.00 / Votos: 1

Un comentario

  • Considero que efectivamente el chisme es un arma del juego sucio que en la vida cotidiana de las personas comunes y corrientes genera diversos conflictos y que muchas veces estos alcanzan magnitudes significativas con las consecuencias ya vistas hasta por los medios de comunicación.
    En la vida política puede generarse de igual manera dichos conflictos, sólo que estos afectan de mayor manera no solo a un grupo de personas, sino, puede llegar a desequilibrar a toda una nación.
    El afán por figurar y no desaparecer del medio a toda costa utiliza este medio llamado "chisme", sin importar las consecuencias que pudiera arrastrar con la misma. En el caso específico de Yehude Simon, su llamada "bomba bamba" ha generado sin lugar a dudas tal desequilibrio, no solo en las personas involucradas sino también en la sociedad, quien ha sacado sus propias conclusiones respecto al deseo de la continuidad de gobierno quizá mediante la primera dama o quizá de la falta de ética y moral de nuestro presidente y que a pesar de la aclaración hecha ha sembrado en las mentes de las personas dudas y conclusiones que serán difíciles de retirar, sean o no verdaderas.
    Por lo tanto considero que estas actitudes de ciertos pseudo políticos deben sancionarse de manera ejemplar, entendiendo claramente que la política en el desarrollo de un país debe basarse en la ética, profesionalismo y seriedad de quienes nos gobiernan; nuestro estado no esta para chismes ni chistes.

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