Nombramientos marca UNSA

La Universidad Nacional de San Agustín convocó a un concurso de nombramiento docente. Cerca de trescientas plazas son las que se ofertaron y, obviamente, generó el interés de muchos profesionales que aspiran a  pertenecer  a esa Casa Superior de Estudios, mucho más en calidad de nombrados por las grandes ventajas que conlleva. Desde el Departamento Académico al que pertenezco, se ofertaron once plazas, presentándose una treintena de postulantes, varios de ellos ya profesores contratados que buscan la pertenecía ad infinitum a esta universidad.

Creo que estos procesos de nombramiento docente deberían servir para seleccionar a los mejores profesionales que garanticen un alto nivel académico, no solo en la enseñanza sino en la investigación y proyección social, pilares de toda universidad, que terminarán beneficiando a la región  y el país con la formación de profesionales de primer orden. Eso dicta el mínimo  sentido común, pero parece que en la universidad agustina ese no es el dictado, sino los cálculos políticos, ya que pareciera que dichos nombramientos se negocian a  cambio de votos electorales u otros intereses más pedestres. En otras palabras, pareciera que estos concursos ya tienen nombre propio, muchos de ellos pertenecientes a la argolla del poder universitario actual.

Otra cosa no se puede pensar cuando observamos que el reglamento de ese concurso tiene  artículos que benefician  directamente a ciertos postulantes, infringiendo  las normas básicas que debe tener un concurso transparente y realmente público. Pero allí no acaba el asunto, pues como miembro del Departamento he observado que varios postulantes presentan una montaña de legajos, tal vez con la intención de despertar la admiración de los calificadores del concurso; pero es tan burda la documentación que lo único que despiertan es la sospecha, pues es imposible que alguien  produzca treinta libros en un año, incluso con títulos como “Ajencia de…”, sí con j, en lugar de usar  una castiza g.

Lo peor es que tales “producciones intelectuales”, sometidas al simple escrutinio del Viper o Plagiaristfinder,  demuestran que son groseras copias de otros documentos colgados en la red, lo que nos lleva al terreno  delincuencial.  La justicia y la decencia dictan que ante esos casos los postulantes deben ser separados del concurso. La ley dicta abrir procesos penales.  Pero nuevamente, parece que esos no son los dictados de las autoridades agustinas, pues he visto la defensa cerrada a los infractores, además de persecuciones y  amenazas a quienes actúan de acuerdo a ley. Muchos “libros” falsos tiene el sello de otras universidades; es decir, el plagiador ya engañó a una universidad (que esperemos reaccione cuando sepa del delito),  y ahora quiere hacer lo mismo con San Agustín. Ni siquiera eso impide esa defensa cerrada que hacen los mandos agustinos, generando más sospechas que detrás de este concurso se negocian cosas mucho más apetitosas que un nombramiento.

Con ese apoyo demencial, obviamente los infractores se enseñorean y reptan empavonados por los pasillos universitarios, seguros que van a salir triunfadores del concurso. Es posible que eso ocurra, pues toda Arequipa sabe que en los últimos años, la universidad agustina ha estado envuelta en una serie de irregularidades  que han herido de muerte su prestigio y reputación. Lo más penoso es que los mismísimos rectores han estado involucrados en esos escándalos. Esta sería una oportunidad para demostrar que San Agustín no está ganada por la corruptela y que se atisba el deseo de cambiar, o por lo menos adecentar la universidad. De ocurrir, sería esperanzador, pero temo que, nuevamente, peco de iluso.