No es país para viejos

Por fin llegó a salas mistianas la gran ganadora del Oscar, la última maravilla de los hermanos Coen que estuvo nominada a ocho estuatillas y que se alzó con las más importantes.
La cinta retoma un viejo género americano: los cowboys o películas del oeste, pero con una ligera variante que la hace genial: es un cowboy moderno; es decir, aquí no hay vaqueros y chunchos, carrozas y flechas, sino traficantes de droga totalmente desalmados, criminales que actúan con lógica empresarial.


En ese escenario contemporáneo, sigue existiendo el viejo sheriff, pero es un representante de la ley desubicado que no entiende los vertiginosos cambios ocurridos en los últimos años, no comprende porqué los adolescentes de hoy se pasean con las cabelleras coloreadas y mucho menos el avance acelerado de la delincuencia.

La cinta se centra en una cacería sin tregua entre narcotraficantes, un advenedizo que se hace de un dinero mal habido, la ley y un psicópata asesino (Barden ganó el Oscar por esta interpretación). Así, la película transcurre entre el miedo, la sangre, dolor y muerte.

Sólo un par de advertencias. Esta no es una cinta fácil, pues la obra de los Coen no tiene esa característica; es decir, no verán una película fatua, llena de efectos, maquillajes, etc. Al contrario, es cine clásico, donde lo que importa son los diálogos, cada escena meticulosamente elaborada que lo dice todo, y el poder de la actuación. En ese sentido, recomendamos estar atentos a cada uno de esos elementos. La otra advertencia es que la vean pronto, pues de seguro que la sacan esta semana. Así de absurdos son los del cine Planet.

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