Nueva TV, viejos problemas

No pude resistir la tentación, así que, raudo, abandoné la sesión de la MCLCP para ir a Hiraoka a comprar un TV plasma. Creí que con eso ingresaba a la televisión de futuro, pero no fue así, pues al llegar a casa e instalarlo, pude comprobar que poco o nada había ganado.

Eso ocurrió en diciembre último, y sabía que el problema era que nuestro Congreso aún no decidía qué tipo de señal digital iba a habilitarse en nuestro país. Bueno ahora eso ya se sabe, pues una Comisión Multisectorial ha decidido que el estándar que se pondrá en marcha en el Perú es el japonés-brasileño. Eso ha ocurrido hace poco, pero yo sigo sin beneficiarme con mi plasma y siento que he hecho tremenda compra en vano.

La llamada televisión del futuro se venía venir. Ese es un tema que lo averigüé hace muchos años, concretamente cuando investigaba el tema de la televisión peruana para un trabajo de la PUCP. Ya en esa ocasión me enteré que la televisión de futuro estaba ligada al avance la Internet. En un libro que publiqué al respecto decía:

(…)Quizá el verdadero problema para la televisión no sólo local sino mundial se produzca dentro de poco con el acelerado avance de la informática, pues ya es evidente que la perspectiva es fusionar el receptor de la televisión con la computadora personal. Esto generaría un gran vuelco en la relación entre el televisor como emisor del mensaje y el público como receptor pasivo del mismo, pues una televisión fusionada a la computadora la convertiría en una televisión interactiva en donde el público televidente rompería la relación pasiva y empezaría a “hacer cosas” con la pantalla, pues en el mismo aparato se podrá interactuar simultáneamente con Internet y el Web, además del e-mail, sin que el aparato deje de ofrecernos, además de televisión –abierta o por cable- la radio –AM o FM- y el teléfono –celular o de casa -, permitiéndonos no sólo el diálogo de voces e imágenes entrecruzadas, sino incluso compartir con terceros de cualquier parte del mundo esta insospechada charla cibernética. Como puede verse, desde esta óptica la televisión que gozamos y sufrimos en la actualidad tiene los días contados, y sólo de nosotros dependerá qué tipo de emoción queremos experimentar o qué beneficio queremos obtener al “clikear” el “Power” del control remoto.

Ese tiempo parece que ya habría llegado a nuestro país con la aprobación de la TV digital japonesa que, según los expertos se adecúa a nuestra geografía y será de gran utilidad porque no sólo brindará una señal más clara, mayor portabilidad y habrá la posibilidad de desarrollar otros servicios, sino que además será más económica. En otras palabras, dentro de poco, todo el mundo podrá tener la televisión no sólo en casa sino en mano, pues es un sistema que también se captará en celulares compatibles con dicho estándar. El problema es que eso no será ahorita como pensaba, sino que tomará unos diez o quince años. Es decir, mi plasma ya fue.

Pero el problema no es únicamente ese. Con la fascinación que genera la televisión, definitivamente nuestra sociedad asentará su carácter imagófago; es decir, se instalará, definitivamente, una dictadura de la imagen para lo cual no estamos preparados. Lo planteo pensando, principalmente, en mis alumnos. Si hoy los veo absortos, desenvolviendo más el pulgar que está pegado al tecleado del celular mandando mensajitos, me pregunto qué será de aquí a algunos años viéndolos pegados a la pantallita del celular viendo Magaly. Y ese es el otro problema, pues de qué servirá tener una mejor señal, digitalizada, de alta definición, con súper estéreo y demás delicias tecnológicas si seguiremos viendo trash tv; es decir, televisión basura, de la que somos especialistas en nuestro país. En ese sentido, dudo que la cosa cambie mucho. Ojalá me equivoque.

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