Don Quico

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Hace poco me enteré del deceso de Enrique Mendoza Nuñez, “Don Quico”, como le decían sus amigos, o, por lo menos, la manera como nos referíamos acerca de él quienes nos juntamos para acompañarlo en uno de sus obstinados sueños: el diario Arequipa al día.

Cuando me convocaron a ese proyecto, por intermediación de Hugo Yuen, Don Quico ya era un hombre de trayectoria: había sido congresista por nuestra ciudad bajo las fila de Acción Popular, había pasado exitosamente por la actividad agraria; se animó a ingresar al mundo mediático, particularmente el televisivo, y en ese momento quería dar un paso más en el sueño de hacer de su canal una red infocomunicacional, al mismísimo estilo de la CNN, que allá, en los ya lejanos años 90, era un referente obligatorio.

Fueron varias las tardes que nos reunimos en su oficina del Centro Comercial Cayma. Allí, con varios ejemplares de los principales diarios del mundo, Don Quico dibujaba lo que quería que sea Arequipa al día: el mejor diario de la historia de la ciudad, un medio no sólo trasmisor de información, sino de cultura, conocimientos y, principalmente, generadora de opinión. Ese afán yo lo entendería más tarde acercándome a Habermas, pues tras su lectura, recién entendí que una ciudadanía, base de la democracia, solo puede hacerse realidad si tenemos una opinión pública ilustrada, crítica y responsable. De allí ese afán afiebrado de Don Quico de hacer de Arequipa al día ese medio forjador de opinión publica, y para ello, él creía que no debía convocar a periodistas, sino a especialistas competentes de diversas áreas. “Es mas fácil que un especialista sea un periodista, que un periodista sea un especialista”, era su sentencia.

Como en una mesa de operaciones, recuerdo que analizábamos los principales diarios del mundo, sacando lo mejor de cada uno de ellos para, finalmente, tomar la decisión de cómo sería el contenido informativo de Arequipa al día y cuál el diseño. Recuerdo que se adoptó el formato de USA Today, que en esos años era todo un fenómeno mediático en Estados Unidos.

Luego vino la selección del personal en la que participaba Carlos Meneses, quien luego asumió la dirección del diario. Junto a él, como su auténtico brazo derecho, estaba Hugo Yuen, abogado y, principalmente poeta; Juan Miranda, antropólogo, y también poeta; Herbert López, literato; Benjamín Carrasco, abogado; Miguel y Dante Zegarra, periodista e historiador, respectivamente; y yo (en este momento no me acuerdo más, pero no éramos muchos). El entrenamiento de cómo escribir al estilo de USA Today, lo hacíamos algunos en mi apartamento cuarto de La Salle, y luego el entrenamiento con las computadoras en la Av. Jorge Chávez, donde luego funcionaría el primer local de Arequipa al día.

En todo ese proceso nos acompañaba Don Quico, siempre sugiriendo, siempre perfeccionando, siempre innovando. Cuando vino el lanzamiento del diario, era todo una locura, pues lo “perfectamente planeado” no funcionaba, había problemas técnicos, los colores no eran los que queríamos, el estilo de redacción tenía algunas fallas, la noticias no eran las adecuadas, etc, etc, sin mencionar los naturales problemas administrativos de los cuales nosotros no teníamos vela en el entierro, pero que era inevitable enterarse. Y en todo eso también estaba Don Quico, al lado de sus hijos, Miguel y Enrique con quienes conducía esa bella locura.

Como me tocó asumir la jefatura de la página editorial, conversaba con Don Quico con frecuencia. Eran conversas largas, donde Don Quico no sólo me hacía saber de sus ideales y cómo éstos se relacionaban con el proyecto de Arequipa al día, sino que también eran diálogos en los que Don Quico se despachaba con todo su conocimiento, alimentado de sus permanentes y variopintas lecturas, pero básicamente de su infinita experiencia y mundo. Justamente ese mundo es lo que lo hacía volar alto, y a veces era lo que nos hacía creer que estaba en las nubes; sin embargo, nos callaba la boca cuando veíamos que esos sueños locos los concretaba.

Luego, por razones de perfeccionamiento profesional tuve que dejar no sólo Arequipa al día, sino también la ciudad y el país. A mi vuelta, ese diario que ayudé a fundar, cambio de local, de formato, de contenido y de gente. Fui a visitarlos y allí estaba él, Don Quico, siguiendo con ese estilo de saber que no hay que perder la fe, que a pesar de lo velozmente cambiante que es el mundo, no hay que desorientarse y, al contrario, afirmarse en los ideales. Todas las veces que luego me encontré con él, nunca faltó el diálogo inteligente y la reflexión profunda, a pesar de nuestros puntos de vista opuestos en muchos temas. Todo ello, atravesado por la amabilidad. Porque así era Don Quico: afiebradamente soñador, polémico, provocador y, sobre todo, cortés. Es decir, un personaje que ha dejado huella.

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