Los rituales de la CADE

Acaba de finalizar otra versión de la CADE realizada en nuestra ciudad. Tres días de reunión de los más importantes ejecutivos y miembros de la política nacional para, supuestamente, abordar temas de trascendencia nacional, pero, a las finales, tres días donde resuena más los cocteles y la fanfarria.

He tenido la ocasión de asistir a algunas ediciones de la CADE. Obvio que no ha sido pagando, sino como invitado en calidad de comunicador, pues el costo de inscripción está dirigido, justamente, a altos ejecutivos que han hecho de esta reunión anual un símbolo de distinción; es decir, el ejecutivo que no asiste a estos encuentros como que le falta un roce académico y político.
Esa es, precisamente, una de las fortalezas de la CADE: una combinación de empresarios, políticos y académicos que en algunos momentos dentro del evento pueden dar luces a temas de verdadera importancia. Pero, temo, sólo en esos momentos. Lo digo porque en esta última versión de la CADE se ha abordado, por ejemplo, el tema de la educación. Consensualmente los ejecutivos, políticos y académicos han señalado que si el Perú no hace nada respecto a su educación, no tiene ninguna posibilidad inmediata, y que el envión económico que tiene actualmente, de nada servirá.

Bien por eso, pero no es la primera vez que la CADE aborda ese tema. Recuerdo que a fines de los 80 también se abordó esa cuestión. Lo hizo magistralmente León Trahtemberg, quizá el que más sepa de problemática educativa en nuestro país. En esa ocasión Trahtemberg hizo una descripción descarnada de la educación peruana y advirtió las consecuencias si es que no se abordaba ese problema. Han pasado una veintena de años y nada se hizo y allí están las consecuencias: tenemos una de las perores educaciones públicas del mundo.

Es más, si el tema se hubiese abordado seriamente, la CADE hubiese, mínimo, tocado o sacado un pronunciamiento sobre la huelga de la universidad pública que ya va por su segundo mes. Pero no lo hizo, simplemente porque no le interesa, y no le interesa porque dudo que nuestro empresariado tenga en perspectiva cambiar ese modelo que sigue teniendo en mente para nuestro país: el de ser, simplemente, un país con economía primaria. Para ese tipo de modelo, no es necesaria la tecnología y menos el desarrollo científico. Cuando nuestro empresariado cambie ese modelo y tenga en mente un país de economía terciaria o, por lo menos, secundaria, allí sí considerará que es imperativo invertir y desarrollar ciencia y tecnología y allí sí se preocupará que la universidad pública esté paralizada o que genere buenos profesionales. Mientras no suceda eso, la universidad pública seguirá condenada a su situación actual: ser mayoritariamente un centro de insuficientes que reproduce de manera ampliada más insuficiencias.

Por eso es que esas declaraciones rimbombantes de nuestros empresarios sobre el tema educativo en esta CADE me parecen tan vacías. Por eso es que cada CADE me sigue pareciendo un encuentro fatuo, unas vacacioncitas que se dan los ejecutivos de nuestro país, un paréntesis y, de paso, unos diítas de contactos y relaciones sociales.

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