La hora de la izquierda. ¿Y ahora?

Soy de los que entraron a la adolescencia con la consigna reberiana de que además del servicio militar obligatorio, había que hacer el Servicio Revolucionario Obligatorio. Así, desde fines de los setenta y buena parte de los ochenta, creí que el comunismo era la única solución a los problemas, no sólo del país sino del mundo y me la pasaba escuchando a mis “dirigentes” discutiendo cuándo empezaba la revolución en el Perú, y a muchos afiebrados anunciando la inminente instalación de la dictadura del proletariado, en clara alusión a las hordas senderistas, que de obreras no tenían nada, pero sí de clasemedieras y campesinas.

Luego, pasada mi adolescencia y terminado mi servicio revolucionario obligatorio, me volví a encontrar con mis “dirigentes”, varios de ellos en la docencia escolar o universitaria. Realmente la hicieron fácil, pues la militancia y el comportamiento radical en sus partidos de izquierda, les sirvió para, vía el Sutep o la dirigencia sindical universitaria, entrar a trabajar en colegios o universidades. El resultado de eso fue, todos lo sabemos, el empeoramiento, tanto de la educación básica como de la superior. Pero allí estaban los izquierdistas, siempre con su mismo discurso, un poco más o menos adornado, pero siempre con el mismo rollo, soñando con el día para gobernar el país y poner en marcha todo lo planeado en los libros, muchos de ellos editados en Moscú o China. En realidad, la izquierda ya sabía de esa experiencia, pues gobernó en el velascato a fines de los sesenta, en el primer gobierno alanista, e, incluso en los primeros meses del fujimorismo. Obviamente, todas esas experiencias fueron un fracaso, así que lo mejor era no reconocerlas como prácticas de gobierno.

Ahora, en las elecciones del 5 de junio, la izquierda, con nombre propio y democráticamente, llega al gobierno y se abre un nuevo capítulo para nuestro país: la posibilidad de construir esa sociedad que todos esos libros rusos y chinos de la era comunista, prometían, la sociedad de la igualdad y justicia social, con la ventaja, además, que todas esas promesas estarán guidas por esos dirigentes que hicieron de ese discurso su forma y sustento vida. Hemos decidido pues, ser gobernados por izquierdistas y en buena hora. Así nos sacaremos el clavo. Yo, particularmente, espero que ese gobierno siga la línea trazada por la izquierda renovada de Chile, Brasil, Uruguay, España y otros émulos europeos. No me gustan los gobiernos de la izquierda boliviana, ecuatoriana, venezolana y mucho menos del modelo chino.

Ahora pues, vamos a ver, qué hacen los seguidores de esa propuesta. Para empezar, no sé cómo van a resolver la cuadratura del círculo; es decir, iniciar la “transformación nacional” con un modelo neoliberal y sin tocar la Constitución (si nos atenemos al último plan ollantista), o atacar la corrupción estatal, aumentando el Estado. No sé, cómo lo van a hacer. Gracias Dios no soy gobierno y ni siquiera voté por el ollantismo. Para el caso del sur, estaré atento a ver cómo se satisface la expectativa del 65% de los arequipeños que votaron por Ollanta porque les prometió la construcción de Majes Siguas II, y del Cusco que en un 75% votó también por Humala porque les prometió que NO iba a construir Majes Sigua II.

Vamos a ver cómo lo hacen. Así como demostraron gran capacidad de agitación social “para debilitar las estructuras”, me gustaría saber qué harán ahora para calmarlas, en especial a Javier Diez Canseco y seguidores, expertos en bloquear carreteras. En realidad espero que más allá de los papelógrafos y plumones de ONG, ahora pasen a un acción más decidida: dejar los escritorios e irse a las zonas marginales para “construir la nación que no sea Lima”. Sería genial que en lugar de “ser vigilantes de la democracia”, se conviertan en constructores de la democracia. Ahora no habrá pretextos. Les llegó su momento y espero que les vaya bien. Por suerte, yo me bajé de ese micro hace tiempo.

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