Dioses

Larga ha sido la espera para ver el segundo trabajo de Josué Méndez. Pero además de larga, también ha sido una espera con mucha expectativa por la valla que le originó la magistral Días de Santiago, su opera prima con la que se acerca a retratar el sector de los de abajo, al mundo popular limeño a través de un soldado traumado por la violencia política que sufrió nuestro país.

Con Dioses, Méndez se va a la otra orilla; es decir, quiere acercarse al sector de los de arriba, también limeño, a través de sus vivencias cotidianas y sus extravagancias (hijos de papá que no les alcanza el tiempo para drogarse y tener sexo, pituquitos que celebran el día de la madre patria para sentirse más castizos, etc. Todo ello, atravesado por un elemento que le da temple a la cinta: el arribismo, cualidad peruana, propia del criollismo y del acomplejado espíritu provinciano, que no temen al ridículo con tal de parecerse gente.

El problema del acercamiento que hace Méndez a ese mundillo es que es muy estigmatizado y maniqueísta; así, todo pelirubio es un snob, pervertido y malvado; mientras que los cobrizos o andinos son los pobrecitos buenagentes. Sabemos que la cosa no es así, por lo complejo de nuestra realidad.
Sin embargo, el valor de la cinta, que está lejos de su opera prima, radica en que el autor nuevamente nos entrega un producto que se aleja de la medianía de las cintas peruanas y que, aunque con miradas muy parcializadas, nos invita a reflexionar en torno a la realidad de la sociedad peruana.

Puntuación: 1.00 / Votos: 1

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