Circo electoral, entre payasos y títeres

Catorce mil listas a nivel nacional y un poco más de cuatrocientas sólo en Arequipa puede dar la impresión del alto nivel democrático existente en nuestro país; pues, cuantitativamente, es una cifra enorme que podría hacernos pensar que tan masivo número de ciudadanos quieren sacrificar su apacible vida para entregarse a impulsar el bien común en la sociedad peruana. Nada más falso, pues, esa hemorragia de listas no es sinónimo de democracia, los candidatos tampoco son ciudadanos y mucho menos hay detrás de todo esto, el interés de conquistar el bien común.

Una de las razones por la que desde las ciencias políticas se impulsó en la década ochentera del siglo pasado el concepto de Buen Gobierno para fortalecer la democracia, fue justamente el desprestigio que este sistema empezó a experimentar, debido, principalmente, al desprestigio de los partidos políticos. En nuestro país esa situación dio paso a los famosos outsiders o independientes que, como sabemos, llevaron al país al más alto nivel de putrefacción social.

Treinta años después y tal como han venido ocurriendo los últimos procesos electorales, todo parece indicar que poco o nada hemos aprendido pues, lo que tenemos en escena son pseudo organizaciones políticas que más que consolidar la democracia lo que hacen es dispersarla y debilitarla aún más; y también tenemos a pseudo políticos con maquillaje ciudadano, pero que en realidad son chaveteros ofertantes al mejor postor de puestos políticos que, obviamente, no piensan en el bien común sino en el propio.

Ese es el panorama que nos pinta el actual escenario electoral, sazonado, además, con todas las características propias de la cultura transgresiva y colonialista que hemos heredado; es decir, listas electorales de última hora, alianzas que se hacen y deshacen según el “quién da más”, imposición a punta de codazos y, básicamente, propio de la criollada que adorna la transgresión, mucha bulla y fanfarria con toques folclóricos; es decir, el circo total.

Poca garantía hay pues que la política peruana mejore; o en todo caso, la lección que nos deja esta circense hemorragia de candidatos, es que el adecentamiento de la política, la recuperación de ésta, entendida como nos lo recuerda el filósofo francés Eric Wiel, al más puro estilo griego, como la moral puesta en marcha, ésa es una tarea que hay que arrebatársela a los políticos y asumirla como un deber de la ciudadanía.

En el actual escenario, legalmente las condiciones están dadas para que eso ocurra con mejores resultados, pues recordemos que el último cinco de julio no sólo se inscribieron chaveteros o candidatos, sino también planes de gobierno que debieran ser el reflejo de que más allá de los empujones, también ha existido un mínimo ejercicio racional para pensar qué hacer por la Región y la localidad en los cuatro ejes fundamentales de la problemática arequipeña: económica, social, institucional y ambiental.

Es decir, luego de instalado el circo, nos queda, como ciudadanos, conocer y ejercer un control minucioso de esas propuestas para saber qué es lo que piensa el candidato, cuál es su enfoque para solucionar los problemas regionales y locales y, principalmente, cómo lo piensa hacer. No hacerlo, significará, una vez más, que nos dejamos llevar por la bulla, o que nos ganó la indiferencia; pero, principalmente, que terminamos convertidos en títeres de esos payasos.

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