Del amor expeditivo a la nueva virginidad
Lo que yo pude constatar en esta exploración que hice hace unos diez años atrás, es que los afectos y emociones son vividos de diferente manera a la forma como se vivían o experimentaban en los tiempos cuando yo enamoraba, y mucho más de la época de mis padres. No son muchos los años, pero allá, a fines de los setentas e inicios de los ochentas, cuando yo inicié mis experiencias sentimentales, éstas se nutrían de los poemas amorosos, los regalitos florales o peluches para demostrar los sentimientos; es decir, los afectos estaban encuadrados, a decir de Octavio Paz , en la tipología del amor romántico y todo lo que ese concepto encerraba; o sea, la idea del amor único, eterno y sacrificado, concepto que, por cierto, la cultura occidental ha sabido explotar muy bien y que se han conjugado con otros elementos propios de nuestra cultura y que se plasman en dichos como “cargar con la cruz”, “contigo, pan y cebolla”, etc.; es decir, todo un conjunto de elementos simbólicos que, supuestamente, fortalecen el amor y también la pasión, pero no la pasión asociada con el goce, sino con el sacrificio, el dolor.
Esa manera de concebir (y vivir) la experiencia amorosa denominada romántica o también shakesperiana, habría empezado a cambiar, según Giddens, a partir de los años setentas del siglo pasado. Para el sociólogo inglés, a partir de esos años las relaciones afectivas entre hombres y mujeres empezarían a ser mucho mas dúctiles, mucho mas democráticas; es decir, ya no habría esa relación basada en la desigualdad o dominio que escondía o esconde el amor romántico (preferentemente del hombre frente a la mujer), sino que las relaciones amorosas serían más igualitarias puesto que desde esos años estamos viviendo nuevas situaciones o escenarios sociales donde una de las características es la presencia cada vez mas fuerte que tiene la mujer.
Incluso Giddens cree que uno de los aspectos más significativos o revolucionarios del siglo XX, está dada justamente por la presencia femenina, por el empoderamiento que tiene ésta en el mundo fundamentalmente capitalista en donde habría empezado a generarse esa fortaleza. Además, esta presencia de la mujer que cada vez gana más espacio, habría nacido justamente a partir del descubrimiento que tiene la mujer de que ella misma puede administrar su propio placer sexual, tal como lo mencionó Jorge Bedregal en esta Mesa Redonda. Es decir, la mujer habría roto esa frontera entre lo que era el sexo para la concepción e ingresado al campo del sexo para el goce, para el disfrute.
Ese paso habría sido fundamental, pues significaría el cambio de rumbo que va de lo meramente sexual a la sexualidad; es decir, al goce y, lo que es más importante, el derecho al goce o disfrute y su capacidad de administrarlo autónomamente, incluso prescindiendo de una relación afectiva a la que estaba sujeta por esta estructura piramidal que señalaba cómo es que debería ejercer su sexo y sexualidad. O sea, hasta la década del 60 aproximadamente, según Giddens la mujer solo tenía derecho al sexo para la reproducción, mientras que el hombre sí tenia el derecho a la sexualidad, pero de los 60 para adelante, la mujer también tiene ese derecho, y, es más, es un derecho que se va imponiendo por encima del hombre por que como también lo ha recordado en esta Mesa Redonda Jaime Cano, la mujer descubre que su sexualidad es mucho más potente que la del hombre.
Por tanto, todo esto habría contribuido a cambiar toda una concepción, toda una mentalidad, fundamentalmente en las mujeres, y a partir de esta nueva mentalidad es ella la que impulsa nuevos tipos de relaciones afectivas. En otras palabras, la mujer de nuestras épocas ya no se cree el cuento de “Contigo pan y cebolla”, “Tú me desfloraste, y por lo tanto serás mi cruz para toda la vida”, etc. etc. Hoy las mujeres estarían conduciendo la relación afectiva por que incluso han descubierto que el goce sexual se lo puede administrar por su propia decisión, e incluso, si se trata de sexo para la reproducción, también han descubierto que el hombre es absolutamente prescindible, y eso puede verificarse a través del cada vez más practicable embarazos invitro.
Entonces, esta sería una característica de la mujer a partir de los setentas del siglo pasado para adelante, que además se profundiza con el descubrimiento y el uso cada vez más extendido de la píldora anticonceptiva que, según Giddens, contribuye a crear una nueva mentalidad en las mujeres, una mentalidad mucho más abierta. A partir de allí se estructura un nuevo tipo o una nueva forma de concebir la relación afectiva, ya no es la relación afectiva shakespieriana o romántica, sino es una relación más plástica o democrática. Eso habría cambiado la forma de sentir o experimentar las relaciones amorosas; es decir, en la actualidad, las relaciones afectivas no se expresan como se hacían hace unos años a través del romanticismo; es decir, el poema, la cartita amorosa, el osito de peluche; en el aniversario o “nos vemos en el parque, después de la misa”. Hoy las relaciones afectivas se expresan automáticamente a través de la cama. La cama es hoy el nuevo escenario, el nuevo ícono y espacio de las relaciones afectivas.
Como les decía al principio, ya no es como ocurría en la época de mis padres, o incluso, salvando las distancias del tiempo, cuando yo experimentaba mis primeras cuitas amorosas, en el parque, en el cine o buscando cualquier callejoncito, un lugar secreto para dar rienda suelta a mi afecto, a mi sexualidad. No, hoy el afecto está traducido a través de la cama y pareciera que la formula es que mientras mas rápido la pareja vaya a la cama, entonces está demostrando más amor, o, en todo caso, un amor verdadero. En ese sentido, a mí me llamaba la atención, en algunas entrevistas, cuando la adolescente me decía “he notado que mi enamorado ya no me quiere porque esta semana solamente hemos ido una vez al hotel”. Es decir, pareciera que la medida del amor está signada por las veces con que frecuentan el hostal u hotel, lo cual corrobora lo que demostró Pedro Pablo Ccopa; o sea, que el hostal es el nuevo espacio amatorio, lo que antes eran los parques o cinemas. Por eso que no hay que extrañarse de esta invasión hostelera que hubo desde los mediados de los 80 para adelante. Esta invasión ocurrió en todo el Perú y nuestra ciudad, Arequipa, tampoco se ha escapado de la ola de las hostales que, como sabemos, o hay que ser muy ingenuos para así creerlo, no está asociada a la afluencia turística, sino que justamente están ligados a la concepción de ser los nuevos espacios amatorios. Y como ustedes pueden observarlo fácilmente, esos nuevos espacios amorosos están instalados al lado de academias, colegios o universidades y el asunto termina siendo un negocio redondo ya que, a la vez, se complementa con la instalación de una discoteca y restaurante.
Pero volviendo al tema, lo que señalo es que en la actualidad el afecto es eminentemente sexual y esto ha transformado la forma como se viven hoy los afectos, y esta conclusión la sostengo por la exploración que hice hace unos diez años atrás y creo que con el paso del tiempo eso no ha cambiado sino que viene profundizándose. Es decir, como lo titulé en un ensayo, actualmente el amor es expeditivo, carente de sentimientos, fugaz y alejado de todo compromiso; o sea, un “amor líquido”, tal como lo definiría Zygmunt Bauman . Pero lo que hoy ha empezado a interesarme como tema es la aparición de un nuevo concepto de virginidad, ligado a la supuesta reaparición del amor romántico. Me refiero a esa nueva virginidad que hace unos tres o cuatro años ha empezado a ponerse muy de moda a través de una supuesta reconquista de la moral y la pureza. Como sabemos, uno de los grupos que viene impulsando esa nueva virginidad es el grupo juvenil Jonas Brother quienes sostienen que la virginidad y la pureza sexual es una fortaleza, y que la sexualidad sólo debe practicarse dentro del matrimonio.
A la vez, desde la literatura ese nuevo concepto viene difundiéndose a través de una exitosa saga literaria y cinematográfica. Me refiero a Stephenie Meyer, escritora de la serie Crepúsculo que comprende las novelas Luna nueva, Eclipse y Amanecer. Quienes han leído o visto la saga, saben que allí lo que pretende la autora es reivindicar el amor romántico, pues la historia se centra en dos jóvenes, por cierto bellos que no pueden resistir su atracción, pero que no pueden hacer nada más que mirarse o darse inofensivos besos, a pesar que arden internamente porque si caen en las fauces del amor carnal, él terminará matándola porque no es un joven normal, pues es un vampiro. Ella lo sabe porque él se lo confiesa, pero lo acepta porque está segura que ese amor será casto y para toda la vida; es decir, el ideal del amor romántico con los componentes tradicionales que le dan vida: ella confía plena y ciegamente en él, que la sabrá “respetar”, y él confía plenamente que sabrá controlar su naturaleza, su bestialidad “vampirezca”. Incluso hay capítulos de la novela o escenas de la película donde ella es la que lo tienta o desea caer en el deseo, pero él es quien se controla, es todo “un caballero”, pues considera que eso tendrá que ocurrir, pero mucho más adelante, cuando el sentimiento se refuerce, cuando exista un compromiso sólido, indestructible, libre de cualquier duda o debilidad. Por tanto, lo que proyecta la novela es que más importante que la belleza de los cuerpos, jóvenes, hermosos y tentadores, es la belleza del sentimiento, del amor alejado del deseo carnal.
Es decir, a través de esta saga literaria y cinematográfica que tiene atrapado a miles de adolescentes en todo el mundo, y con íconos como los Jonas Brother, que también apoyan esa corriente y reforzados por poderosos medios de comunicación, se estaría recuperando ese concepto del amor romántico, ese amor que lucha contra ese impulso del goce y del placer fugaz, desafectado y sin compromiso. Es decir, el amor como una lucha o pugna entre la pureza y lo carnal o expeditivo.
Eso es lo que estoy viendo ahora; sin embargo, me pregunto cuan efectiva pueda ser esa pugna o discurso en sociedades como las nuestras, ya que juega con la reivindicación del amor romántico, pero en un escenario total y cada vez más sexuado. Es decir, no se cambia el escenario pero sí el discurso, incluso con una pequeña variante “si quieres sexo, cásate”, tal como lo preconizaba uno de los integrantes del grupo Jonas Brother que le prometió a sus miles de fanáticas que en cada presentación se desnudan ante él, que no tendría sexo hasta que se casase. Bueno, así fue, pues me han informado que acaba de casarse; es decir, cumplió con su promesa, se resistió, pero por lo visto, dicha resistencia no le duró mucho; o sea, cayó vencido por la tentación.
Entonces, lo que estamos contemplando ahora es un escenario donde muchos adolescentes, y creo que principalmente chicas, están envueltos en ese discurso del amor como sinónimo de pureza y castidad, de lucha contra la carnalidad fatua; sin embargo, temo que ese es un discurso externo, solamente para afuera; para mostrar algo así como una sexualidad ética, para la calle, el entorno, algunos amigos o familiares, pero que a la vez se vive otro tipo de sexualidad, más real e íntima, y eso lo puedo corroborar conociendo los datos del MINSA respecto al inicio de la vida sexual entre nuestros adolescentes, pues esos datos demuestran que el inicio de las artes nalgatorias entre nuestros adolescentes se van acortando, en los ochentas estaba entre los diecisiete y dieciocho años, en los 90 entre los catorce y quince, y hoy está entre los doce trece años. ¿Cómo conjugar, entonces, esa realidad, con ese discurso reivindicatorio del amor casto, mucho más en un escenario posmoderno como el que vivimos donde lo que importa es la individualidad contra el desconocimiento e incluso la falta de respeto del otro? Ese es un tema, creo, digno a ser explorado. No sé si me animaré a hacerlo, pero en todo caso, espero que alguien de la audiencia se interese en empezar a averiguarlo.
Gracias.