Arrástrame al infierno
Con Arrástrame al infierno, no ocurre eso, pues es de factura netamente gringa, pero parece que los americanos han perdido el feeling de este genero ya que, en lugar de tratarse de una película de terror, Sam Raimi, su director, nos termina entregando un bodrio de humor negro donde prima el ruido chirriante y las escenas vomitivas encarnadas por actores de faz angelical en una historia por demás simplona: la cándida ejecutiva bancaria que niega la condonación de un préstamo a una anciana que, luego de una pelea oriental, le echa la maldición gitana.
Una cinta pues que más que hacernos saltar de los asientos por el miedo, nos hará reír o burlarse, como lo hacían varios espectadores que no entendían lo ridículo de varias de sus escenas.