Amor

Uno de los ya comunes viajes que hago fuera de Arequipa, me impidió postear acerca del 14 de febrero, Día del Amor o la Amistad, según sea el caso o cómo lo quiera pasar cada uno. Sin importar eso, lo real es que el amor es un tema seductor, inquietante o traumante, lo cual también depende de la forma cómo hemos aprendido a concebirlo y/o vivirlo.

También tentado o caído en sus redes (gloriosa derrota), yo he tratado varias veces ese tema, ya sea en esta página o en otras publicaciones. Justamente, en mi reciente libro Cuarto de hora, hay un ensayo que titulo El amor expeditivo. Allí, lo que me interesa es reflexionar cómo ha variado no sólo el concepto sino la forma de experimentar el amor que tiene hoy la juventud; un amor cuyo romanticismo se expresa en la cama y no en el osito de peluche o el ramito de flores; un amor que está basado en nuevos estereotipos socioculturales de feminidad y virilidad que están en plena mutación; un amor líquido, propio de la sociedad líquida, como diría Zygmunt Bauman.

Como verán, ese enfoque tiene un gran peso sociológico. Existen otros. En realidad, desde una pose psicoanálitica, hay tantos enfoques como experiencias personales, pues, al fin de cuentas, el amor es un sistema aprendido incoscientemente; eso significa que expresamos o ponemos en vitrina nuestra capacidad amatoria de acuerdo a la forma cómo lo hemos instruido, y en ese campo, el de la instrucción, sí que hay grandes desniveles (o ignorancias).

Pero otro enfoque que me ha llamado la atención últimamente proviene de la antropología, específicamente de las investigaciones de Helen Fisher. Esta científica norteamericana ha demostrado que más que una emoción que se incuba y forma a través de un proceso de aprendizaje, el amor es el resultado de un flujo químico del cerebro, que está ligado con la necesidad primitiva del cortejo, apareamiento, reproducción y paternidad. Así de simple.

Quizá ese enfoque sea como una ducha fría para muchos, especialmente para los que, desde el catorce, siguen con los pajaritos en la cabeza. Pero no hay que tomarlo así, pues la misma Fisher también cree que hay un amor romántico, pero justamente es un tipo o una forma de amor. Junto a él también existe el amor lujurioso y el de apego, en palabras de Fisher son sistemas cerebrales que no necesariamente están bien imbricados, al contrario, muchas veces entran en contradicción porque el más adictivo de los tres; es decir, el más fuerte, es el romántico, conclusión que nos permite mirar con optimismo el futuro porque significa que es el mejor antídoto al caos del mundo contemporáneo. De ser así, entonces habría que declarar no un día, sino todo el año como el Día del Amor o la Amistad.

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