No eleven las limosnas

La alta jerarquía católica ha salido, como es ya ritulístico, a arremeter contra la despenalización del aborto cuando se trate de casos de violación o de grave malformación, propuesta congresal que se suma al aborto terapéutico cuando la vida de la gestante está en riesgo. Parafraseando a la Madre Teresa de Calcuta, la oficialidad católica peruana anuncia que ellos se responsabilizarán de esos hijos cuyos crueles padres quieren desaparecer.

Esa proclama es admirable; pues, es primera vez, que yo recuerde, que la oficialidad católica deja sus anuncios morales para plantear una medida concreta que pueda cambiar la decisión dramática de miles de peruanas que deciden no traer un hijo al mundo. Es decir, la oficialidad eclesial suplanta la moralina por algo más efectivo: responsabilizarse, hacerse cargo, directamente, de miles y miles de compatriotas. Anuncio más loable aún si se trata de comprometerse con aquellos que nacerán con deficiencias congénitas.

En nuestro país, se practican cerca de medio millón de abortos al año. Es decir, de hacerse efectivo, la iglesia se hará cargo de quinientos mil niños cada año. En un lustro serán dos millones y medio y en una década, cinco millones. Realmente admirable. No se como lo harán, pero me imagino que tan efusivo anuncio es respaldado por un sesudo análisis presupuestal.

Tampoco se cómo recolectarán a esos infantes. Me imagino que crearán ejércitos de fieles que se instalará en la puertas de los miles de consultorios públicos con fachada de semiclandestinidad donde se practican los abortos y aguardarán a las gestantes para convencerlas, tomarles nota y luego acordar dónde y cuándo recogen a la criatura. De seguro que habrán evaluado que esa medida es engorrosa y entonces han decidido que pronto, mismo Sunat, colocarán en todos los centros aborteros, un anuncio que diga algo así como “No te angusties, ten tu hijo que nosotros nos encargaremos. Trato preferencial a los que nacerán anacéfalos o son producto de violación”. Muy, muy loable.

De seguro que la oficialidad eclesial ya ha focalizado ese accionar en las zonas más pobres, donde se concentra la mayor cantidad de mujeres, niñas o adolescentes en su gran mayoría, que toman la dramática decisión de abortar. De seguro que la iglesia emprenderá en esas zonas campañas informativas propagandizando su decisión, reduciendo, a la vez, las miles de muertes anuales que se producen por un aborto mal asistido.

Ni que decir de los miles de albergues que tendrán que construirse. Seguro que los patios y frondosos jardines eclesiales se transformarán en centros asistenciales o clínicas. Bien para los asistentes, pediatras, enfermeras, etc. que tendrán que contratarse reduciendo, a la vez, la desocupación de miles de trabajadores en salud que se encuentran sin trabajo o mejorarán sus ingresos. De hecho que para cubrir todo eso no contarán con los recursos del Estado, pues sabemos que en políticas públicas nuestro Estado está en casi nada. Repito, no se cómo la iglesia financiará todo eso, sólo pido que no eleven las limosnas dominicales.

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