Universidad y sociedad. Algunas claves para acabar con el desencuentro
1.- El problema.-
Muchas veces para explicar o justificar el problema de la universidad nacional, es usar, como lugar común, la argumentación que la Universidad es un reflejo de la Sociedad. Como tal, ésta debe responder a las exigencias de aquella, o ser impulsora de los cambios que necesita, ya sea para lograr su desarrollo o, por lo menos, solucionar sus problemas.
Sin embargo, ese concepto, contrastado con la practica. No sólo se ha convertido en un lugar común sino en una frase vacía y muchas veces decepcionante, puesto que en realidad la mayoría de universidades del país, y en especial la Universidad Nacional de San Agustín se han convertido en una de las fuerzas más retrogradas de la sociedad. De su función principal de generar ciencia, tecnología y arte se ha pasado al reducido papel de sostén social de un sistema que la usa de simple depositaria de miles de alumnos, o, peor aun, de reducto de incapacidades profesionales que usan a la universidad como una garantía de sobrevivencia y de poder.
Las muchas alternativas que al respecto se han presentado en los últimos años, no han variado para nada las cosas. Las universidades, han crecido (y con ellas sus problemas de administración, de docentes, de alumnos, etc.), pero lo que no ha crecido es en su papel social de ser alternativa para la solución de los problemas que la realidad plantea en el presente y mucho menos en los retos futuros. En ese sentido, la sociedad ha estado avanzando a un ritmo diferente al de la universidad. Esta última, en realidad, no sólo se ha vuelto más lenta en esa carrera sino que ha elegido apartarse de ella.
La universidad actual, si quiere encontrarse con la sociedad debe repensarse a sí misma y, también, mirar la nueva realidad que ha ido apareciendo y creciendo a su alrededor. La sociedad, por ejemplo, no es la misma de hace diez o veinte años. Es totalmente distinta. Ya no es la sociedad de masas, esa clase de sociedad que concibió un conjunto de relaciones basadas en ese principio y al cual la propia universidad terminó adaptándose. La actual es una sociedad diferente.
2.- El cambio de época (el nuevo carácter de la sociedad).-
Sociedad virtual, sociedad del conocimiento, sociedad infocomunicacional, tercera revolución industrial, sociedad post industrial, etc. Estas son sólo algunas de las diversas denominaciones que hoy se vienen utilizando para denominar a la sociedad actual. Dentro de esa discusión, existe en consenso que el primero en darse cuenta de los cambios fue Mc Luhan con su famosa expresión de “aldea global” para denominar a un mundo interconectado por la tecnología y por la inmediatez de las comunicaciones, generando no sólo nuevos espacios e industrias culturales sino también nuevos sectores de la economía.
Este nuevo tipo de sociedad viene manifestándose de diversas maneras. A nuestro entender la más importante está relacionada a los cambios socio-culturales que cada día viene exponiéndose en todos los niveles. En la actualidad se produce una acentuación de lo individual frente a lo social o lo colectivo que se da paralelamente con un retiro del Estado y un avance de lo económico. Lejos estamos de aquel hombre ateniense que existe y vive por el bien común, la comunidad y la polis. El lugar del debate y la discusión de los hombres ya no son el parlamento o la cámara de senadores sino el living de su casa, frente a la pantalla del televisor. El papel del ciudadano es sustituido por el del usuario que demanda satisfacción personal de sus necesidades concretas frente a las grandes organizaciones de previsión. El rol del ciudadano es reemplazado por el del consumidor, demandante incansable de satisfacciones personales. Este ciudadano se limita a delegar en las autoridades constituidas el cumplimiento de la legalidad. Lo más importante para el hombre es conseguir su bienestar y lo logra en el ámbito privado, en la intimidad de su casa, convertida, generalmente en un bunker, al resguardo de los delincuentes, custodiada por personal de seguridad de agencias privadas contratadas por los vecinos de esa manzana. La educación es también privada, al igual que la salud. Y son las nuevas tecnologías en comunicación e información las que le permiten entrar en contacto con la realidad.
Esta descripción simple de las relaciones sociales de hoy encierra un debate más importante: ¿estamos en un cambio de época o una época de cambios?. En torno a este tema la discusión está abierta y hay pronunciamientos de lo más sesudos por ambas partes; así, Daniel Bell, Alvin Toffler, Majid Tehranian, Katharine Kia y Regis Debray, etc. considerarán que la actual es un cambio de época; mientras que en “el bando contrario”, Jurgen Habermas, Anthony Giddens y Herbert Shiller, entre otros, siguen pensando que lo que vemos actualmente sigue siendo consecuencia de la misma modernidad .
Quienes no quieren comprometerse con esta discusión, tal vez por falta de argumentos o simplemente por temor a lo nuevo que hay que enfrentar o pena por lo viejo que hay que dejar, no pueden negar que el mundo empezó a experimentar una serie de transformaciones desde 1989. Ese año, según Hobsbawn , no sólo cae o se pone punto final al Muro de Berlín y a una serie de paradigmas, sino también al propio siglo XX. Es decir, para el historiador inglés, desde hace casi una década que estaríamos viviendo el siglo XXI lo cual no debería extrañarnos porque el siglo XX también se inició, según el mismo autor, en 1917 con la Revolución Rusa . Sin embargo, más allá de fechas y lugares, comprendiendo que es confuso y temerario señalar qué es lo que se viene, en lo que sí coinciden cada vez más científicos sociales y filósofos, es en señalar qué es lo que está desapareciendo y la mayoría piensa que la sociedad industrial, la sociedad de masas es lo que está llegando a su fin . Esto significaría que hay una crisis del “trabajador masa” que fue sujeto histórico de la política en los últimos siglos; en cifras, en 1950 los trabajadores industriales eran la mayoría de la población trabajadora, los del sector de extracción eran sólo 4% y el terciario era menor . En estos momentos este último sector duplica a los del sector industrial y sigue creciendo mientras los otros continúan reduciéndose . Hay pues un nuevo sector que mueve la economía mundial, el mismo que está obligando a medir el desarrollo de un país ya no en función de la cantidad de acero que produce anualmente sino en la producción, intercambio o apropiación de información que es en la actualidad el nuevo “símbolo” de la riqueza y fuente de poder de las naciones . De acuerdo a esta tendencia, en el futuro inmediato tendrá más poder no sólo quién maneje o controle el mayor caudal de información, sino principalmente quién controle la generación de nuevos conocimientos y, a partir de éstos, la generación de nuevas tecnologías.
Dichas características, en la opinión de John Keane , también estarían creando un mundo basado en la red informática, cuyos integrantes actúen sin privilegios o prejuicios raciales, económicos, militares o nacionalistas. En palabras del investigador inglés, se trata de:
“Un nuevo espacio global sin soberanía, en donde cualquiera, en cualquier lugar del mundo, se puede expresar sin temor. Se está gestando un inédito medio de comunicación libre, donde no habrá cabida para los autoritarismos” .
Podemos concluir, por tanto que, de acuerdo a las transformaciones sociales ocurridas en los últimos años, hemos pasado de una sociedad de masas a una sociedad de los medios o de la información.
3.- El Perú y la Región en el contexto actual.-
Es muy común considerar que la posición del Perú frente al panorama que hemos descrito anteriormente es desventajosa. Los indicadores en que se sostiene esa conclusión inmediatista son, como siempre, económicos, sociales y políticos.
En torno al primer indicador, la revisión de las cuentas no es favorable. Si bien es cierto que en los últimos años se ha logrado el control y cierto crecimiento de algunas variables macroeconómicas (la que nos ha permitido abandonar el título de “parias internacionales” que logramos con el gobierno apro-izquierdista de 1985-1990), también es cierto que en el ámbito de la microeconomía el déficit es incuestionable, agudizando la pobreza y miseria en un gran porcentaje de la población nacional. Si a ello le sumamos la agudización recesiva, que se vincula a una crisis globalizada, el problema se agrava, a extremos que se viene hablando de que “el actual modelo liberal llegó a su fin”.
Con relación a los indicadores socio-políticos, quizá el argumento más contundente esté basado en el carácter autoritario del actual gobierno, la ausencia de instituciones, la actitud apática o sin ánimos de organización de la población, con niveles ciudadanos débiles o en formación . Como si todo esto fuera poco, hay que añadir una enfermedad que está corroyendo a la sociedad en todos los niveles y estratos: la corrupción.
Al trasladar este diagnóstico al ámbito regional, la situación no se aminora, al contrario se incrementan, mucho más si consideramos que regiones como Arequipa están atravesadas por otro de los problemas históricos que han hecho del Perú un país dividido y desintegrado: la centralización. Esta situación, expresada en indicadores económicos totalmente desfavorables, está haciendo que la región colapse y, lo que es peor, no encuentre hasta el momento soluciones inmediatas a este grave problema.
Sin embargo, esta situación no nos margina del contexto que hemos descrito anteriormente. Ya estamos dentro de él, así no lo aceptemos. Por tanto, más que decir que seguimos atrasados o que nos falta transitar por tal o cual etapa, lo importante es reconocer que estamos dentro del proceso, y que incluso, aprovechando la inventiva e ingenio peruano, nos hemos integrado con excelentes posibilidades de desarrollo en él .
4.- El rol de la universidad.-
La estructura básica de la universidad se produjo entre los siglos XIII y XIV. Dicha estructura tuvo como principio la de institucionalizar el conocimiento básicamente de tipo religioso. Obviamente, las transformaciones sociales y los descubrimientos tecnológicos y científicos fueron cambiando el carácter de la universidad en su tarea de producir conocimiento. De alguna manera lo ha hecho, sin embargo ha venido arrastrando esa estructura medieval que la hace incompatible con los actuales momentos.
Por otro lado, hemos dicho y sustentado que en la actualidad el poder se ha transferido del capital al conocimiento (recuérdese que esto permite que algunos denominen a la actual “La sociedad del conocimiento”). Si la tarea principal de la universidad es producir conocimiento, sería lógico suponer que la universidad encaja perfectamente en el nuevo contexto socio-histórico. Sin embargo no es así, pues el conocimiento no genera riqueza per se. Es sólo el conocimiento aplicado el que es capaz de agregar valor.
Si la universidad quiere erigirse como una institución poderosa, que enfrente los retos actuales, de nivel nacional y regional, tiene que sintonizar con la flexibilidad y rapidez como para poder asimilar el enorme potencial que generan los continuos avances, sean éstos de orden científico y tecnológico como sociales. Esto viene cambiando, incluso, el papel tradicional de la universidad en relación a la generación de profesionales, pues éstos ya no pueden enfrentar al nuevo carácter de la sociedad con un esquema de estudios basados en la repetición o aprendizaje, algunas veces memorísticos de libros o autores clásicos. El avance de la información y la producción incalculable de conocimientos que se produce diariamente rompe ese esquema tradicional y nos obliga a aceptar un principio universalmente aceptado en la actualidad: una educación superior que enseñe a aprender.
La Universidad Nacional de San Agustín no debe estar ajena a todo esto. Al contrario, su responsabilidad se acrecienta al reconocer el contexto en el cual nos encontramos. Ello la obliga a asumir su papel de conductor pensante y racional, su papel de palanca de desarrollo de la ciudad y la región toda. Pero además, conservando los principios humanistas que inspiraron su nacimiento, modelar conductas vinculadas a la solidaridad, compromiso, responsabilidad y decencia humana. En una palabra, San Agustín debe erigirse en una universidad altamente competitiva tanto en lo científico como en lo ético.
Lo que hemos esbozado posibilitaría, también, que San Agustín encabece una corriente de opinión ciudadana que contribuya a unir esfuerzos en el desarrollo de la región.
Es momento pues que San Agustín, como universidad se repiense a sí misma. Ya no puede seguir siendo una institución que ha abandonado su espíritu académico para dejarse dominar por su frialdad y rutina administrativa. No puede seguir repitiendo esas enormes contradicciones de pretender buscar la excelencia con la creación de más facultades, muchas de ellas sin fundamentación y, lo que es peor, sin la existencia de un mínimo de condiciones materiales. En resumen, San Agustín no puede seguir siendo una expresión más del sistema educativo nacional que ha hecho de la estafa a miles de estudiantes su principal característica.
En concordancia con ese ánimo, planteamos que San Agustín busque su reestructuración sobre la base de tres objetivos claves:
– Revisión y fortalecimiento de la tarea académica en función del mérito y de la capacitación del estudiantado.
– Mejoramiento de la gestión universitaria de términos de pertinencia y calidad.
– Fortalecimiento de los vínculos entre San Agustín y el mundo laboral de la región, especialmente abordando los graves problemas que plantea el desempleo .