Corrupción a lo Fujimori

Tal como se preveía, el juicio a Fujimori, ahora por haber “indemnizado” a Montesinos con la friolera de 15 millones de dólares, no ha tenido la repercusión que sí tuvo por el caso de La Cantuta y Barrios Altos. ¿La razón? Creo que, en el fondo y mal que nos pese, somos blandengues con la corrupción.

Es decir, sí hemos demostramos que tenemos la capacidad de indignarnos con casos que tiene que ver con desapariciones y asesinatos, pero cuando se trata de rompeduras de mano, casi al unísono miramos al techo. Y es que la corrupción está tan instalada en nuestras relaciones que las consideramos naturales, normales, como una herramienta o mecanismo imprescindible en nuestro peliagudo sistema de estructura y, por tanto, de movilidad social.

Una lástima porque eso significa que seguiremos siendo una sociedad atravesada por las aceitadas, tarjetazos o franeleos antes que por la meritocracia, lo cual nos sigue colocando en una sociedad más postcolonial que moderna.

Y ya que la corrupción en nuestro país se ha erigido a nivel cultural, es lógico que quienes la practican con denuedo y goce, la ensalzan a niveles de una dignidad irrebatible. Lo veo permanentemente entre funcionarios y ayayeros locales; es decir, gente cuestionada y enjuiciada por sus uñas largas, pero mirando con desprecio a sus acusadores y soltando a sus perros (ayayeros) para la reprimenda o salvaje sanción por “haberlos ofendido”; léase, denunciado. Y los veo asistir orondos a las recepciones, manejando con el pecho insuflado su 4×4 y encubiertos por sus secuaces. Así son; es decir, pareciera que la corrupción da cierto halo de dignidad.

Por eso resulta tan patético ver al mentor contemporáneo de todos ellos (Fujimori) absolutamente indigno defendiendo sus infectos actos. Es decir, en lugar de pavonearse por sus uñas y colmillos largos, lo vemos conmovedor, lastimero y desplegando argumentos que insultan cualquier nivel de inteligencia. Estoy seguro que los corruptos asociados de nuestro país, están sintiendo vergüenza ajena.

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