El reto vargallosiano

Mario Vargas Llosa, nuestro nobel, decidió pasar su cumpleaños número setentiseis entre nosotros, en la tierra que lo vio nacer. Lo hizo con una especial consideración, pues llegó con toda su familia: esposa, hijos, nietos, primos, tíos, etc. es decir, la tribu vargallosiana en su totalidad. Obviamente, todos los días que pasó en nuestra ciudad, el nobel recibió muestras de cariño de la población y también de demagogia de nuestras autoridades, pero quien salió ganando con esta visita fue Arequipa ya que en medio de los festejos, Vargas Llosa anunció una decisión de gran trascendencia para nuestra ciudad: la donación de su biblioteca personal.

Son, por lo menos, 30,000 libros que conforman la biblioteca vargallosiana. Obviamente no son libros que el nobel ha ido adquiriendo en toda su vida para adornar anaqueles, sino que, más que libros son herramientas de trabajo; es decir, libros que contienen anotaciones, señales y llamadas que el autor ha venido haciendo cuando disecciona una obra lo cual hace de esta donación una verdadera joya ya que puede convertirse en un material valioso no sólo para los lectores y literatos, sino fundamentalmente para los investigadores de la obra vargallosiana.

Creo que en esta visita tan especial que hizo nuestro nobel a su tierra natal, nosotros lo hemos vuelto a tratar displicentemente, pues varias de las promesas que se hicieron cuando Vargas Llosa obtuvo el Nobel de literatura no se han cumplido. La Casa Museo, la avenida con su nombre, la cátedra vargallosiana, etc. siguen allí, en promesas, nada se ha avanzado. Hay otros proyectos que sí lo han hecho; por ejemplo, hoy estuve en la premiación del I Concurso de Novela Corta Mario Vargas Llosa, pero hay que reconocer que ese proyecto ha funcionado porque es iniciativa del sector privado. Como siempre, lo público termina tornándose en demagogia porque se ahoga en su propia maraña.

A pesar de eso, y demostrando una enorme generosidad, nuestro nobel nos regala su biblioteca personal, lo cual puede convertir a nuestra ciudad en un faro de atracción cultural a nivel mundial, dependiendo de la forma cómo nuestra autoridades y en general nosotros respondamos a esa donación. Desde este punto de vista, lo que ha hecho Vargas Llosa es retarnos; es decir, queda saber cómo vamos a organizarnos para instalar o construir un local que esté a la altura de la biblioteca vargallosiana, que sea un centro de saber, de investigación, reflexión y estímulo de uno de los quehaceres más hermosos que ha creado el hombre como es la literatura. También, porqué no, para hacer de esa biblioteca un nuevo objetivo turístico de la ciudad que eleve a nivel mundial la imagen de Arequipa.

Eso y mucho más puede hacerse; sin embargo, todo depende de cómo y quiénes se encargarán de dirigir ese proyecto. Por lo que hemos visto en estos casi dos años desde que Vargas Llosa es nobel, las actuales autoridades están incapacitadas para hacerlo porque, sospecho, ni siquiera han leído una de sus novelas. En ese sentido, para que la generosidad de Vargas Llosa no se frustre o acabe maleándose, corresponde a la ciudadanía, especialmente a la verdadera sabedora y amante de la literatura, tomar la iniciativa y el timón de ese proyecto, pues si se los dejamos en manos de nuestros políticos y autoridades puede que los libros vargallosianos terminen envolviendo pescados.

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