Conversando sobre Arequipa

Con motivo de los 471 años de Arequipa he sido invitado a varios eventos para “reflexionar“ (aunque para mí, más ha sido una conversa) sobre el devenir de nuestra ciudad. Ya sea en mesas redondas o seminarios, el tema ha sido abordado desde varias entradas: la histórica, antropológica, jurídica y sociológica. Detrás de esas visiones han estado varios reconocidos intelectuales que, como siempre, brindan aportes interesantes.

Por ejemplo, me llama la atención esa entrada teórica que quiere analizar la transformación de Arequipa a partir de cómo han ido variando ciertos usos y costumbres. Es decir, muy a la usanza de Goffman o Mead, tenemos aquí a intelectuales que les preocupa cómo es que, por ejemplo, los Rey de Castro o Valdivia, han sido reemplazados por los Condori o Mamani. Es más, ya ni siquiera los Condori o Mamani (que serían apellidos tradicionales), sino los Parisacas o Tantahuanas que vendrían a ser los representantes de esa continuidad imparable del proceso migratorio que se iniciara en la década 60 del siglo pasado y que “antiplanizaría” Arequipa.

También desde la óptica del la vida cotidiana, es interesante observar cómo es que ya no existen las “góndolas” ni omnibuses de antaño, para ser reemplazados por lo micros o colectivos de hoy. Asimismo, ya no existen el nombre de calles tradicionales para ser cambiadas por otras con raíces más altiplánicas; o cómo, paralelamente a la celebración de la Virgen de Chapi, se festejan a otras vírgenes, e incluso con más ruido, como el de la Virgen de Copacabana.

También están los profesionales que por el mes festivo de Arequipa siguen añorando y cobrando la deuda a Puno en el sentido que la imagen de la “Ciudad Blanca” se erigió desdeñando u ocultando el gran de nuestro vecino puneño en su proceso de desarrollo. Es más, hay una especie de reclamo en el sentido que Arequipa habría “robado” la identidad a los puneños, ya que éstos, al llegar aquí, se “arequipeñizan” tanto, que olvidan o niegan sus raíces altiplánicas. En ese sentido, Arequipa no tendría identidad propia, sino una construida artificialmente y ensalzada por una visión muy colonialista o europeizante.

Hay otras entradas teóricas que reflexionan sobre Arequipa a partir de lo “loncco” o cómo es que esta figura emblemática de la ciudad ha ido transformándose. Hay otros que siguen con el sonsonete de la “Arequipa revolucionaria o caudillo”, etc. etc. En realidad, a mí me interesa más tomar como punto de partida el proceso revolucionario comercial y urbano que se ha iniciado en Arequipa el año pasado y que ceo que marca un punto de quiebre en el sentido que eso refleja una composición social basado en grupo emergentes que aún no están analizados, que son los protagonistas de la nueva dinámica de la ciudad y que, a la vez, podrían ser los nuevos grupos vanguardistas que esta ciudad necesita para recomponer su clase política y dirigencial, ya que los actuales, construidos sobre la imagen idílica de la “Ciudad Blanca o caudillo”, ya no sirven o están bien desfasadas.

Es así como lega Arequipa su cumpleaños número 471, con nuevos espacios urbanos, con nuevas dinámicas económicas, con nueva gente que cada vez se hace más visible y que, creo, están esperando ser tomados en cuenta, por lo menos por la academia, para entender por dónde va la ciudad, o por dónde quiere ir.

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