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Cloverfield, taquillazo en casi todas partes donde se viene exhibiendo, no escapa de esa fórmula: remake más tecnología sui generis. Es decir, desenterrar la vieja figura de un godzilla que destruye la ciudad, pero filmado con una tradicional cámara, de esas que usamos para los bautizos (concepto nada novedoso porque también lo expectamos en cintas como la Bruja Blair).
El espectador podrá sentir que la pelicula es inacabada por un inconcebible final, pero de lo que se trata es una cinta que quiere explorar un nuevo tipo de género de terror contada con estilos nada tradicionales. Quizá ese sea su mayor mértito.
Mañana te cuento 2.- Aprovechando el inusitado éxito de la primera parte (que supo explotar muy bien los cuerpos de las actrices más apetitosas del momento: Melania Urbina, Milene Vásquez y Angie Jibaja), llega esta segunda parte que no es un poco más sino un poco menos de lo mismo.
Recordemos que la primera parte está basada en la recorrida historia cinematográfica de unos cuantos adolescentes que para curar sus calenturas sexuales buscan los servicios de tres chicas vips. A partir de ese momento, lo que destacaba eran las curvas de las actrices antes mencionadas, y nada más.
La segunda parte trae casi lo mismo, pero ya no con Vásquez y Jibaja, sino con otras que ingresan a la pantalla grande sin ropa y nada más (lo cual es enteramente frustrante).
Es más, no hay que ir con la idea que empalmaremos la historia de la primera con esta, la segunda, pues son muchos los cabos sueltos que encontraremos y que nos permite concluir que Mañana te cuento 2 es en realidad una cinta independiente, pero que por una razón meramente marquetera y sabiendo de su medianía, el director o su publicista decidieron chantarle el nombrecito ganado para, por lo menos, ganarse alguito.
Rambo.- Por la cultura andina sabemos que cuando hay una pulsión a repetir situaciones del pasado, subsanando errores, es porque, quien las hace, se va a morir. No es que deseemos su defunción, pero hay que reconocer que Sylvester Stallone, se ha empeñado en desempolvar sus creaciones que le dieron fama y millones, pero, luego de una veintena de años, puliéndolas y mejorándolas. Ocurrió con Rocky y ahora lo hace con Rambo.
El Rambo que ahora nos presenta su autor, el del s. XXI, ya está jubilado, vive de sus atormentados recuerdos, y prácticamente aislado, hasta que es presionado para ayudar a una congregación religiosa que es secuestrada por la salvaje guerrilla birmana. En ese momento, el jubilado Rambo se llenará de energías y, al clásico estilo ochentero, emprenderá su accionar buscando la justicia y todo aquello que es fácil predecir en un guión prácticamente elemental (recuerden que Rambo casi ni habla).
Lo interesante de este Rambo reciclado y pulido es una impecable puesta en escena donde destaca la violencia desde su ángulo más brutal, al más puro estilo tarantiniense y verhoeviano. Es decir, cine melenudo y ochenteno, pero con elementos muy actualizados que hacen de Rambo una cinta sumamente entretenida y reivindicando a ese soldado atormentado y virulento que es, aunque nos pese, uno de los iconos de la industria cinematográfica.