Criollismo brujeril
estaba en nuestra programación fiestera, en nuestro calendario de fechas importantes. Mucho más tarde, me enteré que el Día de la canción criolla fue instaurado en los años cuarenta, bajo el gobierno de Manuel Prado y Ugarteche. Obviamente que este aristócrata presidente, no lo hizo porque amaba el criollismo, sino para ganar popularidad.
La fiesta de Halloween, históricamente, es mucho más lejana y vieja (2,500 años), pues proviene de la cultura céltica, pero es a partir de su instalación en los Estados Unidos que tiene gran popularidad con resonancia mundial y consiste en que los niños salen a las calles disfrazados para pedir dulces o cualquier chuchería. Esa celebración, llegó a nuestro país hace poco y definitivamente ya se entronizó porque, sospecho, a diferencia del día de la canción criolla, el halloween tiene vitrina o auspicio desde los colegios infantiles. Eso lo corroboro cuando me llegan las invitaciones de la directora del colegio, recordándome que el 31 de octubre su niño debe venir disfrazado para celebrar… Obviamente que detrás de eso hay un interés crematistico, pues ¿quién ofrece los disfraces?, la misma directora del colegio. Es decir, Halloween se ha entronizado en nuestra cultura en poco tiempo porque es más comercial, se ajusta a la dinámica monetaria de la gente que busca ganancia en cualquier cosa.
Por la cantidad de gente disfrazada que veía en las calles me provocaba saber dónde se lucirían, en qué fiesta, baile o qué se yo, se concentrarían. Preguntas sin respuestas, pero igual de motivadoras para corroborar que frente al Día de la Canción Criolla, el Halloween se yergue hoy triunfante. El criollismo o, mejor dicho, su celebración de ese día, parece haberse confinado a algún rincón íntimo, algún club o peñita escondida que reúne a gente mayor que quiere sacar pecho de su peruanidad con un Johnny Walker etiqueta negra.
Sin embargo, como para no perder la esperanza, alguien me contó que las fiestas de halloween, ahora son mixtas; es decir, en medio de disfraces, telarañas y mascaras, se baila y entona un sabroso valsecito bien peruano. La verdad es que eso lo quiero ver personalmente, pues no me imagino danzar un no me dejes que estoy muy enfermo/ no me dejes/ te pido por favor trajeado de Morticia o Screamer. Aunque es posible, pues así estaríamos asentando nuestro espíritu huachafo, tan peruano… y tan criollo.